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"Quisimos despojarla de banderas ideológicas"

Terminator 2 fue esa película que los marcó indeleblemente, esa combinación de ser un producto de palomitas de maíz, pero también de terror y de profundidad emocional que los hizo terminar haciendo Saluda al diablo de mi parte.

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Liliana López Sorzano
17 de agosto de 2011 - 09:59 p. m.
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Los hermanos Orozco están dando de qué hablar con este filme recientemente estrenado en Colombia, que ya lleva más de 35 mil espectadores en su primera semana de estreno. Los dos se arriesgaron de nuevo al embarcarse a hacer una película de acción, un género tan arraigado en la cultura americana que invierte sumas astronómicas en este tipo de producciones. Eso los obligó a ser extremadamente cuidadosos, a manejar cada escena con detalle y esmero durante los tres años que duró el proyecto que se enmarca dentro de la realidad nacional y que hace alusión a la Ley de Justicia y Paz. Édgar Ramírez, el latino con mayor proyección internacional, es el protagonista que se echó al hombro la película. Entrevistamos a Juan Felipe Orozo, el director.


¿Cuál es el gran acierto de la película?
La producción y los detalles. Me parece que quedaron impecables las secuencias de acción, la parafernalia de la pirotecnia, los dobles, que era lo más difícil de hacer, porque no teníamos los recursos y los presupuestos que manejan en Hollywood, pero la gente sale feliz y se cree las balaceras. Ese es el gran acierto.

¿Cómo se va a ver la película políticamente aquí en Colombia?
Pensaba que iba a crear más controversia. Pero estamos muy contentos, porque la gente ha entendido muy bien el mensaje de que no estábamos haciendo una película edificante con moralejas, sino abriendo preguntas y hablando del concepto del perdón, de lo necesario que es y lo difícil que es lograrlo. La película es muy violenta, pero es una crítica hacia la violencia. Nos habla más de cómo tener que tomar decisiones tan extremas para poder alejarnos de esa violencia y aprender a perdonar.

¿Creían que tendría qué tipo de controversia?
Me daba miedo que la gente malinterpretara a personajes como Leder, quien tiene un discurso tan potente y tan fuerte respecto a las injusticias. Pero éramos muy conscientes de eso y queríamos despojar la película de ideologías y de banderas, y hablar más de naturaleza humana. En Colombia nos estamos quedando tan aprisionados al concepto de pelear por las ideologías, que se nos está olvidando que el problema va más a fondo y que está ligado a las emociones humanas.

¿Qué querían lograr en la dirección de arte y fotografía?

Luis Otero y Sara Millán fueron muy detallistas. Con ellos quisimos hacerla muy pictórica, porque el origen era realista y, sin embargo, no deseábamos ser hiperrealistas, ni que el tono fuera de documental, sino que queríamos que la gente sintiera que estaba viendo una ficción. En ese sentido teníamos que alejarnos de algunos aspectos de la realidad y darnos unos lujos artísticos como un manejo de cámara más sofisticado, que la luz fuera expresiva, que habláramos con el claroscuro, que los uniformes de los policías fueran cinematográficos, por ejemplo.

Por Liliana López Sorzano

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