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Sobre fisuras y fracturas (En primera persona)

Hay fisuras que por su diminuto tamaño y por el lugar en el que hacen grieta resultan difíciles de notar. Un golpe tímido en la muñeca puede ocasionar la hendidura. No implican mucho dolor, daño o largos tratamientos, basta inmovilizar la zona o una intervención quirúrgica no muy invasiva para que, con algo de tiempo, el hueso se cure -con mala suerte transcurrirán dos meses-. Sin embargo, si no hay cuidados ¿puede la fisura convertirse en fractura?

Alejandra Ovalle
16 de mayo de 2022 - 12:14 a. m.
"En las emociones todo es ficción y artificio: algo que creemos, nada es preciso. Preferimos ignorar que no hay escayolas, cirugías ni terapias que alivien o enmienden una herida que no afecta la carne porque, aunque se siente y duele, no ocupa lugar visible en el cuerpo".
"En las emociones todo es ficción y artificio: algo que creemos, nada es preciso. Preferimos ignorar que no hay escayolas, cirugías ni terapias que alivien o enmienden una herida que no afecta la carne porque, aunque se siente y duele, no ocupa lugar visible en el cuerpo".
Foto: Ilustración: María Camila Cabrera

La fractura es más grave. Hay rotura, el hueso se parte. Para curarlo, es necesario acudir a radiografías, cirugías, escayolas, rehabilitación, revisiones periódicas… y otros tantos trámites dolorosos y burocráticos a los que acudimos con la única certeza de que jamás se volverá a ser los mismos. Todo lo que se tenía: la fuerza, la agilidad, la confianza, la destreza desaparecieron tras el accidente.

Con las relaciones amorosas sucede igual, se fisuran o fracturan a causa del accidente más tonto, la situación más desgarradora. Una omisión, una verdad a medias, figuraciones, dudas, sospechas, deseos no correspondidos, infidelidades, miedos, antiguas heridas, inseguridades, el terror por no poder descubrir verdaderamente al otro -las islas que somos y en las que son imposibles los puentes- y el futuro que nunca deja de acechar el presente. Grandes y pequeños errores fracturan, rompen vínculos. La vida todo lo corroe.

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Lo malo: no existe la posibilidad de hacer una imagen de rayos x para encontrar el daño y determinar si existe posibilidad de tratamiento. Lo peor: ningún hueso es tan vulnerable e indefenso como los vínculos amorosos. Desconocemos la ruta y como en todo lo importante, nos movemos por supuestos en un intento por seguir lo que sospechamos sentir. En las emociones todo es ficción y artificio: algo que creemos, nada es preciso. Preferimos ignorar que no hay escayolas, cirugías ni terapias que alivien o enmienden una herida que no afecta la carne porque, aunque se siente y duele, no ocupa lugar visible en el cuerpo.

Fácil resulta creer que como en un hueso es más grave una fractura y que en caso de fisura basta algo de atención y reposo. Enormísimo es el engaño mientras ponemos paños de agua tibia por todos lados porque no se conoce el lugar del dolor. Aplicamos el llanto, el golpe con golpe, el alcohol, los reclamos, nuevos acuerdos y las largas discusiones de pareja con la creencia de que pronto llegará el alivio, el sosiego, el enamoramiento. No obstante, solo una certeza: todo lo que sostenía el vínculo, la fuerza, la confianza, la tranquilidad, desaparecieron tras el incidente. En el amor la fisura siempre deriva en fractura, no hay otro destino ni forma de mantenerlo a salvo.

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Nunca he estado segura cuando de poner nombres se trata. Tristeza, rabia, celos, inseguridad: son los que más me cuesta nombrar. A veces porque prefiero defender a unos sentimientos de esos otros que, aunque pocos, avergüenzan porque lo oscurecen todo. ¿Defensa o autoengaño? ¿Resulta pretensioso limitar el mundo a caracteres? ¿Qué procedimientos se recomiendan para cuidar una fisura o para enmendar una fractura?

Distancia. Renuncia. Abandono. Soledad. Silencio. En el amor irremediablemente nos inclinamos a la herida. Imposible llegar a una tregua con el fracaso.

Por Alejandra Ovalle

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