“Vladimir: ¿Qué decía? ¿Cómo sigue tu pie?
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
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Estragon: Se hincha.
Vladimir: Ah, sí, ya sé, la historia de los ladrones. ¿La recuerdas?
Estragon: No.
Vladimir: ¿Quieres que te la cuente otra vez?
Estragon: No.
Vladimir: Así matamos el tiempo. Eran dos ladrones...”,
Esperando a Godot
La de Samuel Beckett fue una de las plumas más transgresoras del siglo XX. Fue uno de los principales exponentes del experimentalismo literario y del teatro del absurdo. Su escritura se caracterizó por la austeridad formal y el minimalismo, ya que llevó al límite la reducción de aparatos narrativos o escénicos; también, por explorar las angustias del hombre moderno: la falta de comunicación, la búsqueda de significado de la existencia, el tedio y la precariedad de la condición humana. De la misma manera, se valió del humor negro y la tragicomedia para expresar las incongruencias de la sociedad y la pesadumbre de los individuos. Y fue un maestro de la experimentación lingüística y poética. Cita Harold Bloom a Richard Ellman —uno de los biógrafos de James Joyce—, para rememorar la importante amistad entre los dos escritores y comprender la influencia de Joyce sobre Beckett: “Beckett era adicto a los silencios, y también Joyce; entablaban conversaciones que a menudo consistían solo en un intercambio de silencios, ambos impregnados de tristeza, Beckett en gran parte por el mundo, Joyce en gran parte por sí mismo…” (El canon occidental, Anagrama, 2005, p. 502). Cómo me habría gustado estar presente en esa reunión de aquellos dos grandes experimentadores; Joyce en su silencio, posiblemente estaría guardando sus más íntimos pensamientos para volcarlos luego en su prosa en el orden del desorden que se presenta en el inconsciente, mientras que Beckett estaría observando y aprendiendo del silencio de su amigo y referente para narrarlo o escenificarlo tal como es: dos hombres que se miran...
Samuel Barclay Beckett nació el 13 de abril de 1906 en Foxrock (Irlanda), población cerca a Dublín. Su familia era protestante de clase media, que le permitió el acceso a una educación de calidad (Portora Royal School y la licenciatura y el doctorado en Lenguas Romances en el Trinity College de Dublín). En 1926 viajó a París y se convirtió en asistente y traductor de Joyce. Esta cercanía le permitió ingresar en el círculo intelectual y literario. Se quedó a vivir en París y durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Resistencia francesa, situación que también influyó en las crisis existencialistas que expresó en su obra posterior. Empezó su carrera literaria con poemas y ensayos de crítica literaria. Al finalizar la guerra también hizo teatro y novelas. Escribió la mayoría de su obra en francés, aunque algunas piezas están originalmente escritas en inglés y otras fueron traducidas por él mismo. Su mutismo y desconfianza del mundo que lo rodeaba también se vieron reflejados en su vida personal, ya que le gustaba aislarse. Además, tuvo relaciones de pareja complejas y problemas con el alcohol. En 1969 ganó el Premio Nobel de literatura “por su escritura, que —en nuevas formas para la novela y el drama— en la indigencia del hombre moderno adquiere su elevación”. Murió en París el 22 de diciembre de 1989.
Su obra fue prolífica y variada. Entre lo más destacado encontramos: la trilogía de novelas Molloy (1951), Malone muere (1951) y El innombrable (1953). Estas tres obras exploran la disolución del yo a partir de un discurso fragmentado y una imposibilidad de comunicación de los individuos. Luego, en 1952 publicó su obra de teatro más conocida, que terminó por sellar su éxito: Esperando a Godot. Se trata de una pieza del llamado “teatro del absurdo”, estructurada y escenificada de forma minimalista. La trama se limita a una palabra: esperar. Dos hombres, Vladimir y Estragon esperan a un hombre llamado Godot. Con respecto a esta obra de teatro y su autor, Christiane Zschirnt afirma: “Con esta obra, Beckett dinamitó todas las expectativas convencionales sobre el drama: en Esperando a Godot no pasa nada; tampoco existen caracteres profundos, sino personajes grotescos, y los grandes monólogos han dejado paso a un lenguaje que superficialmente produce la impresión de no ser más que una monserga incomprensible” (Todo lo que hay que leer, Taurus, 2004, p. 234). Más adelante siguió experimentando con la forma y el minimalismo en obras de teatro como Final de partida (1957), La última cinta (1958), Días felices (1961), No yo (1972) o Rockaby (1981). En la prosa también limitó los recursos narrativos a lo mínimo con obras como: Textos para nada (1955), Cómo es (1961) y otros relatos posteriores en los que incluso desaparece la trama.
En suma, Samuel Beckett fue un autor esencial que rompió con los límites de del lenguaje, la puesta en escena, la narrativa y la forma en literatura. Se sirvió del minimalismo, el humor negro y la sátira para dejarnos un legado literario invaluable. El autor se convirtió también en el punto final de la literatura modernista, para dar paso al existencialismo y la búsqueda de sentido de la vida en la literatura.