Sobre "La sociedad literaria y del pastel de cáscara de papa de Guersney"
La película, estrenada en 2018 y disponible en Netflix, narra la historia de una escritora que viaja a un pueblo para conocer a los integrantes de una sociedad literaria. El filme, que rescata el poder de los libros en tiempos de crisis, capta el encanto de agregarle solemnidad a la cotidianidad.
Laura Camila Arévalo Domínguez
“En el fondo, tener buenos modales es preocuparnos por los demás. Cuando esto desaparece se abren brevemente las puertas del infierno y reina la ignorancia”, leyó alguien.
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“En el fondo, tener buenos modales es preocuparnos por los demás. Cuando esto desaparece se abren brevemente las puertas del infierno y reina la ignorancia”, leyó alguien.
Las crisis nos enfrentan. Las crisis nos muestran que hay muchas cosas que pensamos que no pasarán, pero pasan. Buscando libros y películas que pudiesen dar luz para este túnel que atravesamos, se apareció esta película: “La sociedad literaria y del pastel de cáscara de papa de Guersney”. Entre otras cosas, su descripción decía que era sobre cómo los libros tenían el poder de unir a las personas en tiempos difíciles.
La frase con la que se inicia este texto fue leída por uno de los personajes que, lentamente, se acercó a un oficial alemán que dormía. El que leía era inglés y se acercó tanto para tratar de meterse en el inconsciente de un hombre que, para él, había perdido los modales, abrió las puertas del infierno y era un total ignorante. El oficial estaba ahí para vigilar al que leía y a sus acompañantes, que se habían inventado un grupo de lectura para reunirse. Para resguardarse de la guerra en la que los alemanes, aparentemente, estaban ganando. No tenían mucha comida, se estaba muriendo de hambre, pero más que eso, se estaban muriendo de desesperanza, de tedio, de miedo. Por eso se inventaron la “sociedad literaria” y encontraron, además de compañía física, libros. Encontraron la ilusión de leerlos para llegar al día de la cita, el ansiado viernes, a leer sobre los hombres y mujeres que sufrían por distintas razones a las de ellos. Sobre los distintos mundos en los que los personajes de esos libros también anhelaban amor, orgullo, solidaridad, compañía, perdón.
Sobre esta película, que narra la historia de una escritora que sobrevivió a la guerra y comenzó a ser reconocida por un libro que no le gustaba mucho, la crítica no ha dicho muchas cosas buenas. Tampoco ha dicho que es "mala", pero, fundamentalmente, la han descrito como una “agradable” cinta británica que termina con un final previsible y que será olvidada fácilmente. Que fue un filme inspirado en un libro que vendió mucho pero que tampoco fue muy "bueno". “La sociedad literaria y del pastel de cáscara de papa de Guernsey encaja como un guante en el tipo de película que pisaba siempre sobre seguro para ofrecer unos relatos que nunca profundizaban demasiado en las posibilidades de la historia y se centraban más en conseguir un reparto compacto que emocionase sin pasarse al espectador.”, dijo, por ejemplo, una crítica publicada en el portal Espinof.
A pesar de las críticas, este filme contiene varios elementos que coinciden con la crisis actual. Varios elementos que, para el momento, resultan reconfortantes.
Como la gran mayoría de las películas de época, está llena de eventos cotidianos solemnes. Desde los trajes de cada uno de los personajes, sin importar su capacidad adquisitiva, hasta la forma de servir el té. Todo se ve puesto con sumo cuidado. Los accesorios, libros, tonos y hasta los olores: cada elemento, cada detalle, cada pared parece existir después de una serie de rituales que le agregan sentido y encanto a las tomas. Hay magia. Además de la dirección de arte, los personajes están llenos de un magnetismo en los que despegarse de la pantalla es imposible. Este filme, que no cuenta siempre historias amables, resulta siendo cómodo, placenteramente cómodo, y lo hace a través de personajes que se muestran humanos y familiares.
La historia, que no es solamente sobre la escritora que sobrevive a la guerra, comienza a juntar las piezas con lentitud. Después de que la protagonista, Juliet Ashton, interpretada por Lily James, publicara un segundo libro que la dejó muy estable económicamente, recibe una carta de un hombre que le pide la dirección de una librería de Londres para comprar más libros. Le dice que sabe la dirección de ella porque encontró un libro suyo firmado y con su dirección, que por eso la molesta. Que tiene que leer más porque está en un grupo de lectura en el que se lee mucho desde que descubrieron que así podían conectarse y resguardarse de una guerra que, por fin, se estaba terminando. Ella, fascinada y hambrienta, le envía el libro, le responde la carta y le pide más detalles sobre la que intuye será la historia de su próxima publicación.
La sensibilidad de esta escritora y su inquietud la conducen a un pueblito acogedor que le cambiará la vida. Acude empujada por un impuso que no entiende muy bien pero que no puede evitar. Al llegar, se encuentra con los demás, pero, sobre todo, con la ausencia de una de las integrantes del grupo: una mujer que tampoco pudo renunciar a sus impulsos. Una mujer difícil de ubicar entre la valentía, la estupidez o la imprudencia. En el final, romántico y, de nuevo, reconfortante, se concilia que fue valentía. Que hay gente que muere por valiente y gente que logra ser feliz por lo mismo, como ella, como la escritora.
La película, dirigida por Mike Newell y basada en el libro La sociedad literaria y del pastel de cáscara de papa de Guersney, recupera valores valiosos para cualquier crisis: esperanza, lucha, solidaridad, humanismo, amor. Valores valiosos para cualquier momento, así no haya crisis. Sus tonos, su música y su encanto hacen de las dos horas de duración un recorrido que reverdece los horizontes negros que pululan por estos días. Esta película podría ser una caricia en medio de la aspera realidad.