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Mientras Berlín se recuperaba de tres días de intensa nevada, con calles y andenes aún medio cubiertos de blanco, al público de la Berlinale le elevaba el ánimo la llegada de Robert Pattinson como protagonista de esta parodia de película del espacio hecha por el director coreano. En la primera escena se ve a Mickey mientras se limpia la nieve de unos lentes tipo esquiador y un dispositivo en su muñeca le dice que los golpes y heridas que tiene en su cuerpo no le permitirán resistir mucho. En la voz de Mickey no hay miedo por la certeza de su muerte, pero tampoco es cuestión de valentía. Pattinson logra borrar todo recuerdo del Caballero Oscuro cuando la entonación y las gesticulaciones elegidas por el intérprete traducen inseguridades y falta de amor propio. Mickey 17 sabe que pronto llegará su versión 18.
La historia se desarrolla en un futuro cercano. En un salto al pasado de esa primera escena, el público se entera del proceso acelerado que llevó a la humanidad a otros planetas. Mikey es un humano que quiere escapar de un problema con la mafia y se ha ofrecido como voluntario para un proyecto científico que nombra a sus participantes como “desechables”. Una tecnología que permite imprimir cuerpos e implantar las memorias previas. Sin embargo, las bondades que a primera mano puede ofrecer este desarrollo superan apenas un debate ético, religioso, filosófico y científico y la ha dejado su uso solo para el espacio exterior.
Mikey es una herramienta esencial, por desechable, para la exploración espacial. Mickey es un paria. Su amigo Timo, Steven Yeun, el actor que sigue su camino de encarnar a malos amigos, le manipula. Sus compañeros de clase sienten hacia él entre desprecio y curiosidad debido a su condición de “reimpreso”. Lo único bueno para este muchacho es su físico, que atrae a Kai Katz (Anamaria Vartolomei). También a Nasha (Naomi Ackie), la que toma la delantera y lo hace su amante, aunque las relaciones sexuales están cuestionadas por su alto costo energético. El megalómano líder Kenneth Marshall (Mark Ruffalo) y Ylfa (Toni Collette), su inseparable esposa, le piden al pueblo que se espere el gustico hasta llegar a algún lugar que puedan colonizar.
En una adaptación de la novela de Edward Ashton, el realizador toca temas que hemos visto en otras de sus obras. Como en Okja y Snowpierce acá también hay un supuesto líder, que está allí como parte del rédito de ser adinerados en exceso y venerados por muchos. En este caso, K. Marshall es este pseudo-líder, al que Ruffalo tiñe de múltiples gesticulaciones hasta hacerse caricatura del hoy presidente de los EUA. Otros asuntos que no se le escapan al director son la melancolía de la clase trabajadora, vista en Parasite, el tono distópico (Snowpierce), o el sentido negro del humor. Todos estos elementos son usados para seguir con su mirada particular de la actualidad.
Mikey, en su versión 17, se encuentra en una situación desesperada. Abandonado, está a la merced de unas criaturas que son como pulgas gigantes en ese planeta de hielo al que ha llegado la nave espacial. Aunque su amigo Timo parece rescatarlo, en realidad solo busca un arma de fuego, y Mickey es eso a lo que quizá lo único que importa preguntarle es “¿qué se siente morir?”. Pese a lo complicado de su situación, y de que Mickey ya espera su versión 18, las criaturas nativas lo salvan y en sus guturales sonidos parecen comunicarse con él, que les responde. Pero nada le es fácil a Mickey. Cuando llega a la nave nodriza le espera su versión feroz y combativa.
Los invasores humanos terminan capturando uno de los bebés nativos de ese planeta, a los que el líder terrícola llama “alienígenas”. Bong Joon-ho lleva el clímax de su filme en el enfrentamiento que se da entre los locales, que se presentan a reclamar a su prole, y los recién llegados, que se sienten amenazados por los recién bautizados “creepers”, a los que quieren fumigar y exterminar para poder poblar ese nuevo territorio con verdaderos y reales humanos. La posibilidad abierta de comunicación con ellos por parte de Mickey, tanto como su misma existencia, no tendrían futuro en la visión del prejuicioso líder.
En esta edición 75 de la Berlinale, se le ha reconocido la capacidad al director coreano de mantener su crítica social y humor ácido en Mikey 17: su película combina elementos de ciencia ficción con una sátira sobre la humanidad y su relación con la tecnología y el poder. Aunque algunos de los apostados la encuentren más liviana que sus obras anteriores, la cinta conserva los toques característicos del director, como la creación de seres vivos extraños y la mirada a sistemas plutocráticos. Con una producción respaldada por Warner Brothers, Mikey 17 es una experiencia visual y narrativa que sigue ofreciendo la combinación de entretenimiento y reflexión. Y un trabajo que sigue mostrando los dotes de unos de los talentos de la actuación del presente en Robert Pattinson como Mickey Barnes.
