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No lo escogí, las cosas así se fueron dando, como en todo, uno no escoge ni el país, ni el sexo, ni la calle en donde crece, ni el mejor amigo de la infancia. Son ofertas del destino, algunas salen bien, otras no tanto. Lo mismo me pasó con RCN, la vida me ofreció en 1989 entrar a hacer una suplencia de escritura y así, sin que nos diéramos cuenta, se convirtió en mi casa.
Mayolo, Guillermo Restrepo, Samuel Duque, Hernando Martínez Pardo, Marta Bossio, Kepa Amuchastegui, Pepe Sánchez, Connie (sigue en el mismo lugar), las tres hermanas Vásquez, Café, Bety la fea, La vorágine, La casa de las dos palmas, Los Reyes, La otra raya del tigre, La María, Mauricio Miranda, Mónica Agudelo, son algunos de los nombres y de las obras que llegan a la memoria apenas se piensa en RCN.
RCN, ahora canal, antes programadora, es una empresa privada con legítimo ánimo de lucro y en tanto eso es así, ellos, sus dueños, pueden hacer lo que mejor les convenga, no tengo yo derecho ni como habitante de su historia, ni como ciudadano, de decirle a la familia Ardila qué hacer con lo que le pertenece. Se me antoja preguntar a quien corresponda: ¿Hasta dónde una iniciativa privada que se construye simbióticamente con la historia de la sociedad a la que sirve tiene el derecho anímico de dar la espalda y retirarse como quien cierra el toldo de hamburguesas y dice que “ya no más”? No lo sé. ¿De qué tamaño es el vínculo entre el capital privado y el capital cultural de una sociedad? Hemos visto los colombianos el esfuerzo de este diario, El Espectador, por no condenar esta claraboya de la democracia y la libertad de expresión, ¿no habría sido más fácil cerrar? Repito, no sé. No sé qué diga la ética del libre mercado en este asunto. Lo que sí sé es que en un país tan escaso de dimensiones culturales y de entretenimiento, RCN es parte voluminosa de la historia reciente de Colombia. Hasta hace 10 años era la vanguardia de la narrativa audiovisual nacional, ganándose un honroso lugar al lado de la RTI de Fernando Gómez Agudelo (otro que hizo patria). ¿Será que esto que yo digo a alguien le importa?