Batista, quien había gobernado la isla desde 1952, año en el que retomó el poder gracias a un golpe de Estado, saldría del país hacia República Dominicana por la inevitable toma del poder por parte del grupo guerrillero.
Era el triunfo de la Revolución cubana, revolución que había comenzado con aquel famoso y “fallido” asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y que quería acabar con la dependencia cubana hacia los Estados Unidos y con la desigual repartición de las tierras y las riquezas de la nación. Hasta esta fecha, la historia de la isla no se podía explicar sin una intervención directa o indirecta de la potencia americana, desde su ayuda interesada en la Guerra de Independencia cubana de la Corona española hasta la instalación de la base de Guantánamo, entre otras. Esta influencia favorecía a las élites del país, que se comportaban tal como la Casa Blanca les dictaba, pero el “pueblo” no se identificaba con estos mandatos, que lo tenían al margen y en un constante olvido.
De esta manera, en tal primer día del tal año, se instalaría un gobierno revolucionario que rompería con todos los regímenes anteriores y que sería, en primera medida, encabezado por Manuel Urrutia Lleó. Desde ese momento, la historia cubana cambiaría para siempre, se buscaría romper con toda influencia estadounidense, se haría una repartición agraria mucho más equitativa y se fijarían los intereses en la educación y la salud de todos los cubanos.
Era el 1º de enero de 1959 y Cuba despertaba siendo otra Cuba, totalmente diferente.