Rock al desnudo
Esta invitada especial del Festival Malpensante ha recorrido con su lente los pasos de los grandes de la escena musical argentina e internacional. Sin máscaras ni vestuarios los ha captado de manera honesta, en su esencia única y particular.
Liliana López Sorzano
Se ganó el apodo del “ojo del rock” porque logró registrar el movimiento musical internacional y el boom argentino desde los principios de los 90 hasta ahora. Pero más allá de Charly García encarnizado con un micrófono o de Fito Páez saltando con su guitarra en un escenario, era el encuentro emotivo y personal con cada uno de ellos en la intimidad de un estudio, sin maquilladores, sin vestuaristas o en la antesala del camerino, tras bambalinas, lejos del ruido y los aplausos, lo que lograba captar con su cámara. A través de sus imágenes se revelan la verdad y la poesía que residen en estos músicos tocados por el talento y los excesos, lo humano de sus vicios y lo divino y la grandeza que las masas les confieren. Con estrella o con ella abajo, los grandes del rock fueron retratados por Nora Lezano. Ella es dueña de los anaqueles fotográficos que cuentan la historia de los personajes que han marcado generaciones con sus letras y música.
La expresión artística está en el centro de su vida. Con los años, a la fotografía se le ha sumado la dirección de obras de teatro, la escritura y la filmación. De hecho, su página web (noralezano.com) deja entrever su vida personal, donde las letras, las imágenes, los dibujos y collages dan fe de una mirada sensible al mundo y sus pequeñas cosas. El Espectador la entrevistó.
¿Qué evento marcó ese punto de inflexión para que se dedicara a la fotografía?
Llegué a la fotografía casi sin querer. Una amiga me propuso hacer un curso básico (en mi casa familiar ni siquiera había cámara) y acepté con mucha curiosidad. La música siempre fue una parte muy muy importante de mi mundo, entonces, cuando tuve la cámara de fotos en mis manos, me pregunté: ¿y ahora? No dudé en fotografiar músicos, sobre todo porque quería estar cerca de todos esos artistas que tanto admiraba, y así, desde ese lugar de admiración, casi inocentemente y sin ninguna pretensión, eso se convirtió en mi trabajo. Fueron años de fotografiarlos. Cuando realmente tuve la necesidad de convertir ese “amateurismo” en profesión, dejé mi otro trabajo y empecé a llevar todas esas fotos a revistas especializadas en música y a compañías discográficas.
¿Qué es lo más difícil y lo más agradable de trabajar con los músicos y cómo llega a los escenarios, a los camerinos?
Sus egos, a veces difíciles y a veces agradables… (risas). Llegué a los escenarios a través de encargos de revistas o diarios, o simplemente haciendo fotos para mí. Y a los camerinos justamente por pasar inadvertida, por ganarme muchas confianzas.
El rock suele vivir de noche, ¿cómo era esa vida de trayectos nocturnos?
Ser parte de ese mundo de locuras y excentricidades tuvo un precio, (risas): fue dormir poco, descuidarse algunas veces, pero nunca perder la responsabilidad en el trabajo.
¿Qué intenta sacar o proyectar de una persona?
Antes que nada, quiero aclarar que no me interesan las imágenes que sólo muestran belleza. Siempre que tengo una persona frente a mí, lo primero que deseo es que no se genere distancia, busco entrega, doy lo mío y me gusta cuando esa persona se “reconoce” en mis fotos. No me interesa que la gente se vea hermosa. Me gusta entrar en la energía de las personas, pero a veces suele haber cierta aversión al sacarse fotos, entonces trato de dirigir toda la sesión respetando esa aversión. Rara vez trabajo con asistentes, o maquilladores, o vestuaristas, esto permite que las personas se relajen. Quiero crear una relación, porque esas fotos reflejan el encuentro de dos personas y son también la historia de mi vida.
Si tuviera que definir su estilo, ¿qué tendría para decir?
No sé cuál es mi estilo. En mis fotos quiero mostrar “la condición humana”; por eso, al famoso trato de quitarle fama. Veo humor, sarcasmo, poesía y sobre todo “verdad” en mis imágenes.
¿Cuáles son sus afinidades musicales?
¡Huy! Tantas… Adoro a REM, Patti Smith, Lou Reed, Charly García, Gustavo Cerati, Sumo, The Beatles, Radiohead, Ataxia, Jonathan Richman, Bowie, ¡y más!
¿Qué gran amistad le ha quedado del mundo del rock and roll?
Con músicos como Gustavo Cerati, Charly García y Fito Páez fue bueno que no sólo se tratara de conocerlos, fotografiarlos y seguir, sino de haberme ganado su confianza y su amistad.
¿A qué otro fotógrafo de bandas admira?
Anton Corbijn es un artista que admiro profundamente. Adoro sus fotos, sus videoclips y sus films.
¿Quién la inspira en la fotografía?
Richard Avedon, John Frusciante, Annie Leibovitz, Alberto García Alix, Hellen van Meene, Edward Gorey, Kafka, Pizarnik, Nan Goldin, Diane Arbus, Rimbaud, Laurie Anderson, Ana Mendieta, Rebeca Horn, Wolfgang Tillmans y muchos más.
¿Qué significa el color y el blanco y negro? ¿Qué busca al utilizar uno o el otro?
Vemos en colores, la pintura es en color, sólo las fotos las vemos blanco y negro. El blanco y negro para mí provoca una sensación de atemporalidad.
¿La gran satisfacción de su trabajo?
Divertirme.
¿A quién le gustaría tomarle una foto y no lo ha hecho?
A John Frusciante... Y aprovecho, si alguien lo conoce, por favor, ¡ que le diga que lo estoy buscando! (risas).
Casi todos sus autorretratos tienen el factor escondite y velado. ¿A qué se debe? ¿La intimidan sus propias fotos?
Sí, me intimidan mis propias fotos. (No así quizá, hace unos años, las que me han tomado otros fotógrafos). No voy a engañarme a mí misma: soy tímida, por eso, me escondo.
¿Qué le atrae del estudio que no consigue en los exteriores?
El silencio (casi nunca suelo poner música en las sesiones, al menos que alguien lo pida), el control de la luz, de la situación.
¿En su cartera siempre hay una cámara?
Desde el 99 al 2006, aproximadamente, siempre hubo en mi cartera alguna camarita. Hay un registro detallado (y compulsivo) de mi vida de esos años. ¡Vendí mi última pocket por saturación! Ahora sólo llevo conmigo un cuaderno.
Se ganó el apodo del “ojo del rock” porque logró registrar el movimiento musical internacional y el boom argentino desde los principios de los 90 hasta ahora. Pero más allá de Charly García encarnizado con un micrófono o de Fito Páez saltando con su guitarra en un escenario, era el encuentro emotivo y personal con cada uno de ellos en la intimidad de un estudio, sin maquilladores, sin vestuaristas o en la antesala del camerino, tras bambalinas, lejos del ruido y los aplausos, lo que lograba captar con su cámara. A través de sus imágenes se revelan la verdad y la poesía que residen en estos músicos tocados por el talento y los excesos, lo humano de sus vicios y lo divino y la grandeza que las masas les confieren. Con estrella o con ella abajo, los grandes del rock fueron retratados por Nora Lezano. Ella es dueña de los anaqueles fotográficos que cuentan la historia de los personajes que han marcado generaciones con sus letras y música.
La expresión artística está en el centro de su vida. Con los años, a la fotografía se le ha sumado la dirección de obras de teatro, la escritura y la filmación. De hecho, su página web (noralezano.com) deja entrever su vida personal, donde las letras, las imágenes, los dibujos y collages dan fe de una mirada sensible al mundo y sus pequeñas cosas. El Espectador la entrevistó.
¿Qué evento marcó ese punto de inflexión para que se dedicara a la fotografía?
Llegué a la fotografía casi sin querer. Una amiga me propuso hacer un curso básico (en mi casa familiar ni siquiera había cámara) y acepté con mucha curiosidad. La música siempre fue una parte muy muy importante de mi mundo, entonces, cuando tuve la cámara de fotos en mis manos, me pregunté: ¿y ahora? No dudé en fotografiar músicos, sobre todo porque quería estar cerca de todos esos artistas que tanto admiraba, y así, desde ese lugar de admiración, casi inocentemente y sin ninguna pretensión, eso se convirtió en mi trabajo. Fueron años de fotografiarlos. Cuando realmente tuve la necesidad de convertir ese “amateurismo” en profesión, dejé mi otro trabajo y empecé a llevar todas esas fotos a revistas especializadas en música y a compañías discográficas.
¿Qué es lo más difícil y lo más agradable de trabajar con los músicos y cómo llega a los escenarios, a los camerinos?
Sus egos, a veces difíciles y a veces agradables… (risas). Llegué a los escenarios a través de encargos de revistas o diarios, o simplemente haciendo fotos para mí. Y a los camerinos justamente por pasar inadvertida, por ganarme muchas confianzas.
El rock suele vivir de noche, ¿cómo era esa vida de trayectos nocturnos?
Ser parte de ese mundo de locuras y excentricidades tuvo un precio, (risas): fue dormir poco, descuidarse algunas veces, pero nunca perder la responsabilidad en el trabajo.
¿Qué intenta sacar o proyectar de una persona?
Antes que nada, quiero aclarar que no me interesan las imágenes que sólo muestran belleza. Siempre que tengo una persona frente a mí, lo primero que deseo es que no se genere distancia, busco entrega, doy lo mío y me gusta cuando esa persona se “reconoce” en mis fotos. No me interesa que la gente se vea hermosa. Me gusta entrar en la energía de las personas, pero a veces suele haber cierta aversión al sacarse fotos, entonces trato de dirigir toda la sesión respetando esa aversión. Rara vez trabajo con asistentes, o maquilladores, o vestuaristas, esto permite que las personas se relajen. Quiero crear una relación, porque esas fotos reflejan el encuentro de dos personas y son también la historia de mi vida.
Si tuviera que definir su estilo, ¿qué tendría para decir?
No sé cuál es mi estilo. En mis fotos quiero mostrar “la condición humana”; por eso, al famoso trato de quitarle fama. Veo humor, sarcasmo, poesía y sobre todo “verdad” en mis imágenes.
¿Cuáles son sus afinidades musicales?
¡Huy! Tantas… Adoro a REM, Patti Smith, Lou Reed, Charly García, Gustavo Cerati, Sumo, The Beatles, Radiohead, Ataxia, Jonathan Richman, Bowie, ¡y más!
¿Qué gran amistad le ha quedado del mundo del rock and roll?
Con músicos como Gustavo Cerati, Charly García y Fito Páez fue bueno que no sólo se tratara de conocerlos, fotografiarlos y seguir, sino de haberme ganado su confianza y su amistad.
¿A qué otro fotógrafo de bandas admira?
Anton Corbijn es un artista que admiro profundamente. Adoro sus fotos, sus videoclips y sus films.
¿Quién la inspira en la fotografía?
Richard Avedon, John Frusciante, Annie Leibovitz, Alberto García Alix, Hellen van Meene, Edward Gorey, Kafka, Pizarnik, Nan Goldin, Diane Arbus, Rimbaud, Laurie Anderson, Ana Mendieta, Rebeca Horn, Wolfgang Tillmans y muchos más.
¿Qué significa el color y el blanco y negro? ¿Qué busca al utilizar uno o el otro?
Vemos en colores, la pintura es en color, sólo las fotos las vemos blanco y negro. El blanco y negro para mí provoca una sensación de atemporalidad.
¿La gran satisfacción de su trabajo?
Divertirme.
¿A quién le gustaría tomarle una foto y no lo ha hecho?
A John Frusciante... Y aprovecho, si alguien lo conoce, por favor, ¡ que le diga que lo estoy buscando! (risas).
Casi todos sus autorretratos tienen el factor escondite y velado. ¿A qué se debe? ¿La intimidan sus propias fotos?
Sí, me intimidan mis propias fotos. (No así quizá, hace unos años, las que me han tomado otros fotógrafos). No voy a engañarme a mí misma: soy tímida, por eso, me escondo.
¿Qué le atrae del estudio que no consigue en los exteriores?
El silencio (casi nunca suelo poner música en las sesiones, al menos que alguien lo pida), el control de la luz, de la situación.
¿En su cartera siempre hay una cámara?
Desde el 99 al 2006, aproximadamente, siempre hubo en mi cartera alguna camarita. Hay un registro detallado (y compulsivo) de mi vida de esos años. ¡Vendí mi última pocket por saturación! Ahora sólo llevo conmigo un cuaderno.