Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Lo que para muchos puede ser árido y denso, para Ángela Bonilla es inmensamente rico y digno de ser tenido en cuenta, incluso hoy en día. Egresada de filología con especialidad en humanidades clásicas de la Universidad Nacional, Ángela Bonilla es una de las encargadas de mantener vivas las culturas clásicas, griega y latina, en nuestro país.
No sólo ha logrado conquistar un espacio que desde siempre ha pertenecido al clérigo y a una élite intelectual mayoritariamente masculina, sino que ha conseguido también darle vida a la única bienal de juegos teatrales en latín –adaptaciones de las fábulas de Fedro y de obras cómicas de Plauto, llevadas a escena gracias a la dirección de Andrés Rodríguez Ferreira– que se lleva a cabo en toda América Latina y que va ya por su tercera edición.
En mayo de 2008, como para completar esta labor casi de preservación, Ángela Bonilla –con la universidad San Buenaventura– lanza y publica La poesía de Safo. Estudio y traducción, libro con el que busca actualizar y completar el trabajo –de hace ya más de treinta años– de los colombianos Uribe White y Gloria Serpa de Francisco, y, sobre todo, rescatar el legado literario de la poetisa griega del siglo VII a.C.
En él, la autora recopila la poesía de Safo –completamente fragmentada y llena de baches ocasionados por el paso del tiempo– y traduce con gran minuciosidad filológica su obra completa (a excepción del último papiro encontrado en una momia en Alemania que contiene gajos de su poesía y que está siendo ya objeto de numerosos estudios), ofreciéndonos los versos que aún hoy subsisten de esta poetisa en una versión bilingüe español-griego eólico.
Para Ángela Bonilla, “tenía que ser Safo” el objeto de su investigación y de este libro. Como ella lo comenta, “Safo siempre estuvo dándole vueltas”, como si la rondara una necesidad urgente de saldar una cuenta pendiente.
Igualmente, para Bonilla, Safo cobra valor por infinitas razones, pero ante todo por la figura femenina por excelencia –clásica o no– que esta poetisa representa y encarna. Más que por el mal enfocado mito moderno de Safo, basado en su suicidio y su –supuesto, o al menos aparente– lesbianismo, Ángela Bonilla considera que Safo se erige como una de las grandes figuras femeninas líricas por el mérito propio de su poesía, por ser una poesía que exalta el valor de lo intrínsecamente femenino a través del canto a la belleza y a las actividades propias de las mujeres de la época, como la de tejer coronas, a Eros y Afrodita.
En efecto, hay mucho más detrás de Safo que su ya un poco insípido mito: como bien nos muestra Bonilla, Safo era una figura emblemática muy valorada por su sociedad, era una mujer admirada y respetada no sólo por su obra (a tal punto de ser ensalzada por los más grandes poetas, desde Anacreonte hasta Platón, quien la nombró “la décima musa”), sino por la forma como concebía y organizaba su vida y las de las mujeres que le confiaban su educación.
El libro y la labor de rescate de Ángela Bonilla mantienen así, por encima de cualquiera otra pretensión, el valor innato de la poesía de Safo que, como dice el maestro Noel Olaya, es “amor en cada palabra, en cada verso, en cada palabra de sus cantos”.