Lo suyo no era ser tercero. Por eso su mayor logro durante la adolescencia quedó no en segundo, sino en tercer plano. En la actualidad pocos recuerdan que este escuálido rubio llegó en una competencia atlética en su natal Wallsend, Inglaterra, después de los dos que siempre se roban las miradas, el primero por triunfador y el segundo porque no le alcanzó.
Sin duda, Gordon Matthew Thomas Sumner nació para ser más que el tercero en pisar la línea de llegada en el discretísimo 100 Yard Sprint National Junior Championship y su nombre brillaría en los escenarios del mundo no como una figura del deporte, sino como una estrella dentro del sonoro firmamento musical. Sin embargo, las actividades caracterizadas por el gran despliegue físico le dejaron nada menos que el sobrenombre de Sting. Con este apodo, que en castellano significa 'aguijón', jugó en la segunda división del Newscastle y también comenzó a destacarse como bajista y cantante en bandas de jazz como Phoenix Jazzmen y en agrupaciones de gran formato como la Newcastle Big Band.
En uno de los múltiples toques con su banda aficionada, Gordon Sumner subió al escenario portando una camiseta negra con rayas naranjas que formaba parte de su indumentaria tradicional de entrenamiento futbolístico. Al ver ese llamativo vestuario, uno de sus compañeros le dijo que parecía una abeja y desde entonces Sting solamente es Gordon Sumner para trámites legales.
Ya alejado de los deportes y más próximo a las melodías, este inglés con ascendencia irlandesa pensó en la gestación de un cuarteto en el que estarían también el baterista Stewart Copeland y los guitarristas Andy Summers y Henry Padovani, quien desertó a los pocos meses de iniciado el proyecto. Con este obligado formato de trío, el rock logró potencializar su instrumentación básica (guitarra, bajo y batería) y la banda The Police alcanzó un estilo de sonoridad propio basado en la herencia del punk de finales de la década del 70.
Con una propuesta genuina, Sting mostró sus habilidades como investigador musical y lo que comenzó siendo un regalo para un público exclusivo y underground, terminó siendo un imán capaz de atraer a los melómanos más exigentes. Con el paso de los años, muchos de los sonidos que despertaron interés en él se convirtieron en parte fundamental de una infraestructura que se iba amoldando a las necesidades de sus tres pilares. Por eso, dentro de los álbumes de la banda The Police se pueden encontrar temas cercanos al jazz y otras canciones que incluyen elementos del reggae tradicional, una de las primeras influencias del artista.
Esa experimentación se ha mantenido desde aquellos años 70 y 80 con The Police, hasta esta primera década del milenio en la que Sting se ha dedicado a consolidar su nombre y a demostrar que el carisma mostrado durante tanto tiempo como frontman no es un engaño. Y lo ratifica no sólo el hecho de sus ventas millonarias como integrante de un grupo y como solista, sino también su participación en películas como Quadrophenia, de sus colegas de la banda The Who; La prometida, Julia y Julia, y Las aventuras del Barón Munchausem.
"La fama y el éxito siguen siendo un juego, de todas formas, y los juegos no son tan importantes. Son divertidos. Pero eso no es la vida. La vida está en otro sitio. La vida son las relaciones, la familia, los amigos. Yo no me veo como ese personaje famoso, no me veo como Sting. Sé quién soy y leo cosas absurdas sobre mí, a veces hablan de una persona muy mala, otras de una persona muy buena, pero la verdad está en el medio. No quiero ser ni el demonio ni el santo, me gustar estar en el medio, me gusta esa libertad", comentó hace unos años este músico a quien la vida le ha sonreído, pero él también le ha devuelto una sonrisa planteando interrogantes sociales, cuestionando decisiones políticas y, sobre todo, burlándose de su personalidad sin importar las consecuencias.
Hoy Sting no es tercero en nada, no es aquel deportista frustrado sino el artista consagrado.
Sting en Buchanan’s Forever III. Informes: 593 6300 y www.tuboleta.com.