:format(jpeg)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elespectador/NY66TS67IBB2TP7T5R5HVLOTPM.jpg)
Para Rollo May el mundo actual se encontraba plagado de personas que padecían una gran “crisis de identidad”, aquellas que carecían de significado, que dudaban sobre su rol e importancia en el mundo. “Es más la gente que padece de manera intensa el problema de Willie Loman en La muerte de un viajante: “Nunca supo quién era”, decía May en su libro El dilema del hombre. Creía que eso se debía por la pérdida de los valores, la poca importancia que se le daba a las costumbres tradicionales y la tecnología, que cada día absorbía más al individuo. “Pero así como ha aumentado la cantidad de años que vivimos, ha disminuido la cantidad de tiempo con significado”, escribió, citando a Allen Wheelis.
El problema real de que la gente perdiera su significado como individuo es que de fondo existía una pérdida del sentido de vida, lo que dificultaba que otros le ayudaran a encontrar el camino hacia el redescubrimiento sobre su relevancia en el mundo. “En nuestra etapa actual de pérdida del sentido de significación, la sensación tiende a ser: “Aún cuando supiese quién soy, de todas maneras no importaría como individuo”. Entonces, veía que las personas necesitaban de la validación de otros para sentir que importaban, por lo que le rehuían el anonimato, aquel que evitaba que fueran vistos como los protagonistas de los acontecimientos. “En realidad, uno de los valores evidentes de ser rebelde, como Camus y un sinnúmero de personalidades lo han señalado a lo largo de la historia de la humanidad, y cómo trataré de demostrarlo más adelante, consiste en que mediante el acto de rebelión obligo a las autoridades impersonales o al sistema demasiado sistemático a mirarme, a reconocerme, a admitir que existo, a tomar en cuenta mi poder”.
:format(jpeg)/s3.amazonaws.com/arc-authors/elespectador/09f23c29-006f-4e7a-8052-540a05f81398.png)