
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Tantas cosas y bombardeos de voces expertas sobre el deber ser. Inicié de nuevo en otra academia. Allí me sentía en casa. Hallé a mi maestro de escritura, Álvaro Lizarralde, quien me hizo soñarme el mundo en letras de Neruda, Hesse, Cortázar, Sábato y Borges y quien despertó la fascinación por mi pluma, antes endeble y demolida. Me sugirió que abriera un blog y que empezara a cultivar mis historias. Él asumía con astucia que el lente de la sensibilidad sería mi certeza, en vez de mi talón de Aquiles, como aún hoy lo sigo viendo.
Abrí el blog. Sería voz, mi lucha y la forma de llegar a otras vidas. Poco importarían el estilo, la visión del mundo, las reglas y los manuales. Quería que este lugar fuera el asilo de mis penas, artilugios, y por supuesto, una transfiguración del hastío con de vivir todos los días la misma vida. No me importaría si allí viviría de nuevo el mito de las cavernas o si el eterno retorno estaría a la orden del día, porque siempre habría una nueva página para narrar, aún sin ser vivida. Esa sería la lucha: creer en la utopía, crear la utopía. Así que en 2.008 nació “La utopía de Mariana”, llevando el nombre de una canción compuesta por un cantautor que escucho desde los 12 años, Santiago Cruz. Un hombre que le escribe al amor, al desamor, a la vida, a lo rotos que estamos, pero a lo capaces de ser nuestro mismo paracaídas, también. Su música, asimismo, denuncia a través de su arte que a veces la humanidad se desvanece como los glaciares.
En esa época, tal vez en universos paralelos, teníamos algo en común. Él viajo a España, dejando su zona de confort para apostarle por tercera vez a un disco al lado del reconocido productor Nacho Mañó. Y sí, la tercera fue la vencida al lado de su disquera y La Negra, su incansable manager. Yo, por mí parte, en la búsqueda que aún no cesa: mi propia voz. Una de esas noches, le envié un mensaje a facebook contándole sobre mi blog. Recuerdo haberle dicho: “espero no te moleste y que no vaya a tener problemas por derechos de autor jejeje”. Casi ocho meses después, cuando regresó al país e inició la promoción de su tercer disco “Cruce de Caminos”, visitó “La zona tomasina”, el programa radial que lideraba junto a mis mejores amigos.
Camino a la cabina, Cruz me dijo, “Cami, por favor pregúntame si este disco tiene alguna sorpresa”. Yo pensé que esa pregunta podía ser un lugar común, de esos de los que tantas veces trato de huir. Finalmente me lancé y asentí a su deseo. Su respuesta fue: “Un día escribiendo este disco, en un momento fuerte de revolcón emocional, me salvó la noche un mensaje que hablaba acerca de lo que una canción mía había hecho por ti”. Ahí nació el último track de este disco que fue grabada en una sola toma, a guitarra y voz. “De eso se trata, que la música llegue a quien tenga que llegar, eso es suficiente”. Una oda a los precios que uno no puede estar dispuesto a pagar, a esos mínimos que no son negociable, a esa voz que por más que trate de pulirse muchas veces va a quedar presa en la mediocridad, y no es un crimen, es algo humano demasiado humano. A que no importa que muchas veces se cierre el telón de la vida, de las expectativas, a que uno se quiebre, porque siempre, siempre al final del día existe alguien que cree en uno y ante eso ¿qué más da?
Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=D6kagOjMx8E