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Cuando el jueves se cierre el telón del Teatro Nacional de Chaillot, donde es artista asociada, desaparecerá además de forma definitiva un espectáculo que muestra junto a la cantante Sílvia Pérez Cruz y su propia madre las etapas vividas desde que sintió la necesidad de tener un hijo hasta que se quedó encinta.
"Me gusta la idea de que muera la obra cuando aparezca la vida", explica Molina (Málaga, 1984) en una entrevista a EFE. La artista, premio Nacional de Danza en 2010, se desnuda de forma metafórica ante el público de la capital francesa tanto con esa obra estrenada en julio en el Festival de Aviñón (sur de Francia) como con el documental firmado por el almeriense Emilio Belmonte, que tras su paso por varios festivales ve la luz en las salas este miércoles.
La cinta explora su arte mientras la acompaña en la creación de su anterior espectáculo, "Caída del cielo", y muestra una intimidad de la que hasta entonces Molina había sido muy recelosa.
"No quería hacer una biografía. Me interesaba el trabajo en torno al flamenco y las fronteras del flamenco", explica a Efe el cineasta, seguro de que Molina es una de las figuras "más importantes de la historia" del género y de que sus imágenes tendrán un "valor patrimonial" cuando se estudie en el futuro su evolución.
El director, residente en Francia desde 1999, sella con "Impulso" su primer largometraje, del que dice que ofrece "una mirada poética y personal buscando transmitir las sensaciones" que él experimentó durante el rodaje, que forma parte de una trilogía sobre el flamenco cuya segunda parte, centrada en el músico Jorge Pardo, ya está en marcha.
Con discreción y llegando a ser uno más del equipo durante el año en que la cámara siguió sus pasos, se acercó "al cuerpo y el baile" de Molina para dejar como legado un proyecto que respeta el ritmo dentro de cada secuencia y en el que es imposible disociar a la artista de la persona. "Bailo lo que vivo y vivo lo que bailo", asegura ella en vísperas de iniciar su "nuevo viaje como madre".
A Molina, capaz según el Teatro Chaillot, de "las proezas técnicas más sorprendentes", el embarazo y su evolución le han revelado "otra sensibilidad, que no está basada en la energía, sino en la escucha", que sostiene que "por un lado te hace más frágil pero por otro adquiere una fuerza y una belleza que quería descubrir".
La bailaora, acostumbrada a la etiqueta de transgresora, apunta que en su trayectoria nunca se ha guiado por la intención de "alterar nada". "No tengo grandes pretensiones con el arte. De hecho, ninguna, pero con mi persona sí tengo mucho compromiso de buscarme y me gusta sorprenderme, y eso es lo que repercute en mi arte".
Ahora, tras haber empezado a bailar a los tres años y haberse graduado a los 17 en el Real Conservatorio de Danza de Madrid con matrícula de honor, vive con expectación este parón temporal que dedicará "cien por cien" a su hija.
"No será un descanso, creo que será una explosión. Me apetece mucho vivir eso y a mediados de abril retomo otra vez toda la gira", recalca la artista, consciente de que en breve su cuerpo le pedirá "seguir bailando".