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Fumiaki Noya nació en 1948, en Kawasaki, Japón. Lo conocí gracias a Gonzalo Robledo, corresponsal de El Espectador en Tokio. Es graduado de la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio, fue profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Escuela de Postgrado de Humanidades y Sociología de la Universidad de Tokio, donde ahora es profesor emérito. Ha publicado libros como “Atravesando Latinoamérica”, “Besa a Latinoamérica” y “Misterioso viaje por la Latinoamérica mágica”. Durante medio siglo ha traducido a buena parte de los autores del llamado “boom” latinoamericano.
Bienvenido y ¿por qué es importante para usted conocer “El Espectador”?
Me alegro mucho de estar en este legendario diario. Es muy importante, porque cuando yo era estudiante leí una traducción del “Relato de un náufrago”, que fue publicado en El Espectador. Ahora veo aquí el periódico original de 1955, veo el original del primer capítulo que se publicó de “Cien años de soledad” y me emociona mucho. Sin saber que lo había escrito García Márquez, la historia del náufrago fue lo primero que leí de él y me pregunté quién es ese autor y cómo se puede conseguir ese estilo de escribir. Después supe, poco a poco, de la importancia de su obra. Así que desde hace muchos años yo quería venir para conocer cómo Gabo trabajaba en el periodismo y en la literatura.
¿Cómo llegó al idioma español a través de la poesía de Pablo Neruda? En Chile lo condecoraron por traducir y difundir la obra del escritor.
Sí. Cuando empecé a aprender idioma español en la universidad fue la primera vez que quería traducir poesías de España, de Latinoamérica y entre ellas la de Neruda. En aquel entonces para nosotros los jóvenes fue muy importante leerlo en la época de la caída del gobierno de Salvador Allende en Chile. Neruda visitó Japón y yo empecé a traducirlo, primeramente sus poemas de amor y luego su poesía política.
Y a través de Neruda llegó a su amigo García Márquez.
Sí. Yo creo que también en la obra de García Márquez siempre está en el fondo el tema de amor. Entre Neruda y García Márquez hay una relación fuerte a nivel narrativo y fueron grandes amigos hasta la muerte. A Gabo le gustaba mucho su poesía, así estuviera muy criticada.
¿Qué es lo primero que tradujo formalmente de García Márquez?
Empecé a través de los cuentos de la colección Ojos de perro azul (1972).
¿Qué le interesó de su estilo?
Su carácter, que era muy distinto al resto de los escritores latinoamericanos que yo conocía, como Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar.
A quienes usted también ha traducido.
Sí. Así es.
Aparte de su más reciente traducción de cuentos de García Márquez, me muestra la última traducción de la novela “Crónica de una muerte anunciada”, que es la edición 25 de la obra. ¿Por qué empezó con esa novela y por qué ha tenido tanto impacto en Japón?
Porque es una historia de amor, corta y cotidiana, entonces no fue tan difícil para mí. Primero la publiqué en la “Revista Literaria de Japón” y como se vendieron todos los números, se editó como libro.
¿Por qué cree que el público japonés sigue interesado en la obra literaria de García Márquez?
Porque es la obra de un Premio Nobel de Literatura, porque el “boom” latinoamericano causa interés, porque tenemos muchas traducciones, empezando por “Cien años de soledad”, y porque ahora se editan en forma de libros de bolsillo.
Es alumno de Tadashi Tsuzumi, que fue el primer traductor de “Cien años de soledad”, en 1972. ¿Qué tan importante fue para usted esa obra para entender a García Márquez desde el japonés?
Muy importante. Es una obra maestra. Para mí hay varias formas de valorarla: una es para entenderla como literatura, luego como una forma de biografía y también para conocer a Colombia. Por eso para mí es muy importante esta visita para conocer directamente la realidad de los lugares sagrados de García Márquez.
Usted conocerá Bogotá, Zipaquirá, Cartagena, Barranquilla, Riohacha y, claro, Aracataca, la ruta completa del realismo mágico.
Será mágico. Se dice así, aunque Gabo nunca utilizaba esa expresión. Me alegra poder conocer los colores de Bogotá y poder compararlos con la cultura costeña. Y además a mí me interesa mucho oler, quiero sentir el olor de la guayaba (sonríe).
Conoció a García Márquez en Tokio. ¿Cómo fue?
Él fue una vez a Japón en la década de los años 80.
Ya había traducido cuentos y “Crónica”. ¿Qué dijo de su trabajo?
Como él no podía leer en japonés, les preguntó a otras personas qué opinaban de mi versión, si era buena. Todos le contestaron que sí, que quedó muy bien.
¿Qué fue lo más difícil durante el proceso de traducir sus obras?
Para mí no fue tan difícil, porque es mágico pero también muy real. Se basa en el realismo. Por eso podía imaginarme las cosas. Lo más interesante, lo más difícil, fue entender ese tono de humor que es quizás lo más importante de García Márquez. Por ejemplo, las obras de Vargas Llosa son crudas, pero Gabo puede ser crudo y humorístico.
Como en “El coronel no tiene quien le escriba”, que usted también tradujo.
Sí. Esa es diferente. Pero me alegré mucho de encontrar los elementos humorísticos aún en esa obra.
Debió ser interesante traducir al japonés expresiones del Caribe colombiano, hasta la famosa palabra con que termina esa novela.
Sí. Mierda (sonríe).
¿Fue complejo por factores culturales?
Un poco, porque casi nadie dice palabras como mierda en Japón, pero hace parte de un elemento de humor y los lectores de García Márquez de vez en cuando tienen que reírse.
¿Los jóvenes japoneses leen este tipo de literatura?
García Márquez se vende mucho y se lee. Claro que lo leen más los intelectuales.
¿Usted sigue enseñando sobre la obra del colombiano en la Universidad de Tokio?
Lo hice hasta que me retiré. Ahora lo hago en algunas academias literarias. Dentro de poco tengo que hablar en una sobre Gabo, en Tokio.
¿Sobre qué tema?
El tema es variado. Incluirá humor, amor y muerte, sobre todo.
¿Está traduciendo algo más de García Márquez o lo que hizo es suficiente?
No es suficiente. Ahora quiero renovar la traducción para que una nueva generación entienda la visión de Gabo sobre los ancianos y los jóvenes a través de obras como “Memoria de mis putas tristes”.
Será muy importante porque en esa novela es evidente la influencia japonesa en García Márquez a través de la literatura de Yasunari Kawabata.
Más que solo una influencia, hay algunos elementos de la literatura japonesa, como la de Kawabata, que lo inspiraron, sobre todo “La casa de las bellas durmientes” (1961).
¿Qué diferencias narrativas percibe entre los dos autores?
En las obras de Kawabata siempre hay silencio y distancia, porque el protagonista no puede tocar a la chica que está durmiendo. Al contrario, en la obra de García Márquez el protagonista la toca, la toca mucho, y todo es más vivaz y muy alegre. Por eso hay mucha diferencia en el tono.
Usted tiene 77 años de edad. A esta altura de su vida, ¿por qué es importante venir a reconstruir la vida y obra de García Márquez a Colombia?
Voy a escribir un libro sobre García Márquez que se va a publicar el año que viene. Por eso, antes quiero conocer la realidad de Colombia y la historia de Gabo, sentir el calor de este país. Claro que acá en Bogotá hay falta de calor (sonríe). La única referencia que tengo del calor del Caribe es que conozco La Habana, Cuba. Quizás hay algunos elementos iguales.
¿El libro tiene que ver con sus memorias de haber conocido y traducido a García Márquez?
Buena parte será sobre haberlo traducido y otra sobre mi lectura de sus cuentos y novelas, porque en Japón todavía no hay buenos críticos de esas obras.
¿Qué le puede enseñar la obra de Gabriel García Márquez a un lector del siglo XXI?
Yo creo que él siempre quiere comunicar la importancia de la vida más allá de la violencia y eso es muy importante, sobre todo ahora que hay muchas guerras por todo el mundo. Esas obras transmiten alegría y permiten saborear la vida. Tenemos que vivir, vivir para contarla.
“Vivir parta contarla”, como el título de la autobiografía del escritor. ¿Qué tan importante ha sido en su vida García Márquez?
Cuando uno lee a Gabo entiende que la vida es muy bella y que hay que gozarla. Si no tuviéramos las obras de García Márquez, la vida sería más seca, menos divertida. Eso es muy importante para mí.
En Japón también se siguen traduciendo clásicos literarios como “El Quijote”. ¿Ve puntos en común entre de Miguel de Cervantes y García Márquez?
Entre Cervantes y García Márquez hay un punto común: el humor. Yo creo que lo empecé a entender cuando leí “Los funerales de la Mama Grande”. Para mí fue muy interesante porque en la literatura japonesa no hay ese tipo de obras, esa especie de novela humorística. García Márquez me enseñó que existe el mamagallismo, un ángulo que es muy humorístico, pero desde otro ángulo va hasta el humor negro, más profundo, no ligero.
¿Hay alguna imagen de las obras de García Márquez que siempre tiene en la mente?
Sí. Hay algunas que no se despegan de mi mente, como los episodios de “Cien años de soledad”. “El Otoño del patriarca” también, porque es su obra más grotesca. En “Los funerales de la Mama Grande”, la imagen de la madre de la niña es muy fuerte. También recuerdo “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”. Y claro, las mariposas amarillas, que en este viaje quiero saber de dónde salen; conocer la diferencia entre los paisajes andinos, bananeros y del mar, hasta la influencia indígena que voy a ver en Riohacha a través de la cultura wayuu.
¿Qué opina de la serie sobre “Cien años de soledad” que se ve en Netflix?
Demasiado pomposa. A García Márquez no lo percibo así.
