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¿Qué pasa cuando sólo pasa el mercado?

Reconocido por sus francos puntos de vista, Sandel hablará hoy en la Universidad de los Andes sobre cómo el mercado ha rebasado sus propios límites y permeado la vida social hasta puntos inadecuados.

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Marcel Ventura
28 de enero de 2014 - 09:49 p. m.
Michael Sandel es profesor y autor de ‘Lo que el dinero no puede comprar’. / Random House
Michael Sandel es profesor y autor de ‘Lo que el dinero no puede comprar’. / Random House
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Cuando filarmónicas y cantantes visitan la Universidad de Harvard, lo normal es que llenen las 1.100 sillas del teatro Sanders, pero durante el último semestre del año el recinto se queda pequeño para escuchar las clases de Michael J. Sandel: un filósofo político, no un músico; un profesor estadounidense que hace preguntas incómodas desde su conocida cátedra de justicia. Hace poco más de dos años, Debate publicó el libro basado en ese curso y ahora el mismo sello extiende la bibliografía con Lo que el dinero no puede comprar, casi un catálogo de todas las perversiones a las que puede llegar una sociedad cuando tiene fe ciega en el mercado.

¿Necesitas US$10.000? Haz como una madre estadounidense que vendió el espacio de su frente para tatuarse la marca de un casino. ¿Y US$8.000? Es la tarifa estándar para ser conejillo de Indias en pruebas farmacéuticas. ¿Hay que ir a la guerra pero no hay suficientes soldados? Un contratista militar privado cobra menos de US$1.000 cada día. ¿Matar a un rinoceronte negro en Sudáfrica? US$200.000. ¿Que los niños no leen? Dos dólares por libro leído pagaban en un colegio de Dallas.

Los niños comenzaron a leer libros más cortos.

“En las últimas tres décadas, y sin darnos cuenta, hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado. La diferencia es que una economía de mercado es una herramienta muy buena para organizar la actividad productiva, mientras que una sociedad de mercado es aquella donde todo está a la venta”, cuenta Sandel desde su oficina en Harvard, con voz pausada y conciliadora, nada antisistema para un hombre que da pocas concesiones al orden económico actual: “Debemos reclamar las grandes preguntas de la economía y no dejarlas en mano de los tecnócratas. Mientras más concibamos la economía como una ciencia, no sólo dejamos por fuera la ética, también marginamos a los ciudadanos democráticos que creen que es un tema sólo para expertos”.

El miércoles 29 expondrá varias de sus ideas en el lanzamiento del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de los Andes, en una conferencia titulada “¿Todo tiene precio? Mercados, ética y economía”, y el viernes 31 llevará las preguntas más inquietantes de su libro al teatro Adolfo Mejía. Será uno de los grandes eventos del Hay Festival.

Al final, esta es una defensa de los valores democráticos.
Ponerle un precio a todo hace que la desigualdad importe aún más y deja por fuera todos aquellos valores que tienen una importancia intrínseca, no instrumental. La educación, por ejemplo, se ha convertido en un medio para encontrar trabajo.

Asegura que hay más cosas que comprar, ¿no se debe a que hay más capacidad de compra?
No, es independiente de eso. La lógica de mercado tiene un atractivo profundo para la gente: creemos que el mercado es un mecanismo para decidir cuestiones controversiales y hasta lo vemos como un modo de alcanzar la libertad. La idea estándar de la economía es que si dos partes acuerdan algo, entonces nadie puede juzgar si valoraron sus respectivos bienes de forma adecuada, como si nada importara más allá de la supuesta valoración objetiva de cada parte. ¿Pero qué pasa si aplicas ese pensamiento de mercado en la prostitución, en el mercado de órganos, en la venta de bebés o en pagarle a un chico por leer un libro u obtener buenas calificaciones? ¿Si le pagas a alguien para que se vacune o para que deje de fumar? Esa promesa de neutralidad del razonamiento económico es muy atractiva, pero creo que está errada. Los mercados nunca son realmente neutrales y de por sí no pueden garantizar sociedades buenas ni malas.

¿Basta con introducir asignaturas de filosofía y moral en las escuelas de economía para cambiar un poco esa valoración?
Creo que el razonamiento económico es fallido a niveles muy profundos. El primer paso sería dar cursos de filosofía política, pero aún mejor sería reconectar con la filosofía política el modo en que se enseña y se estudia la economía. Los clásicos lo sabían. Adam Smith y Marx tenían visiones distintas, pero entendían a la economía como parte del campo de la filosofía política y creo que tenían razón; son los economistas actuales quienes lo hacen mal al promover la economía como una ciencia neutral de valores.

¿Hay forma de recuperar la moralidad de una norma que ha sido sustituida por el mercado?
Estos cambios no tienen que ver con la estructura de pagar o no pagar sino con la actitud ante la norma, en este caso, la relación entre los padres y la comunidad. Una vez que la ética es sustituida por el mercado, no es fácil reconstituirla, porque aunque haya dinero el problema es cultural, no económico.

Que haya pobreza, gente necesitada de dinero, ¿no dificulta la superación de la sociedad de mercado?
Lo hace más difícil, pero incluso los pobres están conscientes de que hay valores más allá del mercado. Creo que todo el mundo está necesitado de una alternativa comprometida con la ética y escribí este libro para hacerlo atractivo a cualquier persona, no sólo para académicos. El debate debe ser accesible para los ciudadanos democráticos.

Por Marcel Ventura

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