Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              14 de febrero de 2024 - 06:13 p. m.

                                                                                                                              Y eran una sola sombra

                                                                                                                              Luego de cinco años de trabajos, de escribir, borrar y volver a escribir decenas de veces, Isabel-Cristina Arenas, colaboradora de estas páginas, narra en su primera novela la historia de los Sepúlveda, publicada el año pasado por la editorial española Candaya.

                                                                                                                              Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                              Editor de Cultura
                                                                                                                              La autora de la novela "Y eran una sola sombra", Isabel-Cristina Arenas, presenta la saga de la familia Sepúlveda a lo largo de varias generaciones.
                                                                                                                              Foto: Paulina Flores

                                                                                                                              Y eran una sola sombra, como tituló Isabel-Cristina Arenas su novela. Una sombra de la que surgían algunas palabras que parecían llevar una etiqueta que decía “para el uso diario”, y que por la fuerza de la costumbre se volvió parte de una familia. Era sombra don Alfredo Sepúlveda, y era sombra doña Isabel de Sepúlveda. Fueron sombra el hermano mayor y Luz, y todos y cada uno de ellos fueron tejiendo y destejiendo historias con sus sombras y a partir de ellas. Frases, sonidos, narraciones repetidas una y otra vez, tal vez para esconder otras posibles narraciones que jamás salieron de las sombras, y plantas dispersas por un patio, y un patio como refugio y un refugio como alianza, como complicidad. En últimas, la vida.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos: El renacer del patrimonio cultural ucraniano

                                                                                                                              El hijo menor vive solo con el padre. Son una familia de dos, tienen el mismo nombre y apellido. No hay temas en común, hay sonidos en común”.

                                                                                                                              Ellos dos, Alfredo y su hijo menor, y antes, Ana Francisca y Alfredo, y luego cada personaje de la novela, fueron la fuerza de lo común. Isabel-Cristina Arenas los tomó como a muñecos, los puso en fila, extrajo de ellos algunas de sus pertenencias y sus pasados, y contó sus historias, que eran también las suyas y relató sus vidas bajo la sombra de sus palabras. A lo largo de los años, hizo varios intentos. Escribió decenas de decenas de cuartillas que después reescribió y guardó y luego volvió a reescribir y a guardar. Necesitaba que el tiempo pasara. Necesitaba que los años y el barniz de los años la transformaran y la hicieran ver todo de una manera distinta, comenzando por ella, que pasaba de un trabajo a otro y de una casa a la siguiente.

                                                                                                                              Portada del libro "Y eran una sola sombra" de la escritora Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda, publicada por la editorial Candaya, 2022.
                                                                                                                              Foto: Editorial Candava

                                                                                                                              Le sugerimos: “Otra vez San Valentín”, un cuento de la escritora española Ana Álvarez

                                                                                                                              Un joven que carga bultos de tabaco en una fábrica de Piedecuesta ve a una mujer de cejas pobladas y cintura pequeña, y piensa que con ella sí se casaría. Después se echa a los hombros otro bulto y le duele la espalda”.

                                                                                                                              Hoy, ayer nada más, cuando hablaba del pasado, de sus angustias mientras escribía, de su minuciosa búsqueda por los detalles y a través de ellos, de su pasión delirante por coleccionar pequeños y no tan pequeños objetos para que ellos le contaran lo que ocurrió y lo que no, pues, a fin de cuentas, decía, aunque no fuera tan explícitamente, que eran los objetos los que mejor contaban la historia. Los únicos que no la falseaban, porque, a fin de cuentas, no tenían intenciones. Los objetos existían, brillantes u opacos, grandes o mínimos, pesados o livianos. Existían y solo existían porque alguien los había hecho existir, y funcionaron durante un tiempo, poco o mucho, y siguen funcionando para otras cosas, pasados los años, los siglos quizá, pero no guardaban en sí una intención. Eran relatos en sí mismos.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos: Sobre el año de Arnoldo Palacios y la politización de una celebración

                                                                                                                              Para borrar la pizarra, Alfredo recoge una hoja del suelo, una hoja ni tan verde ni tan seca para que pueda escribir otra vez el dictado sin atrasarse. Tiene diez años y todavía va a la escuela. Las que están muy verdes se despedazan al frotarlas contra la superficie y quedan los parches de savia pegados en la pizarra que, junto a lo que podría llamarse la tiza con la que toma notas, forman una capa blanca sobre la que no puede volver a escribir nada”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Alfredo comenzaba a escribir. Tendría 10 años, meses más o meses menos. Eran los 1930 del siglo XX, como mil años atrás. Más tarde empezaría a preocuparse por la ortografía. Quería que se diferenciaran la b y la v, la c y la s y la z, y quería, más que eso y que nada, escribir cada palabra con la letra que correspondía. Creía, de alguna manera creía que cada palabra tenía su historia, su lugar de nacimiento, su sitio de maduración, sus influencias en tal o cual sitio, y que con los años iba perdiendo o ganando significados. Las palabras eran cosas, y tanto las unas como las otras tenían vida, eran vida, así pocos lo creyeran o lo pensaran. Eran inmortales, así borrara las palabras una y otra vez para escribirlas mejor, o para escribir otras, y así botara a la caneca alguna cosa que parecía ya muy, demasiado gastada.

                                                                                                                              Le sugerimos: Historias de amor que nunca mueren en el cementerio de La Habana

                                                                                                                              Por eso ahorra hojas que son borradores de letras, las guarda en su mochila, en una bolsa de tela que se amarra a la cintura en donde pone la tiza”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Con el transcurrir de los años, o de las décadas, las tizas y los tableros se volvieron obsoletos, una especie de romanticismo para los coleccionistas de momentos. Isabel-Cristina Arenas coleccionó tizas, coleccionó hojas de borrador y borradores de escuela. Y borró y anotó sus palabras en algunas pizarras, también de viejas escuelas. Dejó su historia allí, a merced de quien la quisiera leer, y también, a merced de quien la quisiera olvidar, borrándola de un “pepazo de mango”. El límite entre lo que había ocurrido, lo que ella pensaba que había ocurrido y lo que no, eran la tiza y el tablero, el escribir y el borrar, el dibujar a veces, y también y en últimas, jugársela por escribir y que alguien llegara desde cualquier lado y con cualquier intención y volviera toda su historia, o por lo menos, toda la historia que había escrito, una nada. O la nada.

                                                                                                                              Mi hermano mayor se creía el dueño del sufrimiento, los demás sólo extras en ese tiempo. Yo tenía que quedarme callada y hacerle caso. Entiendo que él no tenía permitido ser débil, era mejor volverse loco que ser un cobarde”.

                                                                                                                              Le sugerimos: Hong Kong busca impulsar intercambios culturales entre Oriente y Occidente

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Los tiempos de las sombras de José Asunción Silva, “Y eran una sola sombra larga”, como escribió en su Nocturno, y el de los personajes de Arenas, y el de los poetas y escritores del siglo XX y de antes, eran tiempos de valores casi que en blanco y negro. La valentía, la generosidad, la decencia, la sinceridad, la dignidad y un largo etcétera de características, eran a todo o nada, o a blanco y negro. A nadie le agradaban las personas débiles, y menos, aquellos personajes que iban por la vida haciendo gala de sus vivezas y sus trampas, e incluso de su mezquindad, consecuencias directas de la debilidad. Alfredo no podía ser débil. Tampoco debía serlo. Una sociedad de débiles era una sociedad de timadores y holgazanes. Una sociedad de débiles llevaba a la perdición, y la perdición conducía al vacío, y luego, a la extinción.

                                                                                                                              Cuando voy a visitar a papá al cementerio le llevo pompones o crisantemos amarillos y me quedo un rato largo sentada a su lado. Si estoy triste no le digo, tampoco si algo me duele, ni le voy con quejas de mis hermanos”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Cada jueves podrán recibir en sus correos el newsletter de El Magazín Cultural, un espacio en el que habrá reflexiones sobre nuestro presente, ensayos, reseñas de libros y películas y varias recomendaciones sobre la agenda cultural para sus fines de semana. Si desean inscribirse a nuestro newsletter, que estará disponible desde la segunda semana de marzo, puede hacerlo ingresando al siguiente link: https://docs.google.com/forms/d/1-4PxELp72z_Px_2zMp9Uz0CprTFW5ZUZTKNMayp4x-M/edit

                                                                                                                              La autora de la novela "Y eran una sola sombra", Isabel-Cristina Arenas, presenta la saga de la familia Sepúlveda a lo largo de varias generaciones.
                                                                                                                              Foto: Paulina Flores

                                                                                                                              Y eran una sola sombra, como tituló Isabel-Cristina Arenas su novela. Una sombra de la que surgían algunas palabras que parecían llevar una etiqueta que decía “para el uso diario”, y que por la fuerza de la costumbre se volvió parte de una familia. Era sombra don Alfredo Sepúlveda, y era sombra doña Isabel de Sepúlveda. Fueron sombra el hermano mayor y Luz, y todos y cada uno de ellos fueron tejiendo y destejiendo historias con sus sombras y a partir de ellas. Frases, sonidos, narraciones repetidas una y otra vez, tal vez para esconder otras posibles narraciones que jamás salieron de las sombras, y plantas dispersas por un patio, y un patio como refugio y un refugio como alianza, como complicidad. En últimas, la vida.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos: El renacer del patrimonio cultural ucraniano

                                                                                                                              El hijo menor vive solo con el padre. Son una familia de dos, tienen el mismo nombre y apellido. No hay temas en común, hay sonidos en común”.

                                                                                                                              Ellos dos, Alfredo y su hijo menor, y antes, Ana Francisca y Alfredo, y luego cada personaje de la novela, fueron la fuerza de lo común. Isabel-Cristina Arenas los tomó como a muñecos, los puso en fila, extrajo de ellos algunas de sus pertenencias y sus pasados, y contó sus historias, que eran también las suyas y relató sus vidas bajo la sombra de sus palabras. A lo largo de los años, hizo varios intentos. Escribió decenas de decenas de cuartillas que después reescribió y guardó y luego volvió a reescribir y a guardar. Necesitaba que el tiempo pasara. Necesitaba que los años y el barniz de los años la transformaran y la hicieran ver todo de una manera distinta, comenzando por ella, que pasaba de un trabajo a otro y de una casa a la siguiente.

                                                                                                                              Portada del libro "Y eran una sola sombra" de la escritora Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda, publicada por la editorial Candaya, 2022.
                                                                                                                              Foto: Editorial Candava

                                                                                                                              Le sugerimos: “Otra vez San Valentín”, un cuento de la escritora española Ana Álvarez

                                                                                                                              Un joven que carga bultos de tabaco en una fábrica de Piedecuesta ve a una mujer de cejas pobladas y cintura pequeña, y piensa que con ella sí se casaría. Después se echa a los hombros otro bulto y le duele la espalda”.

                                                                                                                              Hoy, ayer nada más, cuando hablaba del pasado, de sus angustias mientras escribía, de su minuciosa búsqueda por los detalles y a través de ellos, de su pasión delirante por coleccionar pequeños y no tan pequeños objetos para que ellos le contaran lo que ocurrió y lo que no, pues, a fin de cuentas, decía, aunque no fuera tan explícitamente, que eran los objetos los que mejor contaban la historia. Los únicos que no la falseaban, porque, a fin de cuentas, no tenían intenciones. Los objetos existían, brillantes u opacos, grandes o mínimos, pesados o livianos. Existían y solo existían porque alguien los había hecho existir, y funcionaron durante un tiempo, poco o mucho, y siguen funcionando para otras cosas, pasados los años, los siglos quizá, pero no guardaban en sí una intención. Eran relatos en sí mismos.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos: Sobre el año de Arnoldo Palacios y la politización de una celebración

                                                                                                                              Para borrar la pizarra, Alfredo recoge una hoja del suelo, una hoja ni tan verde ni tan seca para que pueda escribir otra vez el dictado sin atrasarse. Tiene diez años y todavía va a la escuela. Las que están muy verdes se despedazan al frotarlas contra la superficie y quedan los parches de savia pegados en la pizarra que, junto a lo que podría llamarse la tiza con la que toma notas, forman una capa blanca sobre la que no puede volver a escribir nada”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Alfredo comenzaba a escribir. Tendría 10 años, meses más o meses menos. Eran los 1930 del siglo XX, como mil años atrás. Más tarde empezaría a preocuparse por la ortografía. Quería que se diferenciaran la b y la v, la c y la s y la z, y quería, más que eso y que nada, escribir cada palabra con la letra que correspondía. Creía, de alguna manera creía que cada palabra tenía su historia, su lugar de nacimiento, su sitio de maduración, sus influencias en tal o cual sitio, y que con los años iba perdiendo o ganando significados. Las palabras eran cosas, y tanto las unas como las otras tenían vida, eran vida, así pocos lo creyeran o lo pensaran. Eran inmortales, así borrara las palabras una y otra vez para escribirlas mejor, o para escribir otras, y así botara a la caneca alguna cosa que parecía ya muy, demasiado gastada.

                                                                                                                              Le sugerimos: Historias de amor que nunca mueren en el cementerio de La Habana

                                                                                                                              Por eso ahorra hojas que son borradores de letras, las guarda en su mochila, en una bolsa de tela que se amarra a la cintura en donde pone la tiza”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Con el transcurrir de los años, o de las décadas, las tizas y los tableros se volvieron obsoletos, una especie de romanticismo para los coleccionistas de momentos. Isabel-Cristina Arenas coleccionó tizas, coleccionó hojas de borrador y borradores de escuela. Y borró y anotó sus palabras en algunas pizarras, también de viejas escuelas. Dejó su historia allí, a merced de quien la quisiera leer, y también, a merced de quien la quisiera olvidar, borrándola de un “pepazo de mango”. El límite entre lo que había ocurrido, lo que ella pensaba que había ocurrido y lo que no, eran la tiza y el tablero, el escribir y el borrar, el dibujar a veces, y también y en últimas, jugársela por escribir y que alguien llegara desde cualquier lado y con cualquier intención y volviera toda su historia, o por lo menos, toda la historia que había escrito, una nada. O la nada.

                                                                                                                              Mi hermano mayor se creía el dueño del sufrimiento, los demás sólo extras en ese tiempo. Yo tenía que quedarme callada y hacerle caso. Entiendo que él no tenía permitido ser débil, era mejor volverse loco que ser un cobarde”.

                                                                                                                              Le sugerimos: Hong Kong busca impulsar intercambios culturales entre Oriente y Occidente

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Los tiempos de las sombras de José Asunción Silva, “Y eran una sola sombra larga”, como escribió en su Nocturno, y el de los personajes de Arenas, y el de los poetas y escritores del siglo XX y de antes, eran tiempos de valores casi que en blanco y negro. La valentía, la generosidad, la decencia, la sinceridad, la dignidad y un largo etcétera de características, eran a todo o nada, o a blanco y negro. A nadie le agradaban las personas débiles, y menos, aquellos personajes que iban por la vida haciendo gala de sus vivezas y sus trampas, e incluso de su mezquindad, consecuencias directas de la debilidad. Alfredo no podía ser débil. Tampoco debía serlo. Una sociedad de débiles era una sociedad de timadores y holgazanes. Una sociedad de débiles llevaba a la perdición, y la perdición conducía al vacío, y luego, a la extinción.

                                                                                                                              Cuando voy a visitar a papá al cementerio le llevo pompones o crisantemos amarillos y me quedo un rato largo sentada a su lado. Si estoy triste no le digo, tampoco si algo me duele, ni le voy con quejas de mis hermanos”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Cada jueves podrán recibir en sus correos el newsletter de El Magazín Cultural, un espacio en el que habrá reflexiones sobre nuestro presente, ensayos, reseñas de libros y películas y varias recomendaciones sobre la agenda cultural para sus fines de semana. Si desean inscribirse a nuestro newsletter, que estará disponible desde la segunda semana de marzo, puede hacerlo ingresando al siguiente link: https://docs.google.com/forms/d/1-4PxELp72z_Px_2zMp9Uz0CprTFW5ZUZTKNMayp4x-M/edit

                                                                                                                              Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                              De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar