El Magazín Cultural
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“Sin lectura no seremos cultos”: escritor Luis D. Bernal

El autor bogotano realizará un libro para jóvenes sobre Camilo Torres Restrepo y un poemario sobre los animales en extinción en América Latina.

Jorge Consuegra
05 de febrero de 2016 - 04:17 a. m.

¿Cuál considera que ha sido su aporte a la cultura?

Quizá el completar 40 años realizando semanalmente por lo menos un taller de promoción de lectura, con niños, jóvenes, docentes y trabajadores de la cultura en América Latina. Prueba de esto son las miles de cartas infantiles, juveniles y de docentes de todo el continente que poseo, con mensajes de agradecimiento por tales encuentros, y en torno a mi trabajo literario de ficción (novela, cuento, poesía, teatro).

¿Por qué tanto interés en la lectura y su promoción?

José Martí decía: “Sin cultura no seremos libres”. Yo agregaría: “Sin lectura no seremos cultos”. Para ser libre, y esa ha sido desde joven mi consigna existencial y mi preocupación ideopolítica, base de la liberación y desarrollo de los pueblos, es necesario leer y promover esa actividad. Muchos seres humanos nacen con el ritmo recorriendo sus venas; otros, con el deslumbramiento ante el color en sus ojos; algunos con la fascinación por la palabra oral. Pero, salvo Borges o quizá Cobo, nadie nace con un libro debajo del brazo. Por eso es fundamental y urgente, política, social y culturalmente, si queremos tener una sociedad justa e incluyente, promover la lectura. En especial entre los niños. Porque yo he dicho siempre que un niño sin lectura es un pájaro con las alas recortadas.

Es reconocido por su ingente labor de escritor en literatura para niños y jóvenes. Sabemos que critica la nominación de “literatura infantil”. Pero ¿ha cambiado su preocupación literaria?

Ninguna niña o niño puede afirmarse racionalmente que pueda hacer literatura. A lo sumo expresiones narrativas o poéticas, pero no literatura. Fuera de estas consideraciones (conocimiento, experiencia, reflexión, viajes, lectura, vida, disciplina), entre otras, no maneja muy bien los instrumentos escriturales para construir efectivamente un discurso literario. A ningún congénere lector asombrarían. Por eso, los concursos para premiar al mejor escritor niño, como sucede con los que pretenden también premiar a la mejor pintora niña, son, como todo en esta sociedad, una estafa. Formas engañosas de las empresas de textos o de colores para promover comercialmente sus productos, utilizando la ingenuidad y tontería de orgullosos progenitores. Y crear miserablemente falsas expectativas estéticas en niñas y niños. De otra parte, no. No he cambiado mi ocupación literaria, jamás preocupación, sino profunda y maravillosa delicia. Pero sí he ampliado, recientemente, mi universo, afinando mis antenas y sacando a pasear mis demonios. Pero también mis ángeles. Primero lo hice por experimentar qué se sentía teniendo uno que otro lector adulto. Luego por placer. Y ahora por caridad cristiana. Para que los adultos dejen de ser tan aburridos. Y no lean tantas pendejadas; fetichismos terapéuticos empastados o atrocidades.

¿Cambia de mano cuando escribe para adultos?

Cambio de todo: de mano, de vestido, de bolígrafo. Pero en especial, de visión y de responsabilidad. Cuando escribo para adultos escribo lo que se me da la bendita y real gana, tanto en narrativa, como en poesía, teatro o periodismo, pues supongo que ellos tienen o deben tener la suficiente capacidad emocional, psíquica e intelectual para defenderse de las propuestas, locuras o aventuras ficcionales mías. Entre otras cosas, porque, valga la acotación, es más fácil escribir para adultos. Pero, así con mayúscula, cuando escribo para niños y jóvenes, estoy atento, por responsabilidad social, a tres principios conceptuales que he denominado, no la Triple A, de ingrata recordación en América Latina, sino la Triple E. Ética, necesidad de respetar los valores supremos e invariables del ser humano; estética, reto de desarrollar una eficiente, placentera y armónica relación entre la forma y el contenido, y esperanza, necesidad y deber ideopolítico de no ocultar a los novísimos lectores el panorama gris y a veces apocalíptico de la humanidad y del país actuales, abriéndoles la puerta y motivándolos para que creen un mundo nuevo y mejor. De otra manera los estaría convocando al suicidio. Pero, además, porque no hay que olvidar que “no hay un momento más oscuro de la noche que un instante antes del amanecer”.

¿Algunos títulos recientes?

“La batalla de la luna rosada”, novela; “El caimán barbudo y otras historias”, cuentos; “La comparsa de los animales”, poemario; “El delirio de los huevos del gallo”, novela (El Perro y la Rana, de la República Bolivariana de Venezuela); “Dos mujeres, diez historias”, novela; “El placer del desahogo”, poemario (El Colibrí Real, de Colombia).

¿La crítica?

Respeto la crítica seria. Lástima que no existe en Colombia. Hay, sí, miembros de sociedades de mutuos elogios o de ofensas, aquelarres de envidia, ignorancia y corrupción. Es así que funcionan personajes que son, al mismo tiempo, facilitadores de talleres, jurados de concursos y mediocres escribidores de reseñas. Ellos publican elogiosos comentarios de textos de los asistentes a sus talleres literarios, luego de que ellos mismos los han premiado. El círculo perfecto y el negocio redondo. Para resumirlo en buen criollito, como dicen en Venezuela, “se cobran y se dan el vuelto”. Pero sí, siempre he tenido una voluminosa, honesta y despiadada crítica a lo largo de mi carrera. Miles de niñas, niños, jóvenes y ahora adultos que, desde colegios, bibliotecas, centros culturales u otros espacios, me escriben que leen, comentan, critican y quieren mis libros. Por eso desde hace 35 años vivo feliz y pleno de mi literatura. Desde cuando mi novela "Catalino Bocachica" obtuvo el Premio Internacional de Novela de Unesco y el Centro para el Desarrollo de la Cultura Negra en Colombia.

Supimos de recientes galardones. ¿Fueron para estas obras?

Sí, el Internacional de Poesía Eduardo Carranza para mi poemario “El placer del desahogo”, que bauticé con pétalos de rosa, a la manera venezolana, en diciembre pasado en el colegio Gimnasio Moderno de Bogotá, gracias a la amabilidad y magnífica gestión de Federico Díaz-Granados. Premio en el Concurso Nacional de Literatura de Venezuela-Mención Poesía del FEI del Mineducación de ese país, con mi poemario “Travesías”. Premio-edición de 95.000 ejemplares de mi novela para jóvenes “La batalla de la luna rosada”. La misma obra que obtuvo hace 20 años un premio en el Concurso Internacional de Literatura Casa de las Américas de Cuba.

¿Cómo es eso de que está haciendo televisión y cine?

Así es. El 15 de noviembre de 2015 salió al aire, en Vive TV de Venezuela, el primer capítulo de una telenovela corta, desatadamente política (especie de miniserie que se piensa continuar) titulada Carmencita Domínguez, a la orden, que escribí con una bella y extraordinaria guionista venezolana, Veruska Cavallaro. Y con guión de ella misma, en unas semanas, en Margarita y a final de año en Cartagena de Indias, se filmarán un cortometraje y un largometraje, respectivamente, basados precisamente en mi novela “Catalino Bocachica”.

¿Planes?

A corto plazo, realizar las películas, seguir escribiendo en la prensa venezolana, terminar un par de novelas, un libro para jóvenes sobre Camilo Torres Restrepo y un poemario sobre los animales en extinción en América Latina.

Por Jorge Consuegra

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