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SOS de las artes escénicas al gobierno nacional

La presidenta de la Corporación Colombiana de Teatro hace un diagnóstico de la industria de las tablas. Al menos 130 salas permanecen cerradas y unos pocos artistas reciben ayudas “pírricas”.

Patricia Ariza * / Especial para El Espectador

04 de mayo de 2020 - 03:33 p. m.
Para superar el drama de las salas vacías -aquí la de la Corporación Colombiana de Teatro, en el centro de Bogotá-, Patricia Ariza les pide a sus colegas “indagar en nuevos lenguajes, para algunos, desconocidos, como el video y la comunicación mediante plataformas digitales”. / Cortesía
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De todas las disciplinas, quizás las más afectadas en la pandemia son las artes presenciales. El Teatro como ninguna otra. Porque el teatro  sucede solamente cuando están juntos en el mismo espacio,  actores/actrices y público. El teatro es, desde los griegos,  la posibilidad cierta del encuentro de  la sociedad con su representación viva. Los lenguajes del video y del cine tienen cada uno su especificidad y su belleza. El teatro y el cine en video, puede ser un testimonio o una inspiración en las obras. Pero no es Teatro. (Recomendamos: Reinventar al artista para curar el alma).

Estos tiempos no son buenos para la humanidad, pero tampoco para  las artes escénicas. La comunidad de la gente de teatro se debate entre mantener desde el confinamiento,  la cohesión de  los grupos y colectivos  y simultáneamente buscar expresarse artísticamente  a como dé lugar. Los y las artistas de teatro en tiempos del Corona Virus  tienen, tenemos que indagar en  nuevos lenguajes, para  algunos, desconocidos, como el video y la comunicación mediante plataformas digitales. Y, además, luchar por la sobrevivencia personal y colectiva y el mantenimiento de las salas de teatro.

Nunca en este país ha sido fácil ejercer el teatro como profesión de la cual se pueda vivir dignamente.  Los grupos, las salas y el repertorio  se sostienen gracias al esfuerzo inagotable de sus  integrantes y a algunos apoyos institucionales concertados que son viejas conquistas del movimiento, atendidas desde el inicio de la creación misma del Ministerio.

La mayoría de los teatreros vive  en los altibajos de la informalidad. Los que tienen  salas de teatro,   aunque se llenen  como  La Candelaria, el Matacandelas, el teatro Petra, La Maldita Vanidad el Ditirambo, Casa Tea, Umbral, La Máscara y el teatro Salamandra, La Ventana Circo y la Oficina Central de Sueños entre muchos  otros, no logran sufragar todos los gastos  Deben correr con  el  mantenimiento, la producción de las obras, la tributación al Estado, a la Cámara de Comercio, los servicios públicos y el pago de empleados y técnicos  que son gastos  que no dan  espera.

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Los actores y grupos se han debatido históricamente entre la taquilla, la  venta eventual de funciones, los apoyos institucionales, las convocatorias que son una lotería para quien se las gana y “el rebusque”; unas clases allí, un taller allá, un papel en la televisión,  una gira o  una función vendida. Y  ahora, para los artistas,  en tiempos de pandemia  también “el rebusque” y la “chisga” están clausurados. Las salas de teatro de Colombia, más de 130, son verdaderos pulmones culturales y lugares de la creación donde “la sociedad se encuentra consigo misma” como decía Shakespeare. En este momento, todas  las salas están cerradas y los grupos y artistas, permanentes o temporales, cesantes.

Las salas de teatro tienen sobre sí cargas  verdaderamente insoportables procedentes de las leoninas  reformas tributarias. Para existir deben, pagarle a la Cámara de Comercio anualmente, (único país del mundo donde los artistas le pagan al comercio).  Las salas contaban con un programa de salas concertadas que pasó de ser un derecho adquirido por la trayectoria y la dedicación permanente  a convertirse en convocatorias. Siempre que preguntamos acerca de las Políticas Públicas de Estado para el teatro nos hemos encontrado, con promesas vagas y los pajaritos de oro de la Economía Naranja. Si bien reconocemos que ha habido escucha, el tiempo pasa y la emergencia se agudiza de manera dramática.    

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Recientemente la ministra de Cultura acudió a una audiencia virtual  convocada por la representante María José Pizarro en la Cámara de Representantes. Participamos 19 personas, además de los representantes a la cámara. Y, a la mayoría nos unió la preocupación por el destino de las artes,  de todas las artes, pero en particular  las artes escénicas y el circo. La ministra hizo un largo discurso, pero, tenemos que decirlo, y lo hacemos de manera respetuosa,  no quedamos satisfechos con sus respuestas. No respondió a la emergencia del teatro y menos a la situación de las salas.      

Se dijo también incluso  que nosotros y nosotras  luchamos porque se amplíen los presupuestos para el propio Ministerio de Cultura. No puede ser que este Ministerio  tenga tan  bajo presupuesto. Tiene 340.000 millones, mientras que  el presupuesto del ministerio de defensa asciende a  32 billones! Eso quiere decir que lo que el Ministerio de Defensa gasta en una semana equivale al presupuesto del ministerio de cultura para un año. La Cultura y el Arte deben tener al menos  el 2% del PIB,  como  lo recomienda  la Unesco Y tiene el 0, 1%, es decir que   ni siquiera llega al 1%.

Respondieron con el decreto de unas ayudas humanitarias individuales pírricas para unos cuantos artistas, denominados “vulnerables” que recibirán  $160.000 pesos al mes, durante sólo  tres meses y en tres cuotas! (Sin comentarios)  Y, de nuevo las “bondades” de la economía naranja. Les dijimos, que, incluso que  sin perjuicio de esas  “ayudas humanitarias” individuales, que el ministerio ya asignó, el clamor de los artistas de las artes escénicas y del circo en este momento,   es que  el teatro y el circo puedan seguir creando y trabajando en sus grupos, asociaciones y fundaciones  y  que las salas alquiladas o propias,  por ningún motivo, se cierren. 

Y, lo que entendemos de todo esto, en relación a la Economía Naranja  es que  el Estado hace parte de una  alianza con la empresa privada desde donde se oferta para   los artistas, grupos y empresas la  posibilidad de acceder a préstamos bancarios.  Por lo que sabemos,  casi nadie del teatro está en la posibilidad ni en la voluntad de endeudarse  con los bancos. Los conocemos y no creemos que en  los bancos esté depositado el interés por la cultura.  

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Un importante director de teatro,  Rodrigo Rodríguez del Teatro Ditirambo, tuvo una cita en uno de los bancos mencionados por el ministerio, y en una asamblea de teatro  nos informó que no le recibían las escenografías y los vestuarios como prenda, porque tenía que tener un respaldo sólido. ¿Su casa del teatro? ¿Su  vivienda? Ojalá llegara el día en que nos respondieran que el Estado es independiente de la banca.   

Hace mucha falta pensar y reflexionar a fondo sobre los tiempos que estamos viviendo.  Algunos de nosotros y de nosotras estamos trabajando en la creación de un centro de pensamiento desde las artes y la cultura para esta crisis A propósito, leyendo el maravilloso texto reciente  de Juan Villoro el filósofo y poeta mexicano cuando habla del encierro, nos recuerda que la paradoja es que en la pandemia  se   sobrevive   gracias a la cultura. Y cita oportunamente a Churchill cuando aseguró que Gran Bretaña ganó la guerra porque “un pueblo que es capaz de representar a Hamlet durante los bombardeos no puede  ser vencido.” Yo agrego una frase que me dijo una mujer desplazada cuando le pregunté en qué pensaba cuando salió corriendo de su tierra. Me respondió: “yo, mientras huyo, canto y eso es lo que me da la  fuerza”

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Esta lectura del poeta filósofo Villoro nos hace recordar de nuevo  que el arte es imprescindible. Y más todavía en tiempos de crisis. El poeta africano Amilkar Cabral dice que la cultura está hecha de las respuestas que los pueblos son capaces de dar ante las crisis. Y el teatro colombiano ha respondido históricamente a las crisis. Son varios los grupos que han estado de manera constante trabajando desde el arte y la cultura por la Paz y con las víctimas, que han contribuido al relato nacional el conflicto con las obras y con los diversos encuentros y cumbres

Las artes escénicas en Colombia son una  diversidad inmensa y compleja de expresiones: teatro clásico, obras de creación colectiva, teatro de calle, teatro del silencio, teatro y circo ambulante, teatro comunitario, performances, teatro de muñecos, entre muchas otras modalidades.   En todas partes, en los pueblos más apartados del país aunque no haya espacios ni galerías ni academias, existe un poeta, un cantor popular, un  grupo de teatro y un circo de familia. Quienes hemos recorrido el país, lo sabemos. Cuidemos el teatro.

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En este país la comunidad de  las artes escénicas es muy diversa y desigual.  Existen grupos de dedicación sistemática al teatro, otros colectivos y personas profesionales que crean obras cuando las condiciones   lo permiten. Y decenas de grupos y personas en las regiones que sobreviven sin apoyo alguno, la mayoría sin siquiera cuenta con un lugar para ensayar. También, por supuesto, existe un gran movimiento de grupos comunitarios con trayectorias importantes, entre muchos otros,  como Esquina Latina en Cali, Nuestra Gente en Medellín, el Teatro de Fontibón, Luz de Luna y Kusi Wayra de  Piedecuesta  y Bogotá. Tenemos grupos sin sala con gran trayectoria y varias obras en repertorio como  Umbral Teatro, Teatro Tierra. Ensamblaje, El Jayechi de la Guajira y muchos otros.     

Los festivales de teatro a lo largo y ancho del país dan testimonio del formidable movimiento teatral independiente que tenemos: El Festival Internacional de Teatro  de Manizales, el Festival Alternativo FESTA, los festivales de Calle, el Festival Internacional de Teatro de  Cali y el de Artes Escénicas en Medellín, el Festival  Internacional de Pasto, el Festival del Gesto Noble en Carmen De Viboral,   el de Marinilla que organiza el grupo Girante, el Festival de Mujeres en Escena por la Paz que organiza la CCT, el de Arte Femenino de Cartagena., EL Festival de Teatro de Bogotá, el Festibienal  y el de Monólogos del Ditirambo y muchos otros en las regiones.    

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Ahora, en la pandemia, los  actores y actrices nos encontramos, como todo el mundo,  sumergidos en el confinamiento, (léase, crisis). Desde las casas algunos  hurgan en los viejos videos de las obras,  otros  producen videos caseros  pidiéndole a la gente que no salga de sus casas, otros estamos experimentando o protestando, pero nada compensa ni a los actores ni al público la pasión por encontrarse en el teatro.

Casi todos se ha, nos hemos, organizado en diversos comités, mesas y asociaciones, desde un congreso extraordinario, hasta mesas amplias, coordinaciones nacionales,  asociaciones de salas, foros, etc. Desde ahí, en todas las voces hemos acudido a las instituciones nacionales y locales con peticiones colectivas legítimas  y propuestas para solicitar apoyo urgente  para los grupos, las personas, las salas de teatro, algunas de ellas alquiladas que  están a punto de cerrar. En algunas ciudades hay escucha y están en camino (esperamos) soluciones reales como en Bogotá y Medellín.

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Pero sobre todo la gran demanda, el gran clamor, el gran grito es para que los grupos y las personas, en las condiciones actuales,  tengan, tengamos la posibilidad cierta de continuar trabajando en la creación que es lo que sabemos hacer, escribiendo obras, metodologías, realizando investigación, recopilando la historia del teatro y también, por supuesto  utilizando los medios digitales. Es mucho lo que podemos ofrecer más allá de ser objeto  de unas escasas “ayudas humanitarias”. No queremos ser objeto de la beneficencia, queremos ser sujetos en concertación con un Estado y unas administraciones regionales  que nos escuchen y sobre todo, nos respondan.   

El teatro no es una creación exclusiva de los y las artistas. A su alrededor están  maestros, investigadores, gestores, comunicadores y técnicos hombres y mujeres. Y, también de manera relativamente reciente,  las  empresas de espectáculos y entretenimiento. El reclamo desde las artes escénicas y el circo y, desde la sociedad es que los y las artistas puedan, podamos continuar creando, haciendo lo que saben, lo que sabemos. Existe un acumulado formidable en el movimiento, un acumulado histórico que se evidencia en la construcción y adaptación  de salas alternativas, en las obras escritas, en  las puestas en escena, las teorías, las metodologías de creación, la conformación de grupos estables, la formación, la investigación y la teoría.

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Vale la pena destacar el papel de las mujeres y de la población LGTBI  en el movimiento y su  irrupción formidable en la dramaturgia y la dirección teatral. Sería muy importante que el estado esté, como en otros países, sintonizado y asuma la perspectiva de género  en el teatro. No somos un sector, somos una humanidad. De lo que se trata este clamor es que el Teatro siga presente en todas sus manifestaciones. La desigualdad social,  la violencia y la  pandemia están produciendo daños emocionales profundos en la sociedad y en las personas.

No queremos, después de la pandemia,  volver a “la normalidad” porque la llamada normalidad está mal hecha. Le ha hecho la guerra a la naturaleza y a los pobres. Y ha llevado a la humanidad y a la naturaleza al peligro de la extinción. Queremos volver a un país y a un mundo con utopías sociales y culturales renovadas.  Y, para no perder esta guerra como decía Churchill, las artes, y las letras, todas, son ahora el arma del alma,  más necesaria que nunca. Y esta batalla, con seguridad, como muchas también, la ganaremos!   

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Esperamos que no se nos responda de manera rencorosa. Estas notas tienen un carácter constructivo.  Una parte importante de  este movimiento ha ejercido,  hemos  ejercido, a mucho honor,  el pensamiento crítico, no sólo desde el arte,  sino también  en la movilización gremial permanente frente al Estado. Pero un arte y un teatro que no tenga la posibilidad de  ser crítico están condenados a convertirse en mero entretenimiento. Y un Estado que no admita la crítica está condenado al autoritarismo seductor neoliberal. 

El futuro de esta pandemia es incierto para todo el mundo. Nosotros y nosotras, al igual que todos los demócratas de este país, luchamos por la preservación de la vida, pero una vida con derecho a la cultura y al territorio, una vida  en armonía con la naturaleza que en esta crisis se revela de manera magnífica, una vida  en estado de libertad y en Paz. Luchamos, al igual que todos los trabajadores, porque los y las artistas puedan ejercer la creación en condiciones dignas. Defendemos la creación, pero también y sobre todo, defendemos el sagrado derecho de la sociedad  y del público de acceder al arte y al teatro para que a todos y a todas se nos amplíe la sensibilidad social y estética.  Y para que la vida misma sea una obra de arte.  

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* Fundadora del teatro La Candelaria, maestra de dramaturgia recientemente homenajeada por el Ministerio de Cultura por vida y obra.

* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus

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Por Patricia Ariza * / Especial para El Espectador

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