A voces pedimos que los libros perduren más que los estallidos, pedimos que los libros nos salven del olvido, de la indiferencia. A voces pedimos que los libros ayuden a evitar la represión y la violencia. Los libros son necesarios, son vehículos que transportan la(s) historia(s) y resguardan las teorías, los relatos y las tradiciones que han cambiado la visión del mundo y la forma en que lo entendemos. Los libros, que son vehículos, o que pueden ser naves como lo dijo alguna vez Emily Dickinson, nos transportan a las ciudades que anhelamos, al tiempo que quisiéramos pertenecer o a la historia que quisiéramos contar.
Detrás de cada autor hay un proceso que requiere paciencia, un método que exige precisión, cuidado y respeto con el autor y con los que serán los futuros lectores. El proceso de edición toma tiempo, toma varias horas de reflexión y trabajo, es decir, que el libro, cuando ya está constituido como objeto, ha cargado consigo varias mentes que lo han pensado, que lo han hecho y deshecho, que lo han imaginado y lo han realizado. Eso son los libros: utopías realizadas.
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Lucía Donadío, que empezó su camino como líder de la editorial Sílaba hace diez años, cuando aun no trabajaba en este campo y decidió aceptar la encomienda de la Alcaldía de Medellín de realizar la edición de un libro llamado Buenos Aires: portón de Medellín, alza la voz reflejando un orgullo y una alegría cuando habla de los autores que han pasado por sus filas.
Pablo Montoya, Santiago Mutis, Alberto Donadio, Victor Apüshana, Juan Manuel Roca, Juan José Hoyos, Horacio Benavides, Hugo Mújica, Julio Olaciregui, Luis Fayad, Luz Mary Giraldo, entre otros autores han pasado por las páginas que Sílaba edita desde hace diez años. Reediciones de viejos autores como Emily Dickinson, Gonzalo Arango o Estanislao Zuleta se destacan también en los estantes de la editorial.
“Cada libro y cada autor es una historia. A nosotros nos caracteriza mucho la cercanía con los autores. Para hacer un buen trabajo de edición uno tiene que ser muy cercano con ellos. Hay que tener un diálogo con ellos. En ese sentido todos nuestros autores son amigos nuestros”, mencionaba Lucía Donadío.
Ninguno de los libros de Sílaba cuesta más de $50.000. Donadío reconoce que la industria editorial es un poco costosa en el país, que la población lectora es escasa y que, en muchas ocasiones, es imposible adquirir los libros que varios deseamos por el precio de los mismos. Es por esto que le apuestan a una cercanía con los lectores por medio de precios asequibles, por medio de estrategias que facilitan el acceso a los textos y que, a la larga, refuerzan el propósito de promover la lectura y la cultura en un territorio como el nuestro, en el que las artes tienden a ser consideradas y exclusivas de la élite, construyendo esa desigualdad que se ilustra desde los indicadores económicos y que dificulta un progreso que nace precisamente del estudio, de la educación, de la posibilidad de acceder a otros mundos, teorías o historias por medio de los libros.
“Uno publica un libro y uno no sabe, por más bueno que sea, cómo le va a ir al libro. Hay una parte de incertidumbre enorme con la que uno tiene que contar siempre. Asumimos un reto que también asume el autor. Nuestra experiencia en general ha sido buena. Nosotros tenemos la filosofía de que los buenos libros son para siempre.Nosotros no hacemos libros para vender en el ahora como best sellers. La idea es que nuestros libros permanezcan, que sigan existiendo. Obviamente un libro nuevo tiene más posibilidades de que se conozca, que haya divulgación, que venda más. Paradójicamente, con el único libro con el que no he podido lograr la reimpresión y mantenerlo en el tiempo es con el primero: Buenos Aires: portón de Medellín. Es un libro gordito, que es un poco costoso de imprimir. De todos los demás tenemos existencia. Es importante que los libros perduren”, afirmaba Donadío.
Finalmente, la creadora y editora me pidió darle las gracias a los autores, a los amigos, a los periodistas, a sus mismos trabajadores y a todos aquellos que rodean el escenario cultural. Lo cierto es que le agradecí también a ella, y seguramente muchos lo han hecho, pues asumir la responsabilidad de aportar a la industria editorial de manera independiente, trabajar en pro de la cultura y encontrar siempre la manera de apoyar a los autores y de causar el nacimiento de nuevos lectores es una tarea bondadosa y generosa, que habla de espíritus que le apuestan a la inmortalidad, que se niegan a ser cómplices del olvido y de la creación de una sociedad que se ha ido quedando sin referentes, que escudriña en las páginas pigmentadas del pasado para valorar los clásicos y reforzar ese imaginario que murmura que los viejos autores tienen los paradigmas que los nuevos aun están buscando.