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Pero ¿por qué una reseña biográfica? Porque la historia de esta Caperucita (su historia editorial, por así decirlo) es la de una entidad que va transformándose con los años, no solo en su aspecto visual, sino también en su contenido y en su tamaño; además, dicha historia se encuentra íntimamente ligada a la de la literatura infantil de los últimos años en Colombia.
Por allá en 1993 salía la primera edición de este libro por Comfamiliar del Atlántico, tras ganar en la segunda versión de este concurso que ya es toda una institución, pero que para 1991, año en el que ganó, apenas estaba surgiendo. Dicha edición, más que príncipe, se podría considerar primigenia y embrionaria de lo que sería después esta magnífica obra, ya que solo contaba con dos relatos que pasarían a las siguientes ediciones: “Caperucita Roja” y “El sapito que comía princesas”.
Posteriormente, el libro lo vería Calibán y lo propondría a Fernando Rojas, el gerente de Panamericana Editorial, quien, según me contó alguna vez, le pidió a Triunfo que ampliara el relato y a raíz de esto cobraría forma la colección de diez relatos que circularon por varios años, con una curiosidad adicional: este fue el primer libro que el por aquel entonces joven Alekos ilustró para Panamericana Editorial, y que abrió la puerta para muchas otras colaboraciones y libros de este genio-artista-duende en esta casa editorial.
De dicha colección, cuya edición cuidaría Calibán, se resalta su irreverencia frente a la tradición literaria de los cuentos de hadas, desacralizando sus arquetipos y trayéndolos a una mentalidad moderna plena de humor e ironía: por ejemplo, el lobo ya no es la presencia ominosa de Caperucita Roja ni la que enfrentan los tres cerditos (me permito aventurar que la elaboración que hace Triunfo de estos tres hermanos prefigura, por su carácter travieso, a los de David Wiesner), mientras que princesas bizcas, príncipes tontorrones y hasta el diablo desfilan por esta edición que en 1997, con una sociedad aún más conservadora en sus ideas sobre la infancia y lo que “se debía leer”, fue bastante osada; creo que es justamente ahí donde radica su actualidad, su frescura y el hecho de que se mantenga como un clásico de la literatura infantil latinoamericana; claro, además de algunos guiños y doble sentidos que solo entenderemos los lectores adultos. Toda una apuesta editorial.
Casi veinte años después, en 2015, Caperucita se fue con los españoles.
El libro tuvo una nueva edición en Ediciones SM y así se sumaba al fondo de la casa de Daniel Keyes, María Gripe, Joan Manuel Gisbert, por nombrar solo algunos en el mercado extranjero, o de Ivar da Coll, Claudia Rueda o Luisa Noguera, en el mercado nacional. María Fernanda Paz-Castillo cuidó esta edición para la querida colección de El barco de vapor; en este título, revisado y actualizado por Triunfo, se incluyó por primera vez “Las razones del lobo”, una vuelta de tuerca interesantísima sobre estos relatos, ya que algunos personajes abordan al narrador y le reclaman por la forma en la que los describe: así, además de desacralizarlos, Triunfo los saca de los relatos y los pone en un nivel que rompe la cuarta pared de una manera que nos recuerda de nuevo a Wiesner y a otros autores que han jugado con esta propuesta estética en el ámbito narrativo, como Unamuno o Macedonio Fernández.
La edición de SM contó con las ilustraciones de Mateo Rivano, lo que le dio una nueva vida al libro y tendió un puente interesante entre dos propuestas visuales que, aunque separadas en el tiempo, constituyen una misma mirada irreverente y diferente sobre el acto de ilustrar (en la otra orilla, me refiero, claramente, a Alekos). El arte del libro tiene la firma de Camila Cesarino.
El fin de la aventura de Ediciones SM en Colombia trajo también el fin del coqueteo de la Caperucita con editoriales internacionales y, tras varios años de tira y afloje, Triunfo decidió que volviera a su primera casa: Panamericana Editorial. Un reencuentro que también, como en el eterno retorno, tuvo como protagonista a Fernando Rojas.
Como la persona encargada de cuidar esta edición, para mí esta obra fue todo un reto. Sopesamos cada aspecto narrativo y físico del libro durante días y días de trabajo, desde el manuscrito con los comentarios de Triunfo, hasta comparaciones con las ediciones anteriores, análisis del papel que se usaría, el diseño que tendría, en fin, toda una aventura con un autor exigente y con el que logramos tener el libro que queríamos.
Para esta nueva edición, publicada en 2025, agregamos varias cosas: primero, un nuevo (y según dice Triunfo) último cuento, “Las razones de Blancanieves”, un relato urbano de princesas en pantalones y sandalias, con el caótico centro de Bogotá como trasfondo. Para mí, la vuelta de tuerca final de esta colección. El relato definitivo que conjuga la total desacralización de los personajes de los cuentos de hadas, cuyas historias ya se han diluido prácticamente en la experiencia humana contemporánea, que también tiene al propio narrador, de nuevo, como testigo y personaje. De igual manera, la posibilidad del libro a todo color permitió jugar y darle una identidad de color a cada cuento, entre otros pequeños gestos gráficos y editoriales que el lector disfrutará, así no los aprecie en la primera lectura. Acá hay que nombrar el impecable trabajo de Martha Cadena, quien cumplió la visión surgida en los desvaríos entre autor, editor y Caperucita.
Insisto de nuevo en labor de constante revisión de esta obra por parte de Triunfo, que me recuerda la de Juan Ramón Jiménez sobre Platero y yo: quizás esta tercera sea la vencida, aunque Caperucita nos ha demostrado que siempre quiere verse más bella, moderna y cercana a sus lectores.
Evento en FILBo:
Más de 30 años de Caperucita Roja y otras historias perversas. Domingo 27 de abril, 5:30 p.m., Sala Jorge Isaacs.
Por Julian Acosta Riveros
