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Se fue Tranströmer, el poeta exigente, queda su obra

Roberto Mascaró, ganador del Festival Internacional de Poesía de Medellín, amigo y traductor del autor sueco, le contó a El Espectador por qué considera los versos de su colega como únicos.

Nelson Fredy Padilla, editor de El Espectador

27 de marzo de 2015 - 01:40 p. m.
Tranströmer en su biblioteca. Tenía 83 años de edad y estaba impedido para hablar y escribir. / AFP
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El uruguayo Roberto Mascaró vive exiliado en Suecia desde 1978 y desde 1980 se convirtió en traductor al español de Tomas Tranströmer, quien falleció este viernes a los 83 años de edad. En 2011, cuando la academia sueca le concedió el Nobel de Literatura, su amigo Mascaró le dijo a El Espectador: “¡Qué alegría. Por fin se hizo justicia!”. Y reveló la importancia de la obra del poeta sueco.

¿Cómo se cruzan su camino y el de Tranströmer?

Yo llegué a Suecia en 1978, perseguido por la dictadura uruguaya. Era un poeta principiante. Luego de dos años me familiaricé con el idioma, y cuando empecé a leer poesía sueca (Lagerkvist, de Ekelöf, Martinson y Söderberg) descubrí a Tomas. Me interesó tanto su obra, hasta el punto de que un día lo llamé por teléfono desde Estocolmo a la ciudad donde vivía y le dije que lo estaba traduciendo al español. Tuve la sorpresa de que él me respondiera que le interesaba que lo tradujese al español porque nadie lo había hecho. Dijo que venía a mi casa y se apareció donde yo vivía, por coincidencia el barrio obrero donde él había vivido en su niñez. Es un sueco especial, un hombre sencillo, simpático, me contó toda su historia, yo le conté la mía, y con la traducción de sus poemas empezamos una amistad que fue estrechándose a lo largo de 30 años.

Dicen que cuando se traduce un poema se transforma en otro.

Puedo decir que mis traducciones están bastante bien corregidas y consultadas con el autor, lo que es un privilegio porque no todos los traductores pueden telefonear al poeta, apenas les surge una duda, para ponerse de acuerdo.

La academia sueca definió la poética de Tranströmer como densa, translúcida, metafórica. ¿Está de acuerdo con eso?

No estoy de acuerdo. Me parece una definición un poco mezquina, muy general, no dice nada; una definición lavada, como la de todos los años. Tranströmer es un poeta difícil, en el buen sentido de la expresión. Es radicalmente metafórico y radicalmente simbólico. Su lectura exige al lector un esfuerzo, y lo interesante es que es un poeta difícil que ha llegado al gran público en Suecia. Uno de los poetas más nombrados y traducidos del planeta, incluso a idiomas como el tártaro o el zulú.

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Los ensayos sobre él hablan de que sólo admite influencia de los poetas griegos.

Su vertiente viene de los clásicos, en especial de Horacio. También del expresionismo, del surrealismo y de las vanguardias europeas, de manera tangencial, porque tampoco las reivindica ni se hacen muy visibles. Todo lo ha transmutado en un lenguaje propio; para mí, con una especial torpeza en la escritura, porque sus versos balbucean a veces. Él no es un académico, sino lo contrario.

Explique ese concepto de la torpeza y el balbuceo.

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Es el mérito de llevar al lector a aprender, a descubrir cosas. La poesía de Tomas es una cantera en bruto donde uno tiene que trabajar para sacar un resultado.

¿Eso le dificultó las traducciones?

Sí. El trabajo ha sido largo y de mucha corrección. Empecé con una antología en los años ochenta. Luego hice otra para España, en 1989, y apenas hace meses terminé los dos volúmenes con sus obras completas para la Editorial Nórdica de Madrid, titulados El cielo a medio hacer y Deshielo a medio día. Precisamente en este último, en el poema ‘Cinco estrofas para Thoreau’, se nota su acercamiento al fenómeno de los exiliados como usted: “Otro más abandonó el pesado/ anillo de la ciudad de voraces piedras./ Clara como la sal es/ el agua que golpea todas las cabezas de/ los verdaderos refugiados”.
En ese ambiente se fortaleció nuestra amistad. Él está casado con Monica, una mujer maravillosa, que es su enfermera, su punto de apoyo, su traductora gestual y de monosílabos. Ella habla español y trabajaba en el campo de refugiados a donde yo llegué. Él es sicólogo y los dos son especialistas en gente afectada por la tortura y la cárcel, en el mundo de la criminalidad, la transgresión. Tomas nunca fue un hombre conforme con el estilo de vida ni la prosperidad sueca, que ha conducido al país, según sus palabras, a un proceso de deshumanización. Él conoció latinoamericanos como yo, pero no habla español, entonces no trató con la colonia. Además, eso todavía es mal visto. Suecia tiene un diez por ciento de población inmigrante y veinte por ciento de racismo mental. Todavía es un fenómeno bastante profundo: los inmigrantes viven en barrios marginales, en malas condiciones.

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¿Tiene un poema preferido del Nobel?

Siempre recuerdo uno, de un poemario fundamental que se llama Báltico, un libro que relata un poco la historia de un antepasado de él (su abuelo) y la historia del mar Báltico, el Mediterráneo de los nórdicos.
“Noche-mañana
El mástil de la luna se ha podrido y la vela arrugado./ La gaviota flota ebria, más allá, sobre el agua./ El pesado cuadrilátero del muelle, carbonizado. El matorral se doblega en la oscuridad./ En la escalera. El amanecer golpea y golpea/ en las verjas de piedra gris del mar y el sol crepita/ cerca del mundo. Semiahogados dioses estivales tantean/ en niebla marina”.

El haiku es una de las técnicas que él utilizó. ¿Qué tanto se acercó a la poesía oriental?

Mucho, porque ha viajado varias veces a Japón y recibió también la influencia china. El haiku es lo que más me ha costado traducir porque su esquema métrico básico es de cinco, siete y cinco sílabas.

También se detecta la influencia de los rusos. Tiene un bello poema en homenaje a Gógol y el Nobel Brodsky, en los últimos años de su vida, exaltó la poesía de Tranströmer, hasta el punto de haber retomado varias de sus metáforas.

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De acuerdo. Ha recibido influencias muy variadas. Se me olvidaba César Vallejo, poesía que me pidió le ayudara a traducir. Lo leyó muy bien y no se nota. Él quiere ir a Suramérica.

¿Es cierto que Tranströmer leyó a García Márquez?

Conoció su literatura por el Nobel de 1982. También leyó a Neruda. No sé más porque nos concentrábamos en las traducciones y casi nunca hablamos de otra literatura. Creo que siempre se cuidó mucho de que alguien pensara que un poeta inmigrante le ayudara. Ni yo se lo pedí, ni él me lo ofreció.

¿Cuándo llegará su traducción de la obra completa a Colombia y qué gana usted por eso?

Las editoriales deberían estar llamando a Editorial Nórdica en España. Puedo adelantar que los libros que se enviaron a Ciudad de México ya se agotaron. Tengo un contrato muy modesto. Tal vez hubiera ganado algo más si lo hubiera editado después del Nobel, pero nunca he ganado plata con la poesía y no es mi destino.

Usted ganó el Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Entre sus colegas en Colombia, ¿Tranströmer es conocido?

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En mis viajes a Colombia he constatado que todos los buenos poetas conocen su obra.

La música es para Tranströmer la forma de expresarse artísticamente desde el derrame cerebral, la música está en muchos de sus poemas.

La música ha estado siempre en la vida de Tomas desde niño, aunque su presencia se intensificó a raíz de la afasia, porque ya no puede escribir ni expresar lenguaje. Entonces se especializó en conciertos de piano para la mano izquierda, un género que yo no sabía que existía pero que él descubrió y del que buscó las composiciones para interpretarlas. Yo organicé en Suecia un festival de poesía, lo invité y disfrutó entre poetas inmigrantes, incipientes, marginales. Fue la estrella, con toda la humildad que lo caracteriza.

¿Su esposa siempre está a su lado como intérprete?

Sí, porque aparte de movilizarse con el bastón apoyado en la mano izquierda, sólo mueve los ojos y nada más. Necesita a su esposa para que uno sepa lo que quiere o no. Es una maravilla lo que ha hecho Monica con él. Muchas personas en su condición se quedan sin poderse comunicar. En cambio ella sabe cuándo quiere que le lea, que le ponga su música, que le sirva su whisky, que lo sigue tomando, o un buen vino.

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¿Haberse obsesionado con la obra de este hombre lo ha distraído de su propia carrera como poeta?

Me han dicho que eso desvía mi atención en cuanto a mi obra, pero nunca me ha preocupado porque la traducción para mí es un arte literario y ya llevo como 40 libros traducidos que también son obras propias. Mi vida siempre ha estado dividida así y no es un conflicto.

La biblioteca del Nobel

Con base en la foto de la agencia AFP que aquí se publica se alcanza a identificar parte de las obras de la biblioteca del poeta Tomas Tranströmer: Dante; Dostoievski; Ortodoxia, de Chesterton; El legado de Humboldt, de Saul Bellow; Palomar, de Italo Calvino; William Golding; obras de Karen Blixen, danesa conocida con el pseudónimo Isak Dinesen; volúmenes de poesía oriental; A Distant Mirror, mirada de la calamitosa Europa medieval, de la norteamericana Barbara Tuchman; Afterline, del británico Colin Wilson, escritor y filósofo experto en criminalidad; Entre brumas, del holandés J. Bernlef. Autores suecos: Erik Axel Karlfeldt, quien recibió en 1931 el Nobel a título póstumo; obras de Lars y Madeleine Gustafsson; Lewis Resa, de Enquist; El buscador, de Erik Lindegren; Sannsaga, de Sophie Elkan; La leyenda del rey de la peste, de Lars Andersson. También Delbanc, Ekelund y Hjalmar Söderberg.

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*Nota publicada originalmente en el Espectador en octubre de 2011.

Por Nelson Fredy Padilla, editor de El Espectador

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