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Poco tiene que ver si el tema son los dibujos animados “antes del 89 se veían sólo dibujitos de propaganda”, el turismo “antes del 89, había que esperar tres años luego de pedir un pasaporte y te lo negaban” o las frutas tropicales “antes del 89 aquí nadie había visto una piña o un racimo de bananos”. La semana en la que todos los rumanos tuvieron el cambio de sus vidas fue la penúltima de ese año. El 22 de diciembre, Nicolae Ceausescu se dirigió a la gente que lo esperaba frente al balcón del Palacio de Gobierno y fue chiflado por primera vez en sus casi cuarenta y cinco años al frente del país. Tres días después lo fusilaron contra un muro en medio de una nevada. Fue entonces cuando la población se dio cuenta de hasta qué punto dependía de un hombre sin estudios superiores que había llegado al poder escalando posiciones discretamente dentro de la jerarquía del partido.
Su llegada al poder fue bien vista por Occidente, pues prometía un régimen abierto en contraste con el estalinista Gheorghiu-Dej, pero a partir de los años sesenta, comenzó una regresión política e intelectual, primero restringiendo el aborto y la anticoncepción, y luego de sus visitas a China y Corea del Norte, instaurando una política de poder unipersonal. Para asegurarse de impedir las críticas a sus planes de industrialización y urbanización forzada, Ceausescu hizo de la securitate la policía secreta proporcionalmente más grande del mundo y estableció una red de informantes que se estima pudo llegar a tener un millón de miembros.
“Antes del 89, usted no podía decirles a sus hijos que Ceausescu era un mal tipo, porque si ellos lo repetían en el colegio, usted estaba en problemas”, dice el señor Anastasescu, un profesor de filosofía que durante la época comunista debió dictar historia patria, porque el régimen de Ceausescu consideraba la filosofía inadecuada para las escuelas.
A principios de los 80, Ceuasescu decidió que el país debería pagar por completo su deuda externa y para lograrlo impuso un racionamiento drástico. Mientras tanto había decidido construir el edificio civil más grande del mundo. Treinta mil viviendas y la cuarta parte del centro de la ciudad fueron demolidas para crear la explanada donde se alzaría el palacio que debería albergar los principales ministerios, la sede de la presidencia y su residencia personal. Así como la novelista Hertha Müller recibió el Premio Nobel por una obra en la que está presente la época en la que el comunismo rumano parecía eterno, una nueva generación de artistas que creció a la sombra de la destrucción del centro de Bucarest ha logrado en los últimos años ser reconocida en el resto de Europa. El novelista Mircea Cartarescu y la “nueva generación” de cineastas rumanos, que incluye a Cristi Puiu, Cristian Mungiu y Cornelio Porumboiu, ha ido dejando un testimonio de esos años que pasaron entre el terremoto que sacudió la ciudad en el 77, el terremoto Ceausescu en los 80 y lo que pasó tras el terremoto político de 1989.
Aunque Ceausescu no llegó a habitar la Casa del Pueblo, el edificio civil más grande el mundo, aún se alza en el corazón de Bucarest. Los turistas lo consideran el principal landmark de la ciudad y los locales lo miran con cierto recelo, porque les trae recuerdos de antes del 89.
En los terceros y cuartos pisos de las casas viejas del centro se amontonan las familias de gitanos, pero cualquier habitante local dirá que cada vez hay menos, muchos han emigrado a Europa Occidental, aprovechando la “ciudadanía europea” que todos los rumanos adquirieron en 2007, cuando el país formó parte oficialmente de la Unión y comenzó un nuevo proceso de modernización acelerada que se nota menos en las carreteras destapadas de las regiones rurales, donde los viejos dacias de la época comunista siguen siendo la norma, que en el centro de Bucarest donde en varias calles, convertidas en paseos peatonales, se han puesto de moda las terrazas de café al estilo parisino. “Todo eso no se veía antes del 89”, dice una estudiante universitaria.
Se equivoca, en los años treinta, Bucarest era una de las ciudades más modernas de Europa y en su obsesión por quedarse con el título de “pequeño París”, los cafés afrancesados cubrían los andenes, pero eso es algo que dicen los viejos. Aquí el futuro era antes”. Mucho antes del 89.
Récord de mujeres en los Nobel
Según la agencia EFE, la decisión de la Academia Sueca de otorgar el Nobel de Literatura a la rumano-alemana Hertha Müller significa que cuatro mujeres han sido galardonadas hasta ahora este año, una cifra récord en los centenarios premios. Las estadounidenses Elizabeth H. Blackburn y Carol Greider fueron distinguidas el pasado lunes con el Nobel de Medicina, junto con su compatriota Jack W. Szostak, por sus investigaciones sobre el envejecimiento de las células y su relación con el cáncer.
Dos días después le llegó el turno a la israelí Ada E. Yonath, quien compartió el premio de Química con los estadounidenses Venkatraman Ramakrishnan y Thomas A. Steitz, por mostrar el aspecto y funcionamiento de los ribosomas a nivel atómico.