Nuestra historia está hecha con fuego, sangre y cumbia, nos recuerda la composición más célebre de Rafael Pérez García, campesino, hijo y sobrino de campesinos, músico y maestro decimero de San Jacinto, Bolívar, la tierra de la hamaca, donde se destaca.
Pérez García, rey de la décima en el Festival de Cumbia de El Banco, Magdalena, coronado en muchas otras festividades, cuenta que aprendió —“les cogí mucho”— de dos de sus tíos, Benito y Toño García, poetas y gaiteros de los antiguos.
En toda la costa y en Colombia, también en el exterior, ya es muy popular porque, como dice el filósofo Numas Armando Olivera en su libro Toño Fernández, la pluma en el aire, “elabora sus décimas con una rapidez impresionante, lo que ha dado pie al pueblo de San Jacinto para llamarlo el heredero de Toño Fernández”.
Gracias a Numas Armando, quien le ha devuelto la música a la filosofía, desde el año 2012 comencé mis viajes de goce y estudio raizal a esta tierra
Pérez García nos describe en una décima lo que sentimos al llegar aquí:
Al llegar a San Jacinto
Notan que el pueblo es atento
Porque les brindan asiento
Y al poquito rato un tinto.
Acá se sienten distinto
Porque este pueblo es folclor
Y su artesanía mayor
Cada día más se destaca.
Y se utiliza la hamaca
Para el rato de calor.
He tenido la suerte de compartir con él y sus amigos varias noches de gaitas y tambores en el patio de la casa del filósofo Tomás Vásquez.
La primera vez que nos encontramos me habló de su escuela de música para niños. Allí él forma a los nuevos gaiteros, garantizando el relevo, la renovación del folclor.
Los niños ejercitan la memoria y aprenden a componer décimas y a tocar los instrumentos del conjunto gaitero. La enseñanza también viene en el formato decimal. Y ahora en internet se escucha a Rafael Pérez García lanzando sus versos para explicar qué es la décima y cómo se compone:
El primer verso es rimado
Con cuatro y cinco a la vez.
El dos rima con el tres
Pero bien organizado.
Y cuando el seis ha llegado
Con siete y diez se sujeta
El octavo se repleta
Rimando con el noveno
Así cuadra el poeta bueno
Una décima completa.
Los orígenes campesinos de Rafael Pérez García lo entroncan con esa tradición antigua de los pastores que cantan para entretenerse cuando el ganado brama, como se le oye decir a Juancho Chuchita en su hermosa canción “Campo alegre”. He encontrado el nombre de Rafael Pérez García en varios estudios de profesores universitarios, entre ellos el de Adrián Freja (“La décima espinela en el canto popular de la Sabana de Bolívar”) y en la tesis de Jorge Emilio Rodríguez Martínez, “La décima como acto discursivo en el Caribe colombiano”, quien además se la dedica. Las décimas de Pérez García son estudiadas en los colegios, nos dice Rodríguez Martínez en su tesis, que fue sustentada en el marco del programa de Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena, en 2014.
Siguiendo esta tendencia didáctica, José Ángel Mario Iriarte, en “Un camino hacia la décima improvisada” (1996), propone una estrategia metodológica para la enseñanza sistemática de la décima, dirigida a maestros y estudiantes de educación básica, con elementos teóricos sobre versificación, métrica y rima, y ejercicios prácticos de construcción de décimas. Presenta además una pequeña antología de décimas de los decimeros Rafael Pérez López, Alejandro Martelo Escobar, Rafael Pérez García y Carlos Atencia Palencia. De igual manera, incluye como lectura complementaria apartes de un trabajo del investigador Roberto Yances Torres, titulado “Décimas y decimeros del Sinú”, que hace referencia al origen y la llegada de la décima a América.
Rodríguez Martínez analiza los temas de las décimas y señala: “La décima se alimenta de otras tradiciones orales como los refranes, dichos o sentencias populares, que encierran un saber que nace de la experiencia. Estos transmiten consejos o enseñanzas durante muchas generaciones, haciéndose casi inmortales”. La oralidad fue primero, y más que la escritura, nos hace relacionar con nuestros semejantes. Forma de expresar al mundo un sentimiento, válvula de escape para sus penas. Lo hacemos por gusto propio, porque nos nace.
El marido y la mujer
Pelean en cualquier momento,
Y es verdad que en ese cuento
Nadie se debe meter.
Se dicen y se hacen ver
La cosa punto por punto,
Resucitan los difuntos
Entre gritos y reproches,
Luego que llega la noche
Se encueran y duermen juntos.
Sobre su tío, Benito García, que quedó ciego, dice: “Este hombre, además de decimero, era brujo. Varias personas iban a buscarlo a mi casa para que les echara la suerte o les sacara el espíritu malo. Pero como era ciego, tenían que leerle las diversas oraciones para cualquier caso. Una vez leídas, él recitaba al paciente en décimas o le recomendaba algún tratamiento usando siempre la décima para impresionar más”. Este testimonio se encuentra en el capítulo que Gil Olivera le dedica a Pérez García en el ya citado libro sobre Toño Fernández.
En su magistral estudio enciclopédico, llamado “Mochuelos cantores de los Montes de María la Alta”, el filósofo registra la opinión del gran Toño García. “El gaitero Toño García dice que Toño Fernández está reencarnado en Rafael Pérez García. Toño Fernández recreó lo que vivimos en San Jacinto: el folclor, la artesanía, la parranda, los amigos, en medio de las gaitas”.
“Historia” suele rimar con “gloria” y “memoria” en las décimas nuestras. Este hombre sencillo, de 55 años y mucha fuerza espiritual, ya está en nuestra memoria y en la historia mundial de la música desde 2007, cuando Los Gaiteros de San Jacinto ganaron un Grammy al mejor álbum de música folclórica con Un fuego de sangre pura, título de una de sus canciones, en la que habla de la cumbia. En ella tejió veinte años de experiencia musical con esas reminiscencias suyas del mestizaje que somos, “amalgama de culturas, creencias y prácticas”, según Orlando Fals Borda, productos de “la ciencia del indio”, la rebeldía cimarrona de nuestros ancestros africanos y la herencia que recibimos de Miguel de Cervantes y toda la caterva de poetas del Siglo de Oro, entre ellos Calderón de la Barca y Lope de Vega.
En los Montes de María
Canta la naturaleza,
Y en sus cantares expresa
Todo un mundo de armonía.
Se escucha la melodía
Del ave al amanecer,
Y cantan sin desfallecer
Las corrientes de agua viva,
Y el campesino cultiva
Para darnos de comer.“Me gusta relacionarme con los señores de bastante edad que tienen mucho tiempo de estar en el folclor (…) También soy heredero del indio, del negro y del blanco, porque toco la gaita, canto mis décimas y de vez en cuando me relaciono con el tambor”, le contó también a Gil Olivera.
Las otras canciones del disco ganador del Grammy, que contiene emocionantes composiciones para bailar a la manera de los indios de antes, son: “Sigan bailando”, “Manolo”, “El millo se modernizó”, “Canto de zafra”, “El corcovado”, “Mi regreso”, “Puyaloahí”, “La celestina”, “La bajera”, “Así lo grita Totó”, “La corniz”, “Décima la miseria humana” y “La acabación”.
El grupo de gaiteros que ganó el Grammy estaba integrado por el cantante Rafael Castro Fernández y por Gabriel Torregrosa (tambora), Toño García (gaita hembra), Juancho Fernández (canto y tambora), Jairo Herrera Guerrero (gaita macho y maraca) y Walber Rodríguez Ballestas (tambor alegre).
Rafael Pérez García anduvo tocando y cantando con Los Gaiteros de San Jacinto durante unos 15 años. “Poesía con sabor a pueblo”, se oye decir en otra de sus composiciones, la hermosa “Llirene en la gloria”, considerada el himno del Festival de Gaitas de Ovejas, escrita en homenaje a Francisco Llirene, “tamborero de cuidado, de la cabeza a los pies”, como Manuel Salgado Batata, como lo llama su alumno Tato Marenco en una décima que escribió y que canta el soledeño Gabriel Segura.
“Francisco Llirene, el diablo del tambor . El hombre que le dio nombre al Festival de Ovejas y que es ya una leyenda en los recovecos de los Montes de María. De Pacho Llirene se dice que era capaz de tocar el cuero sin descanso por días y noches enteras ayudado solo por el humo de su tabaco grueso y los tragos de gordolobo (ron de alambique) que mantenía en su mochila de fique”, escribe el periodista Eduardo García Martínez. A Rafael Pérez García su “gloria” —reputación, fama y honor, esplendor, magnificencia, según la Real Academia— le viene no solo de su arte decimero sino también por haber fundado la Escuela de Música Tradicional de Gaitas para Niños y Jóvenes.
El amor le ha dictado en sueños algunos versos…
Triste y llorando cantaba
Los versos que un día te hice.
Sabes que mucho te quise
Y bastante te adoraba.
Las gaitas me acompañaban
Con su armonioso lamento
Lloraban con sentimiento
Al compás de los tambores.
Yo era una tumba sin flores
Lejos de tus pensamientos.
La decimotercera Fiesta del Pensamiento le ha querido rendir un merecido homenaje a este hombre de “ojos de tigrillo inteligente”, como lo define el escritor Alfonso Hamburger, quien ha hecho un retrato muy preciso de este artista.
“Pérez García, uno de los mejores repentistas del Caribe, radicado por muchos años en Sahagún, es un hombre riguroso para la composición. Sus letras y sus melodías son exactas y se abren paso como un potencial importante hacia el futuro. Es tan respetuoso de este oficio que no anda por allí regando canciones para que se las graben, sino que se las da a Rafa Castro, de Los Gaiteros de San Jacinto, quien es hasta ahora su mejor interprete. Ganó el premio Grammy 2007 con la canción “Fuego de cumbia”, un mensaje de rebeldía y poesía, pero su vida de lucha no ha cambiado por eso. Del SENA, donde fue instructor por siete años, fue sacado durante el gobierno de Álvaro Uribe, y desde entonces tiene una tienda y completa sus ingresos con la música , en medio de un mercado avasallado por el vallenato nueva ola y el reguetón”. Las fracturas de nuestra historia —conquistas, invasiones, ataques, guerras y guerrillas, masacres y despojos, rebeliones— desatan el caos en las ciudades y en el campo, como ha sucedido durante siglos y como ocurrió en los Montes de María a fines del siglo XX y comienzos del presente. San Jacinto no ha sido una excepción.
La cultura, la música, el arte, son formas de resistencia y lucha pacífica contra el atcabóse y el caos social propiciado por los violentos.
Y aun cuando Rafael Pérez García evitara componer décimas sobre esas situaciones de violencia sentimos que todo su trabajo, todo su ser, tiene “velas en el entierro del caos” y en la conservación y renovación de nuestro folclor.
“Yo nunca utilicé la cultura para hablar de la violencia. En medio de la violencia anduve cantando, tocando gaitas y haciendo canciones. Los temas siempre han sido los que he vivido tranquilo. Por ejemplo: construyo la hamaca en versos porque mi mamá era tejedora. También cosecho tabaco con décimas porque mi papá era sembrador de tabaco. Elaboro los instrumentos musicales de gaitas porque estoy relacionado con ello. Y así han sido mis composiciones”, declaró el compositor.
La cosecha del tabaco
Vengo a contarles contento
La cosecha del tabaco
En estos versos que saco
De mi profundo talento.
A todos se las presento
Bien clara y sin nada opaco
Conforme yo la destaco
Préstele mucha atención
Pa’ qué sirve la reunión
La cosecha del tabaco…
Y las décimas para elaborar hamacas y tejer. Este año “la actividad del pensamiento” oirá las décimas de Rafael Pérez García, de quien se dice que guarda en su prodigiosa memoria unos 5.000 versos. Los niños y otros conocedores y todo el pueblo en general esperan ansiosos gozar de su ciencia poética, sus cantos, gaitas y tambores…
“Fuego de cumbia” se llamaba en los orígenes esta canción… titulada ahora “Un fuego de sangre pura”. Aquí va la letra:
Un fuego de sangre pura
Que con lamentos se canta
Se extienden noches oscuras
Como un jolgorio que encanta
Los repiques de tambores
La raza negra levanta
El indio pasivamente
Con su melódica gaita
Interrumpe en el silencio
Cuando una fogata baila
Y yo siento en mis venas
Un fuego que no se apaga
Es el fuego de mi cumbia
Es el fuego de mi raza
Un fuego de sangre pura
Que con lamento se canta.
Mi tierra guaca inexplorada
Sin tribus y sin caciques
La raza negra ha quedado
Que con alegría nos viste
Porque con fuerza y valor
Ganaron el paso libre
Al mezclarse su cultura
Con la del indio aborigen
Hacen vibrar el lamento
Que hoy nuestra tierra vive.
Como el fuego de mi cumbia
Como el fuego de mi raza
Un fuego de sangre pura
Que con lamento se canta.
Por aquí hay varias señales
De tiempos precolombinos
Porque hablar de la gaita
Es retroceder caminos
Es meterse en el ayer
Y en la ciencia del indio
Es recordar viejos tiempos
Que hace siglos se han ido
Pero dejando la mezcla
De cultura y de civismo.
Es el fuego de mi cumbia
Es el fuego de mi raza
Un fuego de sangre pura
Que con lamento se canta.
—ooo—
El decimero Julio Cárdenas Guerrero, de El Carmen de Bolívar, ante la pregunta sobre el origen de la décima en la región, señala que “el canto de la décima nace a partir del lamento de los negros esclavos. Los negros esclavos tenían sus cantos; estos eran cantos de lamentos, cantos que hacían parte de sus largas jornadas de trabajo y de maltrato. A partir de esos cantos de esclavitud emergen los cantos campesinos de zafra y de vaquería, y luego se adaptan a la estructura de la décima traída por los españoles para evangelizar. Los españoles trajeron la décima para evangelizar, pero solo la estructura, ellos no la cantaban, el canto se lo puso el campesino a partir de los cantos de zafra y vaquería” (Cárdenas, 2008, entrevista).
* Fue corresponsal de El Espectador en París. Es autor de los libros “Vestido de bestia”, “Los domingos de Charito”, “Trapos al sol” y “Dionea”. Su más reciente novela es “Pechiche naturae” (Collage Editores).