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La obra de Rogelio Salmona como una sinfonía de espacio y tiempo

A propósito de los 50 años de las Torres del Parque, uno de los proyectos más emblemáticos de la arquitectura colombiana, este texto explora la obra del arquitecto Rogelio Salmona, cuyo enfoque transformó la manera en que se entienden los espacios urbanos.

Mariana Álvarez Barrero

14 de junio de 2025 - 09:00 a. m.
Las Torres del Parque se encuentran en el corazón de Bogotá, cerca a otra obra de Rogelio Salmona, el Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Foto: Jimmy Malagon
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Rogelio Salmona no diseñaba edificios, los componía. Como señaló Juan Pablo Aschner en su libro Composición y vivencia en la arquitectura de Rogelio Salmona, prefería ese término porque implicaba una articulación sensible de elementos, una lógica interna que buscaba armonía y significado. Así como un compositor organiza sus partituras para guiar la secuencia de sonidos, Salmona creaba espacios que se revelaban al ser recorridos.

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Su obra no fue un objeto estático, sino una experiencia en constante evolución, una narración espacial que se desplegó con el tiempo. Como explicó Aschner, no se puede pensar en la arquitectura de Salmona como una sola canción, sino como muchas, cada una con su propio ritmo y matiz. En sus edificios, la mirada no era lo único importante: la experiencia del cuerpo y la interpretación al caminar fueron esenciales.

Las obras de Salmona, que permanecen activas en la ciudad incluso después de su muerte en 2007, fueron pensadas para perdurar. Forma, luz, materiales y desplazamiento se organizaron en un ritmo diseñado para provocar sensaciones, pausas y memorias. Según el autor del libro citado, esta concepción transformó la arquitectura en una experiencia coreografiada y poética, que fue más allá de la simple funcionalidad.

Las construcciones no solo respondieron a un fin práctico, sino que invitaron a la imaginación y la reflexión, anticipando vivencias que trascendieron el uso inmediato. Como subrayó Aschner, sus espacios no solo se habitaron físicamente, sino que se inscribieron en la memoria de quienes los fueron recorriendo, creando una experiencia permanente en el tiempo.

Composición arquitectónica: una partitura espacial

La arquitectura de Salmona surgió del dibujo y de la exploración minuciosa de las relaciones entre forma y espacio. Los bocetos del arquitecto, reiterativos y rigurosos, evocaron las partituras de un compositor clásico, como Beethoven: anotaciones, tachaduras, variaciones. No hubo soluciones apresuradas, sino una búsqueda meditativa, casi musical. Cada línea persiguió una armonía; cada proporción, un equilibrio. En este proceso, el arquitecto escuchó lo que le dijeron el lugar, los materiales y la historia.

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Esta idea de composición se proyectó también en el recorrido por sus edificios. En lugar de un acceso directo, Salmona construyó una secuencia de transiciones: rampas, pasillos, escaleras, atarjeas con agua y patios intermedios. Como explicó Aschner, la arquitectura se reveló gradualmente como una melodía que se desarrolló paso a paso: no solo se dio el avance del visitante, sino que se reveló su interpretación, detenimiento y decisión.

El edificio del Archivo General de la Nación, diseñado por Rogelio Salmona, fue declarado Bien de Interés Cultural en 2007.
Foto: Mateo Pérez

Este principio se evidenció en obras como la Biblioteca Virgilio Barco, en Bogotá, donde el ingreso se produce mediante gestos espaciales que orientan sin imponer. La arquitectura se abrió con sutileza antes de desplegar toda su fuerza. Lo mismo ocurrió en el conjunto Torres del Parque, donde desniveles, espacios semiabiertos y relaciones con el entorno natural convirtieron la vida cotidiana en una secuencia coreográfica.

Esa coreografía no solo fue formal, sino también material. Para Salmona, la forma surgió del material, no al revés. El ladrillo, el concreto y la cerámica no eran simplemente elecciones estéticas, sino medios expresivos con textura, historia y peso. El ladrillo, en particular, se convirtió en su firma, capaz de dialogar con la escala humana, la luz y el paso del tiempo.

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Salmona en la actualidad: la dimensión musical de ocupar un espacio

La arquitectura de Salmona solo se comprende plenamente cuando se vive, y esa vivencia ocurre en el tiempo. No solo el tiempo del recorrido, sino también el atmosférico: el paso de la luz, el sonido del agua, la variación de los colores. Como explicó Aschner, sus edificios dialogan con lo natural, captan los cambios del día y los integran en la experiencia espacial. Esta sensibilidad poética es también ética, ya que reconoce que la arquitectura no está por encima del mundo, sino dentro de él.

Además, sus obras condensan múltiples tiempos históricos. El colombiano fue un arquitecto cultivado, informado por el arte, la historia y la antropología. En sus edificios resuenan ecos del mundo precolombino, del islam hispánico, del barroco colonial y del racionalismo moderno. No son réplicas literales, sino resonancias que conviven. Por eso sus obras parecen haber estado siempre ahí: no pertenecen solo al presente, sino a una temporalidad expandida.

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En este sentido, la memoria se convierte en una capa activa del espacio. No solo la del arquitecto, sino también la del habitante. Como subrayó Aschner para este periódico, los edificios de Salmona dejan una huella: sus recorridos invitan a tomar decisiones y a mirar con atención. Son espacios que se inscriben en la biografía del visitante y regresan como una melodía difícil de olvidar.

La Alianza Francesa en Bogotá ofrece un ejemplo más introspectivo: niveles, patios y luz tamizada crean una atmósfera serena, casi meditativa. Sea cual sea la escala, cada obra de Salmona comparte esa voluntad de permanecer, de construir no solo como un espacio físico, sino como una imagen mental duradera.

En última instancia, la arquitectura del colombiano es una composición. La construcción equivale a la ejecución musical, pero es el habitante quien activa la obra, quien la completa al vivirla. Y como la música, nunca se experimenta igual dos veces.

Como apuntó Aschner, cualquier intento de traducir su obra a una pieza musical concreta se quedaría corto. Si existiera una composición para representar a Salmona, sería sincrética, capaz de integrar lo ancestral, lo popular, lo culto, lo europeo y lo latinoamericano. Tal vez esa obra aún esté por escribirse. Sin embargo, lo que aseguró el autor del libro en cuestión es que ya existe una partitura construida: la de Rogelio Salmona, cuyas melodías espaciales seguirán resonando mientras alguien recorra sus espacios con atención y memoria.

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Por Mariana Álvarez Barrero

Periodista de la Universidad del Rosario. Apasionada por la agenda global, la literatura y la economía. Además, presentadora de Moneygamia, formato audiovisual de finanzas fáciles de El Espectador.malvarez@elespectador.com
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