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El disco se llama De noche, pero de todos los registros que ha realizado Antonio Carmona, este es el más luminoso. Como solista, su discografía ocupa sólo dos renglones y comienzan con el polémico Vengo venenoso, pero su historia con la banda flamenca Ketama se extiende por varios años atrás, con trabajos de aprobación masiva, pero también con mestizajes atrevidos que se convirtieron en la excusa perfecta para pedir su exclusión del movimiento sin derecho a réplica.
Mientras la agrupación Pata Negra representaba a los Rolling Stones del flamenco, Ketama hacía las veces de los Beatles, con armonías más tranquilas, muchas de ellas surgidas del imaginario de Antonio Carmona, heredero de la tradición ortodoxa de los Habichuela, Juan y Pepe Carmona, padre y tío respectivamente. A pesar de haber crecido entre radicales puristas, ha tenido la habilidad para contar otras historias y para no desistir en la búsqueda de un estilo propio. “Con el grupo éramos unos salvajes y le metíamos guitarras eléctricas a las bulerías. Estoy orgulloso de la banda, pero ahora se me antoja que me llamen Antonio Carmona y no Ketama”, dice enfático.
Desde ese tiempo en el que figuraba con la agrupación, el español se preguntaba quién sería el propietario de la llave del estilo flamenco para permitir o negar la entrada a otros artistas. Él ha tocado con los más ortodoxos, pero también ha establecido vínculos con los más arriesgados. Incluso recuerda que en una oportunidad logró reunir en su propia casa a Paco de Lucía, Alejandro Sanz, Tomatito y Juan Habichuela. En ese entonces quería despedir al maestro Enrique Morente y la mejor manera fue turnándose la guitarra y sacando lo que cada uno quería expresar.
“Yo soy un flamenco más actualizado. Un periodista en España me dijo que era como el Marco Polo del estilo, porque voy reconquistando tierras, aportando a una base tan asentada como la del ritmo gaditano”, asegura Antonio Carmona para quien el disco De noche tiene tres columnas fundamentales. La primera fue Cuba, luego la India y por último Egipto. Allí escribió el tema ‘Ari, ari’ al lado del Nilo, que dicen que es una lágrima de Dios en medio del desierto. Estuvo cinco días en un barco en el que la tripulación, durante las horas de descanso, salía a tocar y entonaba un canto de guerra (ari, ari, ari o), que él se atrevió a trasportar a su terreno flamenco.
En su segundo álbum como solista, Carmona contó con la producción del argentino Gustavo Santaolalla, aunque el tema ‘El camino de los sueños’ (cantado a dúo con Nelly Furtado), fue realizado por el arreglista y productor colombiano Julio Reyes Copello.
“Viajé a Los Ángeles y con la ayuda de Gustavo Santaolalla logramos hacer un sonido muy internacional del flamenco. Para mí era fundamental no ser muy ortodoxo, pero conservar la esencia. Santaolalla defiende su raíz, que es el tango, y es lo mismo que hago yo con el flamenco. Me encanta llevar el flamenco a otra dimensión, porque me gusta la evolución, y es muy importante que sea digerible para el mundo”, concluye Antonio Carmona, quien incluyó una versión del clásico ‘Las cuarenta’, popularizado por Rolando Laserie y que su padre, Juan Habichuela, le regaló hace mucho años en un vinilo, cuando ni siquiera sospechaba que su disco más luminoso se llamaría De noche.