Sergio Restrepo: Un animal indómito

Sergio Restrepo entrega el Teatro Pablo Tobón Uribe a la ciudad después de seis años de estar al frente.

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Manuela Saldarriaga H.
02 de abril de 2017 - 06:40 p. m.
 Sergio Restrepo, quien dirigió el Teatro Pablo Tobón durante seis años.  / Archivo Teatro Pablo Tobón
Sergio Restrepo, quien dirigió el Teatro Pablo Tobón durante seis años. / Archivo Teatro Pablo Tobón
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La Alcaldía de Medellín presentó en el parque de Bolívar su Plan de Intervención Urbanística con énfasis en el Centro. Es uno bastante ambicioso: serán 270.000 millones en obras públicas, intervendrán 137.781 metros cuadrados en parques urbanos, sembrarán 15.000 árboles y especies vegetales, y el alcance de proyectos comprende 80 manzanas del sector. Habrá una galería Bolívar; harán la peatonalización de la avenida La Playa en dos tramos; construirán un corredor verde en la avenida Oriental; el Parque San Antonio y el Parque Berrío reverdecerán hasta la savia; habrá una revitalización estratégica del abandonado barrio Prado; las columnas del Metro serán jardines verticales; habrá más andenes, más corredores peatonales, nuevos parques lineales, una veintena de kilómetros de ciclorruta, magníficas vías de movilidad sostenible…

Lo anterior, siendo un objetivo estratégico de esta administración, entró en conjunción con la firma de la Alianza por el Centro, un proyecto en el cual diferentes instituciones públicas, privadas y mixtas deciden apostarle a la reivindicación de ese núcleo de Medellín como un espacio de encuentro ciudadano, gracias a diferentes acciones y en pro de recuperar fugas de aire limpio entre estas canaletas de asfalto. Fue la Universidad de Antioquia, de hecho, la que hace poco más de un año abrió la sombrilla y voz en megáfono hizo el llamado. Entre las cerca de 67 instituciones educativas de la Comuna 10, y otras importantes, muchas, más de 50, decidieron jinetear el anhelo de intervención integral.

Hace un año, también, la administración municipal recibía e inauguraba sus austeros presupuestos, cargos, cuotas, y trataba de hacer efectiva su campaña política, al mismo tiempo que recibía proyectos y hacía malabares con ellos: este sí, este no. A pesar de lo evanescente que parecía esa alianza en un principio, aunque se precisaba urgente, se consolidó un primer movimiento: Caminá pa’l Centro, que resultó siendo algo bonito: medio centenar de entidades se desvistieron de su logo y, sin presencia gubernamental —salvo un comunicador que asistía a reuniones—, promovieron desde sus propensiones y capacidad una programática sobre la parcela céntrica.

El resultado de esa suma de voluntades fue valioso, en tanto no pertenecía a nadie y nos pertenecía a todos. Y, aparentemente, nadie parecía contundentemente responsable. No obstante, algunas de las líneas del documento de la Alianza por el Centro que acaban de firmar fueron propuestas por un tipo llamado Sergio Restrepo, quien cumple hasta ahora seis años como director del Teatro Pablo Tobón Uribe. Restrepo, como predicador, no está nada mal como ejemplo de práctica y destreza; además de indómito, es y seguirá siendo un irremediable soñador. Lo bellísimo que ocurrió fue que, con su indomabilidad pero con el teatro como su refugio, y el de muchos, coordinó desde el principio esa alianza interinstitucional por el Centro, aun cuando sus agregados eran y son instituciones más suntuosas que este hermoso teatrico a la vera de la quebrada Aná.

El teatro, durante esos seis años, no sólo fue uno de puertas abiertas; la mixtura entre escenario, café y calle le concedió una palpitación con buen curso del torrente sanguíneo. Consolidaron Días de Playa con una asistencia de cerca de 400.000 personas. También, Lunes de Ciudad, interesantes tertulias abiertas a la ciudadanía, un proyecto con cerca de tres años de implementación que permitió más de 50 debates, y el arribo de personajes como Daniel Pécaut, filósofo y sociólogo francés; Manuel Delgado, antropólogo e investigador de la U. de Barcelona; Guillermo Dietrich, subsecretario de Transporte de Buenos Aires; Brend Toderian, planeador urbano y exsecretario de planeación de Vancouver; William Vallejo, asesor en espacio público y movilidad de la Alcaldía de Nueva York.

Implementaron Martes por la Educación, Martes por el Teatro. Se nombró y pintó la redondez vegetal contigua al teatro como “glorieta de la Vida”, allí se jugaron más de 78 tardes de ajedrez; hasta se invocó al diablo con novenas navideñas y ante la alborada se suplicó por la lluvia. Fueron cerca de 400 encuentros yóguicos, muchos tangos y tres exposiciones en gran formato. Cuatro versiones de Circulart en donde pasaron más de 800 artistas en escena, cuatro temporadas de La Matraca y dos de Zona de Distensión. Llenaron su avenida de arena; hicieron insurgencia pacífica: Restrepo y quienes conciliaban con él en ideas cuestionaron la calidad del aire (Medehollín), cuestionaron que los vehículos fueran ocupas en la ciclovía, cuestionaron que un camión hubiera atropellado a un habitante de calle mientras dormía, y esto y lo que no menciono lo hicieron de manera performática y propositiva, también provocadora.

Promovieron igualmente la marcha por el Sí en el plebiscito y Sergio Restrepo izó la bandera en la avanzada; transmitieron todo cuanto interesó sobre las discusiones y la firma del Acuerdo. Albergaron en el sótano del teatro al colectivo Ciudad Verde y a Low Carbon City con activaciones y para su primer foro mundial. Durante el WUF7 UN-Habitat, él nadó contracorriente y con ¡Oh no! ¿Hábitat? ejecutó un acto de contracultura que conmemoró a las víctimas y alertó sobre la cifra de desaparecidos en el país. Encerró el pájaro de Botero en una jaula, se inventó un partido político: LAIN; hizo un concurso nacional de epitafios, amén de todo aquello que no se refiere y que comprende jugadas políticas no justamente alineadas con el discurso imperante.

Hace un año, con esta suma de voluntades, nació el proyecto que hoy se materializa mediante la signatura de un documento. Restrepo destinó un poco de su presupuesto y contrató a Isabel Vanegas, quien tiene una fuerza anímica de trabajo pedagógico en comunidad, y con ella, junto con menos de diez personas más, pasaron algunas noches en vela de trabajo agitado, consolidando un comunicado para la opinión pública que expresara la naturaleza independiente y poco pretenciosa, aunque con el empeño de apropiación ciudadana; ahí llegó el “cautivo encanto”; robustecieron la parrilla de programación y aseguraron un package visual y de información sobre el evento lo suficientemente atractivo y genuino, es más, era hasta frágil. Luego ocurrió lo que se advertía: debía intervenir en él la administración municipal.

Es un poco de justicia poética el que ahora el alcalde Federico Gutiérrez haya recibido de manos de jóvenes que él no conocía, durante la firma de esa Alianza por el Centro, una camiseta amarilla con la que hace un año nos vestimos, estampada con nuestro “Caminá pa’l Centro”, una prenda simbólica que exhibe con simpleza el trabajo que se estaba realizando mucho tiempo atrás y que siempre fue estimulado por un loco artesano que viaja a pie y no le teme a la oscuridad, ni urbana, ni política. De repente, la semana pasada, la junta directiva del teatro tomó la decisión unánime e irrevocable de no extender su continuación en tajamar, y la secretaria de Cultura, Amalia Londoño, quien preside, expresó que hay un plan hasta el 2021 para este espacio y que apoya la decisión de tener una fase distinta en donde no haya un morir de las ideas.

“Creo que el buen líder lo es en la medida en que sus propuestas sean tan fortalecidas y tan fuertes, que quien continúe no se pueda negar a su continuación”, asegura.

Lo cierto es que Sergio Restrepo entrega un teatro a la ciudad y no a una administración, como pareciera. Así que lo que se precisa es una asistencia asidua semejante a la que ha habido hasta ahora, que hable del sentido de pertenencia por lo creado y que agradezca por la desobediencia civil de quien se enfrenta a un público circunspecto y para el que él actúa como un niño. Lo recuerdo feliz rayando en el tablero de una reunión de esta Alianza, formulando un acto en donde Juancho Valencia empezara a tocar las campanas de la Catedral Metropolitana y ocurriera un ensamble de la Orquesta Sinfónica, la Filarmónica y todas las escuelas y la Red de Música de la ciudad, desde Bolívar hasta el parque San Ignacio, haciendo sonar una melodía por todo un circuito de calles, un corredor musical que vivificara el espacio, con menos de miles de millones.

“Me crié en una escuelita para vivir a la enemiga, como había propuesto Fernando González, y eso no le gusta a mucha gente. Definitivamente, ahora hay una razón: la administración y algunos actores legítimos no están contentos con mi forma de ser: sospechosa y peligrosa, y no quieren que el teatro esté dirigido por esa persona que les hace críticas y propone discusiones. Hoy me voy satisfecho con que después de 16 meses el alcalde haga un primer anuncio donde sea el Centro protagonista. No voy a dejar de ser yo”, afirma Restrepo.

Por Manuela Saldarriaga H.

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