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Sobre la controversia en torno a los murales “Las cuchas tienen razón”

El mural en el que se lee “Las cuchas tienen razón”, pintado originalmente en Medellín y replicado en nueve ciudades de Colombia, vuelve a ser el foco de polémicas al amanecer cubierto por pintura gris y negra. Esta disputa condensa no solo posturas políticas, sino pensamientos alrededor del arte.

Pablo Marín J.

20 de enero de 2025 - 07:00 p. m.
El mural ubicado en Chapinero en Bogotá volvió a pintarse el domingo 19 de enero.
Foto: Mauricio Alvarado
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El pasado 19 de enero el mural replicado en Bogotá, a la altura de la calle 45 con carrera séptima, amaneció cubierto de pintura negra ocultando las letras amarillas que decían “Las cuchas tienen razón”, en homenaje a las madres buscadoras en La Escombrera, donde se realizaron descubrimientos de restos humanos que corresponderían a los desaparecidos de la Comuna 13 de Medellín.

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El 13 de enero el mural original, ubicado en el deprimido de la Terminal del Norte de Medellín, en el que además de la frase había una representación del expresidente Álvaro Uribe, fue borrado como parte de iniciativas de la alcaldía de Federico Gutiérrez, quien escribió en su cuenta de X:

“Una cosa es el grafiti como expresión artística, ejemplo lo que se ha logrado en la Comuna 13 y en otras zonas de Medellín. Es más, está reglamentado por un acuerdo municipal. (...) Otra cosa muy diferente es el desorden y quienes simplemente quieren generar caos y poner fea y sucia la ciudad. Acá hay respeto por las expresiones artísticas y las apoyamos, y al mismo tiempo tenemos claro que el espacio público de la ciudad es de todos y hay que mantenerlo limpio y bonito”.

Esto abrió la puerta al debate. Por una parte, proliferaron las réplicas de este mural que, a la fecha, se encuentra en nueve ciudades de Colombia: Barranquilla, Popayán, Pasto, Neiva, Soacha, Manizales, Cali, Bucaramanga y, desde el pasado 17 de enero, en dos localidades de Bogotá: Chapinero y Usme. Por otro lado, se generó una discusión sobre las narrativas que rodean estas expresiones de protesta.

El militante del Centro Democrático Josías Fiesco, quien se atribuyó el cubrimiento del mural de Chapinero con pintura negra, se refirió a este grafiti como algo “insultante, que tiene unas calaveras que afectan psicológicamente la salud mental de las familias que leen estos mensajes”, en un video publicado en su cuenta de X, como parte de una campaña con el hashtag ‘#LimpiemosBogotá’”.

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Esta no fue la única declaración que se dio en el marco de la eliminación de este tipo de murales de protesta. En respuesta al borrado del mural en Medellín, el presidente Gustavo Petro escribió un trino en el que mencionaba: “El alcalde de Medellín debe responder en razón del orden público, porque en su gobierno no hizo la exploración para encontrar a los seres humanos asesinados en la Comuna XIII. Por qué se dedica a borrar el arte que expresa uno de los peores horrores humanitarios cometidos en Medellín: la Operación Orión, la entrega al paramilitarismo de la Comuna XIII y la desaparición de centenares de personas, la mayoría jóvenes, el descuartizamiento de adultos, las fosas comunes”, apuntó.

El muralismo como método de protesta lleva desde inicios del siglo XX, en el que -según la galería Duque Arango- luego de la Revolución Mexicana, artistas como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros utilizaron esta técnica para representar momentos de la historia nacional y como método de protesta ante regímenes dictatoriales o de denuncia frente a problemáticas sociales.

En Colombia, de acuerdo con esta misma galería, el muralismo no fue bien recibido a su llegada por los círculos políticos y académicos, quienes luego procederían a aceptarlo como método de arte. Aunque, como fue en el caso de las protestas de 2019, 2020 y 2021, este arte retornó a sus causas de denuncia iniciales.

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Mediante un comunicado del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (CAJAR), una ONG defensora de derechos humanos, se indicó que el cubrimiento de estos murales responde a una “manifestación sistemática y orgánica de un sector que, históricamente, ha demostrado su disposición a emplear cualquier medio necesario para reinterpretar la historia según principios que legitiman la exclusión y eliminación simbólica o física del ‘otro’”, sustentando que este no es el primer caso de censura de este tipo y recordando el caso de Miguel Polo Polo, o la negación de las 6.402 ejecuciones extrajudiciales por parte de algunos sectores políticos.

En defensa a estas expresiones culturales, la Defensoría del Pueblo –encabezada por Iris Marín- acompañó la jornada de la pintura de “Las cuchas tienen razón” en Bogotá, indicando que “en este espacio garantizamos el derecho a la manifestación y el diálogo ciudadanos”, a través de su cuenta de X.

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La profesora de derecho penal en la Jindal Global Law School, en India, Hamisini Marada, argumentó que esta manera de protesta se convierte en una “fuente para la construcción de memoria colectiva”. También resaltó que en el ámbito legal existen las imágenes permitidas y aquellas no permitidas. En estas últimas, la censura “obstaculizaría la comunicación entre los movimientos sociopolíticos futuros y pasados”, escribió para Frontiers of Socio-legal Studies de la Universidad de Oxford.

Los murales de “Las cuchas tienen razón” han sido un ejercicio colectivo que han debatido sobre los colores utilizados, la tipografía y los elementos gráficos que acompañan a la frase. En el caso del mural en Medellín, Fuerza y Graffiti, uno de los colectivos participantes indicó que la selección de la ubicación en el deprimido de la Terminal del Norte fue gracias a su visibilidad, además de resaltar que ahora se ha convertido en un punto de “resistencia cultural”.

Es de esta manera que se han gestado los murales en las distintas ciudades de Colombia: a través de los proyectos comunitarios. Así han tomado las decisiones estilísticas para la pieza terminada. “Las cuchas tienen razón” de Bogotá se realizó el 17 de enero, pero también el domingo 19, luego del cubrimiento a la pieza de Chapinero, que la comunidad se reunió para volver a pintarlo.

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Uno de los diseñadores de esta pieza, el artista conocido como “Cizañero”, resaltó que su trabajo para la creación de esta pieza que se ha replicado en Colombia significó “poner un granito de arena o un mensaje de que el país puede ser diferente”.

Después de la polémica por el cubrimiento de los murales, y aunque la misma comunidad resaltó que estaría dispuesta a volverlo a pintar de ser necesario, varios sectores han llamado la atención sobre la protección de estas piezas: “Si las madres quieren mantenerlo, sin lugar a duda, haremos que así sea, que sepan siempre que no están solas”, afirmó el colectivo Fuerza y Graffiti para este diario.

Por Pablo Marín J.

Profesional en Creación Literaria. Escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción. Apasionado del cine y guionista de varios cortometrajes.pmarin@elespectador.com
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