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Orígenes
Soy nerd por esencia. Vengo de un linaje de mujeres increíbles. Mi abuela fue maestra hasta sus ochenta y seis años. Fue merecedora del Premio Nacional al Maestro y de la Medalla Simón Bolívar al Educador, una mujer absolutamente apasionante. Mi mamá es coach y asesora estratégica de directivos y de grupos familiares en todos los temas de tránsito empresarial y manejo de crisis: fue mi primera jefa. Tengo dos hermanas maravillosas. Mi marido es un hombre fuera de serie, patrocinador de todas mis actividades y es el protector del matriarcado.
Por mi rama materna hay una mezcla entre boyacense chiquinquireño (la familia Casas ha sido siempre de educadores) y vallecaucano (entre Popayán y Cali), con un fuerte amor por el Pacífico. Yo me siento muy identificada con esas raíces, porque tengo características muy fuertes de todas: soy frentera y directa como los vallunos, honro mis ancestros como buena patoja, y de los boyacenses tengo el poder negociador con una calidez distinta. Y como soy buena aprendiendo, tomo un poco de todo, sin dificultad.
Comencé a estudiar en un colegio muy comprometido con la educación. A la Nena Cano le debo mucho el despertar la curiosidad, el querer saber más, el que no me contento con lo que ya sé porque puedo aprender más, el tener la conciencia de que mi cerebro es una herramienta increíble para lograrlo, además, el gusto por estar sumando cosas novedosas. Otra característica especial de mi colegio era que no sólo yo era nerd, sino que mis compañeras también lo eran (ese era el común denominador). Fue en la universidad que se hizo aún más evidente, pues muchas cosas resultaron más fáciles, ya que algunas de ellas estaban aprendidas desde el colegio.
Estudié Ciencia Política. Soñé con ser presidente, pero descubrí otra vía para obtener lo mismo: hacer empresa con el propósito de mejorar mi entorno y aportar a un mejor planeta para que tenga sentido, además con un efecto multiplicador en la sociedad y un impacto muy alto en el progreso, y por ende en la educación de las familias. La decisión sobre qué estudiar la tomé revisando las respuestas a mi pregunta: “¿Qué es eso de lo que no tengo idea y que me hace falta para cumplir mi sueño?”. La respuesta fue Ciencia Política (sin tener idea precisa de qué se trataba). Hice el área de concentración en economía, las electivas todas en cálculos (para subir promedio, ya que me encantaban).
Al terminar la carrera, comencé a trabajar con mi mamá, como asistente de investigación en proyectos con comunidades en el Pacífico, atendiendo la interacción entre la institución y las comunidades. Como la Constitución del 91 estaba muy reciente, venían muchísimos cambios en relación con minorías, territorios propios y demás, así es que era muy importante apoyar las instituciones en este tránsito, para que no se diera desgobierno. Esta experiencia me abrió la mente y me enseñó que el país es más de lo que yo había visto. Mi mamá mezclaba su rol de jefa y madre, imposible no hacerlo, porque si se le ocurría una idea a las cuatro de la mañana, nos levantábamos a trabajar. Esta etapa la disfrutamos mucho y entendí que cuando se está en algo, hay que hacer que suceda.
Luego trabajé en una fundación que creó Don Hernán Echavarría, junto con otro grupo de empresarios, ParticipAcción Ciudadana. A los nueve meses me nombran directora ejecutiva. Aquí encontré a muchos de mis mentores de vida profesional, como Martha Cecilia Bernal, Jorge Zapp Glauser, Rodrigo Escobar Navia, Olga Lucía Cobo de Morales, Inés de Brill, Jorge Londoño Saldarriaga, Bernardo Toro, entre otro. Las tertulias en la biblioteca de don Hernán (en las que participaban personas de muy distintas vertientes y generaciones), me enseñaron muchísimo, me ayudaron a entender lo que ocurría en el país, me formaron y me dieron visión a largo plazo. En esta época conocí a Víctor Hugo Malagón, otro metido a grande como yo.
Después trabajé en anticorrupción en el gobierno de Andrés Pastrana, con Gustavo Bell, a cargo de quien estaba el tema de lucha contra la corrupción, y yo estuve como responsable del tema de participación ciudadana. Las soluciones que se buscaban eran las de lograr que los ciudadanos acompañaran la protección de los recursos públicos, que los que iban a participar en licitaciones entendieran el valor que el juego limpio tiene y que quienes vieran cosas irregulares fueran capaces de denunciar. Fue ver un país impresionante. Como claramente significaba riesgos, montamos una red de ciudadanos apoyada en tecnología que llegó a tener cuarenta y cinco mil colombianos, uno a uno inscritos y decididos a combatir la corrupción y proteger los recursos públicos. Recibían información de cómo funciona una licitación, participaban en grupos específicos, en control de los recursos a proyectos locales.
Recuerdo una licitación muy importante: la del Túnel de la Línea. Esta se afectó por la situación de las Torres Gemelas, pues no hubo quien hiciera el reaseguro, pero el ministro de la época, Gustavo Canal, a mis veintisiete años, me dio el espacio de aplicar las reglas de la red que llamamos ‹Red Colombiemos›, que era hacer de Colombia una acción. Esta iniciativa implicaba llevar a cabo audiencias con comunidades en la zona e invitar a todos los proponentes posibles a ayudar a construir los pliegos para que fueran transparentes, así como lograr que hubiera el mayor número de proponentes posibles, entre otras acciones que permitían visibilizar el proceso. Montamos modelos para controlar los recursos de proyectos productivos de Plan Colombia en las regiones por parte de los campesinos, lo que implicaba listas de chequeo. Y como esta, cualquier cantidad de controles fáciles de llevar a cabo por parte de la ciudadanía, conocidos como control previo y alertas tempranas generadas desde la comunidad.
Me retiré para hacer mi primer intento de emprendimiento, incluso capacité a toda la gente posible en el tema anticorrupción cuando abrieron el primer referendo: ese era mi tema. Fue una experiencia magnífica, pero aprendí que uno no puede ser empresario como es freelance. Me salieron dos muy buenos contratos, uno con Banco Mundial, como asesora de anticorrupción y gobernabilidad, y otro con SAS, la compañía de minería de datos, para asesorar en un tema de comprender patrones que llevan a predecir la corrupción. Ahí volví al tema tecnológico. Atendiendo estos dos proyectos me olvidé de armar mi empresa.
Un día me hicieron una oferta de trabajo de SAS y la misma semana había tenido unas entrevistas sin saber para qué eran (pues yo no estaba buscando trabajo). Curiosamente eran para trabajar como secretaria privada de Lina de Uribe. Yo no la conocía, ni a sus más cercanos, pero desempeñé el cargo por cuatro años. Fue magnífico trabajar para una mujer absolutamente maravillosa, en un país en un proceso de cambio magnífico, que pude ver en primera línea. Ayudar desde esa posición fue todo un reto. Los despachos de la Primera Dama terminan siendo el lugar donde se encuentra la voluntad de los empresarios por ayudar en las causas sociales del país y la capacidad de la gestión pública para articular eso con las comunidades. Fue maravilloso ver el tipo de liderazgo de Lina y el presidente, no desde el medio de comunicación sino desde el día a día, en una dinámica tremenda.
Estando ahí conocí a mi marido, con quien trabajé por seis meses. Cuando él se fue, empezamos a salir. Él se fue dos años y medio, en su carácter de oficial de la Armada. El noviazgo fue a distancia, pero muy bonito. Cuando me propuso matrimonio, yo ya estaba lista para irme a Bahía Málaga, pero lo trasladaron a Bogotá, por lo que nos quedamos aquí. Yo seguí trabajando con Lina luego de la reelección, lo que no estaba en mis planes de vida. Al cabo de un año, le dije a Felipe, mi esposo, que era demasiada realidad nacional, pues los dos trabajábamos en el gobierno, aunque en espacios distintos (pero nuestro entorno era el mismo), así que nuevamente me entusiasmó la idea de hacer empresa.
Cuando me retiré en el gobierno Uribe, ya había cumplido y quería hacer mi segundo ensayo como empresaria, pues mi sueño de llegar a la presidencia se había ido diluyendo. Entendí que en el mundo corporativo había muchas necesidades y que yo podía aportar a la solución. Me retiré porque el contexto del país era muy favorable para atraer inversión directa, pero el inversionista pequeño y mediano que le apuesta al país no puede equivocarse. Si lo hace, le sale muy caro y este no vuelve a apostarle a Colombia.
El Estado puede hacer mucho, pero solo con aquello que la norma le permite, pero al final el ciudadano puede hacer todo lo que no está prohibido. En muchos escenarios, el sector público necesita aliados que sean capaces de ayudar más allá, para que ciertos emprendimientos puedan llevarse a cabo. Ahí encontré un espacio para mí. Siempre me ha gustado lo público, nunca me he desencantado, pero quise hacer empresa. Con el cambio de país que se proponía hacia 2006, me parecía atractivo estar del otro lado.
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Mi propósito era montar una empresa de consultoría para ayudar a aterrizar inversión directa, ayudar en el tema de estrategia, planeación y control, y aparece un banco privado suizo que llama a ofrecerme un primer proyecto. Experimenté con un buen cliente haciéndome empleada por alrededor de dos años, fue muy interesante, con una marca fabulosa que hoy en día es patrocinadora de uno de mis deportes favoritos, la fórmula eléctrica, apostándole al futuro sostenible, y eso que no sé conducir porque mi coordinación es de nerd. Cuando toda la operación del banco quedó montada, ahí sí comencé la operación de mi empresa consultora: Business Creative Partners.
En mi negocio asesoré el aterrizaje y montaje de proyectos de hotelería, alimentación, software, puertos, carbón. Estuve en muchos temas distintos asesorando inversionistas directos. Entendí cosas que duelen y cuestan al que se dedica a esto, entre ellas el tema del entrenamiento de la fuerza laboral.
Todos los puntos terminan uniéndose. Un día llegó a mi oficina una empresa de Silicon Valley que acababa de adquirir una empresa colombiana, dedicada a temas de big data e inteligencia artificial. Sentí fascinación y el tema lo entendí como la generación futura de lo que yo había empezado en SAS, diez años antes. Estudiaba patrones para solucionar temas específicos. Un día sus fundadores me ofrecieron ser su CEO global. Yo acepté con una sola condición: la de que los headquarters de la operación estuvieran en Colombia. Ellos la aceptaron.
Resultaba para mí interesante hacerlo, y cada día más, porque era lograr que se pusiera atención en Colombia y que se viera su talento en estos temas tecnológicos de frontera. Además, los socios colombianos eran muy capaces, de talla mundial. Trabajé con ellos por casi dos años hasta que me devolví a mi consultora. Coincidió con que a Felipe, que ya se había retirado de la Armada, dos meses después lo mandaron a trabajar a Nueva York, haciendo parte del equipo del Consulado. Yo, literalmente, me “sacrifiqué” y viajé con él (risas).
En ese momento me enfrenté a la decisión de volver al frente de mi empresa de consultoría de la que estuve ausente por dos años (lo que me implicaba certificarme en ciertos temas financieros, por estar radicada en Nueva York) o montar otra empresa. Y así lo hice. Comencé a asesorar a un antiguo cliente que tenía una empresa de publicidad programática de videos digitales (el internet al final, es una experiencia individual), a quien conocía muy bien y y un día tomando un café tuve una conversación en la que le dije:
— En el video plano, el mundo está muy estandarizado, por eso monetiza muy claramente. Quien está pautando entiende la dinámica muy fácil. Pero, ¿cómo va a ser esto en el mundo de contenidos 360 grados?
— Interesante, ¿no? ¿Ya se puso usted a investigar en eso?
— Ya leí un poco.
— Si un día decide hacer algo en ese campo, cuente conmigo, aunque muy al margen, porque estoy en esta otra empresa, pero yo la asesoro.
Llamé a Lucas Kappaz, otro amigo de toda la vida que ha sido directivo en temas de medios de comunicación, en lo digital, y le dije:
— Lucas, te tengo una historia y una invitación, a ver si te suena.
Me dijo que le parecía genial y así empezamos. En ese momento firmamos un acuerdo de entendimiento, decidimos que íbamos a explorar, hicimos pilotos de cosas. Esto fue en noviembre, y en febrero 23 de 2016 incorporamos VR Americas LLC. Esta comenzó con la curiosidad de cómo se entiende la interacción del contenido y la analítica de datos en un video. Actualmente tenemos producto y ventas, recorriendo el camino del emprendimiento. Ahí vamos creciendo, mientras ayudamos a construir una industria aún naciente.
Trayectoria profesional
Empresaria colombiana radicada en Nueva York con un exitoso historial en originación, estructuración y ejecución de transacciones en plataformas de datos y tecnológicas. Cofundadora de VR Americas, una compañía que trabaja en tecnologías inmersivas – realidad virtual y aumentada-, que ha sido seleccionada por el WXR Fund, 4.0 Schools y NYU Steinhardt StartEd Incubator.
Miembro de la Junta Asesora de Big Data en la Universidad de Rutgers. Fue nombrada como uno de los 100 disruptores Top World en la ciudad de Nueva York, por la WSIE. Ha aparecido en medios como NatGeo, Forbes, Huffington Post, entre otros. Ha sido conferencista en NAB Show, AWE, Steamnista, The World Summit on Innovation and Entrepreneurship y Mobile World Congress. Es cofundadora y presidente de Business Creative Partners, una firma consultora especializada en inversión directa en América Latina, con especial interés en tecnología, innovación y negocios digitales.
Mentora empresarial en la escuela de ingeniería Tandon de la Universidad de Nueva York. Ex CEO de Grupo Senseta, Inc, una de las más modernas tecnologías de Silicon Valley en big data, inteligencia artificial y machine learning. Anteriormente, tuvo un papel de liderazgo en la apertura de Julius Bar Private Bank en Colombia. Fue asesora externa del Instituto SAS y Consultora Senior del Banco Mundial, donde se ocupó de asuntos económicos y anticorrupción en América Latina. Fue secretaria privada de Lina Moreno de Uribe, ex primera dama de Colombia.
Miembro de TWIN, The World Innovation Network, así como del Foro de Presidentes de Colombia y miembro de Dreamers//Doers.
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Reflexiones
Compártame una experiencia profesional de no olvidar.
Tiene que ver con romperle a la gente la percepción que tiene sesgada. Veníamos en conversaciones con un potencial cliente. Yo presenté el proyecto, el señor, un gringo CEO de toda la vida, estaba convencido, pero me pidió hablar con el técnico a cargo. Le dije que yo le resolvía el tema, pero él insistió. Le escribí a mis socios que vinieran a hablar con él porque mi uña roja lo había puesto muy nervioso y era evidente que quería hablar con un hombre. Mis socios lo llamaron y hablaron con él.
Luego uno de mis socios dijo que ese negocio no lo íbamos a firmar porque el señor jamás le hizo preguntas técnicas y que a él le parecía discriminador conmigo. Él no lo quería como cliente. Le dije que, al contrario, nos venía muy bien, adicionalmente yo sería quien ejecutaría el proyecto delante de él para romperle el imaginario. El proyecto salió espectacular y todos aprendimos de la experiencia.
¿Qué ha aprendido de todo esto?
Que sí vale la pena ser nerd, porque posiblemente en la adolescencia uno no es tan consciente de lo corta que es esa etapa de la vida y lo insignificante que es que te hagan bullying. Entender el valor de persistir en seguir aprendiendo y en no parar.
Muchas veces el que te guste la matemática o cualquier otra cosa, te obliga a tomar la decisión de si socializas para hacer amigos o de si aprendes lo que despierta tu interés. Y muchas personas, especialmente mujeres, desisten en ese punto de la vida.
Me hubiera gustado contar con mujeres modelo en cada área del conocimiento para que mucho más temprano hubiera podido identificar mi gusto y mi talento por la tecnología. Yo hoy programo, pero no seré el top porque empecé tarde, así como hablo inglés, pero con acento.
También he aprendido que uno sabe que es muy privilegiado, pero antes no entendía la magnitud y lo que me permitía hacer. En Estados Unidos me di cuenta que era hispana, mujer latina, mujer en temas tecnológicos. Buscaba, casi con desesperación, generar colaboración entre la gente. Quiero aprovechar para poder abrir puertas para muchas otras que vienen detrás y que han tenido menos privilegios. No es un problema de género, porque no hay nada que pueda molestarme más que pensar que por ser mujer y latina me dan un puesto, preferiría no tenerlo, pero lo que sí sucede es que hasta para entrenar sistemas de inteligencia artificial se requiere que no haya sesgos.
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¿Cuál es su fuerza de lo femenino?
Que mi linaje es de mujeres, todas ellas de una fuerza extraordinaria.
Es necesario aquietar la mente, ¿cómo lo logra?
Yo medito desde que tengo ocho años, culpa de mi mamá (risas). Tan lo he hecho toda la vida, que me es muy natural. Nunca lo cuento como algo diferente.
¿Cuántas horas tiene su día? ¿Qué es el tiempo en su vida?
Es un activo super valioso que lo uso para gozármelo, y lo programo minuto a minuto. Y me doy licencias, aunque mi parámetro para muchos no parecerá ser perder el tiempo. Por ejemplo, lo uso para leer y para armar legos con mi marido, que le encantan. Me tomo el tiempo para estar en familia: para disfrutar de mi mamá, de mis hermanas y mis sobrinos.
¿Alguna vez ha dejado de hacer algo?
No siento que haya dejado de hacer nada. Al contrario, siento que he hecho cosas que quizás pude no haber hecho por los riesgosas que eran, por ejemplo, denunciar situaciones de mi entorno, renunciar a un cliente por considerarlo permisivo con su equipo, sin serlo yo. Y es que yo tengo poca zona gris, así que no me da remordimiento, por el contrario, lo volvería a hacer igual.
Si usted es de definiciones, ¿qué le hace dudar?
Soy mejor en crisis. De hecho, dudo menos cuando hay crisis. Yo no soy de mucha duda, tomo decisiones muy rápido.
¿Le enferman los limbos?
No los soporto, como tampoco a la gente que no toma decisiones o que tiene gris amplio, porque no es compatible conmigo y eso ha implicado temas personales de alejarme de quienes deberían estar cerca por reglas planetarias.
¿Qué es lo más temerario que ha hecho?
Descalabré a un niño en mi infancia en Cali. Ahogamos unos pescados con “pedigrí” de una amiga. Para marcar un precedente, le pegué un mordisco, de manera consciente, a una niña que no paraba de hacerme bullying (a mis quince años).
Considero que no he sido rebelde. Claro que si le preguntas a mi mamá, te dirá que soy la más rebelde de todas, porque lo he hecho dentro de las reglas.
Le iba a preguntar a qué lugar pertenece, pero mejor es preguntarle: ¿De qué planeta viene?
(risas) Lo curioso es que me hice 23andMe y tengo ADN de todos los continentes: soy latina, europea, de Senegal, de Gambia, Asia, Corea.
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¿Qué le marca más?
Yo soy Colombia, pero en el ADN numérico no necesariamente. Como continente, el europeo es más fuerte de lo que yo creía en términos emocionales, pero esa mezcla es lo que me permite entender de afinidades, pues no tengo problemas de adaptación.
A mi mamá siempre la molesto diciendo que soy idéntica a ella, pero contesta:
— ¡No no no no no! No somos idénticas.
Y el día que vi el resultado de 23andMe pude demostrarle que somos tan idénticas cómo es posible entre mamá e hija. Ella sí que lo sabe, pues no sólo es mi mamá sino que ha sido mi jefe y por muchos años mi coach como directivo. Nos divertimos, pues tenemos nuestros juegos de poder entre ser mamá / hija o compañeras de trabajo.
¿Qué es para usted el poder?
Hacer que las cosas sucedan. El ejercicio más maravilloso de poder es hacer que las cosas sí pasen.
Y cuando no logra lo que se propone, ¿se frustra?
Reintento todas las veces que sean necesarias. Soy bastante sistémica. Yo no me frustro, yo persisto porque soy un poco intensa.
¿Le cuesta reconocer que no funcionó?
Si algo no es como yo quiero, no lo abandono, sino que me adapto para tomar beneficio de lo que sí puedo lograr con ello. Un ejemplo es mi empresa de consultoría, que como no pude volver a estar a cargo en lo diario, me apoyo en ella para VR Americas, convirtiéndola en su incubadora de la operación en Colombia. Así las fortalezas de consultoría las hemos venido aprovechando también en VR Americas, lo cual ha ayudado mucho a todos.
Usted es una de las cien personas disruptoras top del mundo...
Eso lo pusieron en un evento en el que seleccionan el listado que consideran está a esa altura. Lo que más orgullo me generó fue tener la misma etiqueta con gente a la que admiro, como Marcus Weldon, presidente de Bell Labs / CTO Nokia, y que me dio pie para poder conversar con ellos y buscar abrir puertas para Colombia.
¿Qué es lo más disruptivo que ha hecho en su vida personal?
Entrenarme a diario en cosas nuevas. Este año me puse la meta de aprender a programar, así que le dedico, desde enero, por lo menos una hora empezando el día. Me acabo de graduar de Nanodegree de Java, XQL, básicos, ya comencé Python y hace una semana rodé mi primer modelo de reconocimiento de imágenes usando Watson.
¿Qué no haría por nada del mundo?
Nada que tenga que ver con violentar derechos colectivos o con dañar a otros. Y, definitivamente, no corrupción, pues es algo que me enferma.
Tienes muchos talentos, pero ¿de cuál adolece y quisiera que la acompañara?
Yo soy brutísima para un montón de cosas. Quisiera ser más artista de lo que soy, quizás lo fui siendo niña, pero lo abandoné. Soy muy descoordinada. Por disciplina escalé roca para ver si podía hacer deporte, pero no resultó.
No soy muy buena conciliadora, pero sí muy buena negociadora, porque voy por un resultado, pero no cedo fácilmente. Yo voy de cacería detrás de lo que quiero.
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¿Cuál ha sido la herramienta de crecimiento personal a la que más acude?
A aprender, a estudiar, a buscar. Me he apoyado siempre en mis mentores, que han sido mis maestros.
¿Cuál es su deseo bajo una premisa de recursos ilimitados?
Armar un equipo en todos los municipios del país de equis número de personas, que quieran empezar a entrenarse con excelencia para las industrias del futuro. Este sería el sueño de mi vida.
¿En dónde está su felicidad?
En tener una relación cursi, re-cursi, que me nutre el alma todos los días, como la que tengo con mi esposo. Ese es mi mayor tesoro.
¿Cuáles son esas preguntas que se ha formulado y que no ha encontrado respuestas?
Dónde está la frontera de lo que necesita el planeta. Qué es lo que hay que encontrar para solucionar desde ya y cómo lograr tener herramientas para poderlo preparar. Por eso terminé en tecnología de frontera, al descubrir que hay muchas cosas que no se pueden solucionar con las herramientas que existen hoy, para poder estar temprano en aquellas que sí lo permitirán. Ejemplos: ¿cómo superar el hambre en el planeta?, ¿cómo adaptarse al cambio climático?
¿Cuáles son su fronteras, cuáles son sus límites?
Que alguien maltrate de cualquier manera a mis hermanas, a mi mamá y a mi esposo. Esa es mi frontera.
¿Qué le arranca lágrimas, qué la conmueve?
Todo. Lloro con películas (risas). Trabajando con Lina de Uribe me di cuenta de que era muy llorona porque cada niño, cada orquesta, cada carta que llegaba, me hacía llorar. Todo lo humano me conmueve y lloro.
¿Qué color es usted?
Como símbolo, soy rosado. El rosado tiene un carácter muy fuerte, que rompe una brecha del imaginario. Yo soy muy dulce, pero firme.
¿Qué material es usted?
Algo suave. Pero también plata, porque es maleable, adaptable, pero firme y perdura por generaciones.
Si no fuera un ser humano sino un animal, ¿cuál sería?
Un guepardo. Me fascina como ven el mundo, como se mueven, como planean, no gastan la energía en lo que no toca, sino que van directo a lo que es.
¿Aplica la estrategia del ajedrecista?
Jugué cuando niña. Sí, podría decir que soy de estrategias, pero no de premeditación, sino de pensar qué me genera qué, a dónde llego y cómo.
Si me preguntas si tengo claros los pasos a dar, soy capaz de darte un plan de largo plazo. Así he vivido mi vida entera, sabiendo qué quiero y dando los pasos para lograrlo.
¿Cuál sería el consejo universal que le parece sabio (por útil)?
Que uno siempre puede dar más de lo que cree. Pero también otro, recordando lo que me respondía mi mamá cuando yo estaba niña y le pedía un consejo: “Si mañana lo que hiciste puede salir en la primera página del periódico, hazlo”. Era su forma de crearme auto criterio. Era otra forma de decirme: analízalo.
También, recuerdo que mi coach dice: “Nosotros no somos perfectos, pero somos perfectibles”. Es decir, cada día podemos mejorar. Y eso sucede mejor de lo que uno es capaz de imaginarse.
¿Así como es autocrítica, es auto castigadora?
Todo lo que hago me lo gozo, pero sí me exijo mucho. Creo que nunca nadie me ha exigido más de lo que yo misma me exijo.
Transmite mucha seguridad, pero ¿le habitan miedos?
Obvio que me dan miedos. Como fallarle a mi equipo, o no ser capaz de que las cosas pasen, o que le pase algo a la gente de mi entorno.
Siendo muy chiquita hubo un accidente en mi familia y se mataron en el carro una tía, absolutamente amada, (llevo su nombre como el de mi abuela), una prima y otros tíos que quedaron muy mal en ese momento. A los quince días mi abuelo se murió de un derrame por la tristeza.
Ese tema de la fragilidad de la vida lo entiendo desde muy chiquita, entonces me da miedo no alcanzar a hacer todo lo que quiero. Yo creo que por eso soy tan intensa.
¿Qué le quita el sueño?
No duermo mucho, pero no me lo quitan (risas).
¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?
Ganas de hacer que las cosas sucedan. Compromiso. Creo que todos los que trabajaron conmigo, y que han sido practicantes, salen siendo hacedores y todos son hoy mejores que yo.
¿Qué debería decirse de usted el día de mañana?
Era como era. Era como vimos.
Me cuesta mucho trabajo no ser como soy y lo que soy. Eso tiene sus bemoles. No soy muy políticamente correcta.
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