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Slavoj Žižek y la solidaridad global, una utopía necesaria en medio de un sinsentido

Tomar las crisis como oportunidades, optar por reevaluar las actitudes frente a un mundo que tiende a reproducir lo que no debería reproducirse (exclusión, desigualdades y violencias). Construir una auténtica universalidad. Superar la mera tolerancia y reconocer que el respeto al otro incluye ofrecer una lucha para todos, son algunos de los temas sobre los cuales Slavoj Žižek reflexiona en el libro La nueva lucha de clases, los refugiados y el terror.

María José Noriega Ramírez

10 de abril de 2021 - 12:18 p. m.
El bien común de la humanidad es lo que está en juego, lo ha estado desde hace años, y actuar de forma colectiva frente a ello parece urgente, es cuestión de justicia. Así lo afirma Slavoj Žižek en su libro "La nueva lucha de clases".
Foto: AFP - HERIKA MARTINEZ
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La solidaridad global, la consolidación de un proyecto universal, la lucha común frente a los problemas comunes. Una utopía, sí, o al menos así lo reconoce Slavoj Žižek, pero también una posibilidad para cambiar el curso de un mundo que cada es más desigual, más violento. Creer en los valores, pero ir más allá de ellos, cuestionarlos. Reconocer que la cultura es un bien común que, al igual que la naturaleza exterior e interior, no se puede privatizar (y que al hacerlo se genera violencia). Romper con la división entre incluidos y excluidos, pues, al parecer, es la clave para dejar de reproducir un estilo de vida que sume a miles de seres humanos en espacios violentos, así como en escenarios donde el terror impera ante la ausencia de proyectos comunes, de utopías positivas, en medio de un sinsentido.

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El bien común de la humanidad es lo que está en juego, lo ha estado desde hace años, y actuar de forma colectiva frente a ello parece urgente, es cuestión de justicia. “¿Quién se pondrá al frente de esta tarea?”, se pregunta Žižek en el libro La nueva lucha de clases, los refugiados y el terror. “Nosotros somos aquellos a los que estábamos esperando”, una versión de “Sé tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo” de Gandhi, pero no como un presagio de predestinación, no. Más bien como un llamado a la acción, como un despertar frente a la inactividad, como un llamado para usar la libertad de decisión para actuar, y en medio de ello despojarse de varios tabúes, como la tendencia a “rechazar los valores culturales occidentales justo en el momento en el que, reinterpretados de manera crítica, muchos de ellos (igualitarismo, derechos fundamentales, Estado del bienestar) podrían servir en la lucha”.

Óscar Wilde advirtió en su obra El alma del hombre bajo el socialismo que “Los hombres se encuentran rodeados de una horrenda pobreza, de una atroz fealdad y de una repulsiva miseria. Es inevitable que se deben conmover por todo eso. En consecuencia, no es de extrañar que los hombres, con sus intenciones admirables pero erróneas, se dediquen muy seriamente, y también muy sentimentalmente, a la tarea de remediar los males que ven a su alrededor. Pero sus remedios no curan la enfermedad: lo único que hacen es prolongarla. En realidad, puede decirse que sus remedios forman parte integrante de la enfermedad. Por ejemplo, intentan solventar el problema de la pobreza manteniendo vivos a los pobres; o, si no, tal como mantiene cierta escuela avanzada, divirtiendo a los pobres. Pero esto no es ninguna solución: tan solo sirve para agravar el problema. El único objetivo justo ha de ser construir la sociedad sobre una base tal que la pobreza sea imposible. Y lo cierto es que las virtudes altruistas han impedido la consecución de la meta”. Así, la solución a la crisis de los refugiados, por poner un ejemplo actual, no llegará con las ayudas humanitarias. Por el contrario, la violencia exacerbada, así como el terror, se irá consolidando cada vez más. Por eso, “para qué, a dónde vamos, y luego, qué”, son grandes preguntas que Žižek deja en las líneas de su libro.

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Tomar las crisis como oportunidades, optar por reevaluar las actitudes frente a un mundo que tiende a reproducir lo que no debería reproducirse (exclusión, desigualdades y violencias). Construir una auténtica universalidad. Superar la mera tolerancia y reconocer que el respeto al otro incluye ofrecer una lucha para todos. Construir unos mínimos que nos aten a trabajar sobre un proyecto de emancipación en el que el modelo cultural que predomine sea aquel que permita “una auténtica coexistencia y una mezcla de distintas culturas, pues nuestro axioma debería ser que todo forma parte de la misma lucha universal”. Confiar en la voluntad colectiva de los demás e insistir en la solidaridad global. “Quizás sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces estamos realmente perdidos, y merecemos estarlo”.

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Filósofo, sociólogo, psicoanalista y teórico cultural, Slavoj Žižek se formó en la Universidad de Liubliana y en la Universidad de París. Ha sido director internacional del Instituto Birkbeck para las Humanidades en la Universidad de Londres e investigador en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana, así como profesor en la European Graduate School. Entre sus publicaciones están: El sublime objeto de la ideología, Primero como tragedia, después como farsa, Mis chistes, mi filosofía y La nueva lucha de clases.

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