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Sueños de Pessoa

En este texto, originalmente escrito en rumano, el profesor Vălcan reflexiona acerca de la figura del soñador en la obra del autor portugués Fernando Pessoa. A continuación, se presenta una traducción al español hecha por Miguel Ángel Gómez Mendoza (Universidad Tecnológica de Pereira-Colombia).

Ciprian Vălcan
14 de enero de 2025 - 08:00 p. m.
Fernando Pessoa fue un importante poeta y escritor portugués de finales del siglo XIX y principios del XX. Uno de sus títulos más famosos es "El libro del desasosiego".
Fernando Pessoa fue un importante poeta y escritor portugués de finales del siglo XIX y principios del XX. Uno de sus títulos más famosos es "El libro del desasosiego".
Foto: Wikicommons
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Pessoa cree que solo la monotonía, la rutina, el espectáculo banal de lo cotidiano le permiten a las personas cartografiar los fabulosos reinos alojados dentro de sí mismos, dejándoles suficiente tiempo para deleitarse con las increíbles construcciones de la imaginación. Las experiencias demasiado intensas, los golpes provocados por los acontecimientos externos, solo amenazan estos castillos interiores del soñador. “Vivir poco para soñar mucho”, esta parece ser la divisa de Pessoa. El gladiador, el condotiero, el pirata forman parte de aventuras cada día, su ser se expande hacia el exterior, luchando por colonizar lo real, mientras que su espacio interior se reduce, sin dejar lugar para los espectáculos de fantasía.

Para Pessoa, es evidente que no puedes vivir intensamente y soñar de la misma forma. Quien elige vivir sacrifica sus sueños. Quien quiere soñar debe retirarse imperceptiblemente del mundo, dejando detrás de sí una marioneta capaz de realizar sin ninguna implicación afectiva todos los pequeños gestos diarios.

Los sueños de Alejandro, César o Aníbal no valen ni dos monedas. En cambio, descubrimos los mundos más fascinantes en los sueños de Kant, Kafka o, aún mejor, en los del más humilde de los contables.

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Para Pessoa, el sueño es el único método de introspección completa, la única forma que viste un conocimiento absoluto. Solo puedes conocer las cosas objetivamente conociéndolas en sueños, porque en los sueños tienes acceso a su intuición eidética, a la depuración de su imagen de cualquier variación accidental.

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La realidad es un mundo de segundo orden en relación con el sueño, el verdadero mundo platónico de las ideas. Por eso mismo, el soñador es el humano más perfecto, no el filósofo, el héroe o el asceta. Todos los demás concentran sus esfuerzos en dejar huellas en el mundo exterior, en impregnarlo con su presencia, mientras que el soñador se retira a su mundo interno, esforzándose por ser lo menos perturbado posible por las cosas externas.

El soñador no es simplemente un inadaptado, un lunático, una persona con la mente siempre en las nubes, sino precisamente el más lúcido de todos, capaz de una visión, de una claridad insuperable sobre el universo. Retirándose en sí mismo, ve ideas, persigue formas, posee esencias. Las apariencias que impresionan a los demás no tienen ningún efecto sobre él, porque él ya ha visto la cosa en sí, la cosa que tiene su modelo en la mente de Dios.

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Según Pessoa, para salir de la caverna debes entrar en ti mismo, explorar hasta el más humilde detalle las cámaras barrocas de tu propia alma. La verdad solo se puede encontrar en el interior y nunca afuera.

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El soñador es un verdadero místico del conocimiento absoluto, del conocimiento puro objetivo... Rechaza cualquier gesto exterior para no alterar la claridad de su visión. El poeta también tiene a veces el privilegio de ver como el soñador, pero no puede resistir la tentación, es incapaz de guardarse para sí la revelación, así que recurre a la palabra, quiere compartirla con los demás, pero al hacerlo, la destruye.

La palabra es un vehículo sublunar; no puede recibir la idea, sino solo la apariencia. La esencia puede captarse en sueños, pero no en el lenguaje.

La lengua no está hecha para expresar formas, sino para servir como medio de entretenimiento a los prisioneros de la caverna platónica.

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El asceta de Pessoa es el contador, el hombre borrado, sin contorno, sin biografía, porque solo él es capaz de las orgías del sueño.

Para ser un auténtico soñador, debes expulsar de modo programado cualquier posible rastro de grandeza, cualquier tentación de excelencia, cualquier afecto lleno de nobleza. Para poder soñar sin perturbaciones, debes asumir la mediocridad más completa, asumir la máscara de la trivialidad.

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El superhombre está cautivado por la transformación de la realidad. Al contador, la nada nunca le sucede, está cautivado solo por sus propios sueños.

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Los modelos del soñador de Pessoa son el niño y el loco. El artista es un soñador imperfecto, siempre necesita materia para fijar su visión, y además siente la necesidad irresistible de compartirla con los demás.

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Pessoa cree que los sueños no están influenciados de ninguna manera por el esquema de la realidad. En cambio, los sueños determinan cómo percibimos el mundo.

Si no tuviéramos el don de los sueños, veríamos el mundo de la misma manera, todo sería homogéneo, gris, idéntico. El sueño introduce la nota subjetiva, la coloratura particular de cada perspectiva sobre el mundo, permitiendo la pluralidad de nuestras percepciones sobre los objetos que nos rodean.

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En la visión de Pessoa, el soñador perfecto es capaz de una actividad mental mucho más superior que la del hombre fascinado por la realidad. Adquiere una virtuosidad dramática que le permite acceder simultáneamente a varias psicologías individuales, convirtiéndose en actor en varias obras de teatro puestas en escena por su espíritu.

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Pessoa cree que solo posee la verdad aquel que logra ver todas las experiencias como un continuo, sin establecer ninguna jerarquía entre las experiencias diurnas y las nocturnas. Una mirada lúcida es una mirada que abarca todos los aspectos de la realidad, sin sacrificar o minimizar ningún detalle.

La vida es vigilia más sueño, o sueño más vigilia, nunca solo sueño, nunca solo realidad simple.

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Para Pessoa, la vida es una esfera terrenal que lo contiene todo. El sueño pertenece tanto a la existencia como los eventos en estado de vigilia. La vida no conoce el vacío, solo la plenitud del ser. Al igual que con Freud, y con Pessoa, todo tiene sentido. No hay residuos mentales ni simples travesuras de la famosa “folle du logis”. Todo está impregnado de sentido y de ser, existimos en el sueño como en estado de desvelo.

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Para Buffon, los sueños son producciones rudimentarias de la inteligencia, porque se basan solo en sensaciones, pero no en ideas. El alma no contribuye a la producción de los sueños, lo que significa que incluso los imbéciles, cuya alma está inactiva, o los animales, que no tienen alma, pueden soñar.

Quizás nuestra mayor derrota sea no tener acceso a los sueños del imbécil, ya que no está excluido que el imbécil sea el soñador supremo.

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Para Buffon, el sueño es enredado, mal estructurado, lleno de rarezas precisamente porque es una simple yuxtaposición de sensaciones sin ninguna participación de la inteligencia. Para Pessoa, por el contrario, el sueño aparece como una madeja imposible de desenredar debido a su complejidad.

Para el primero, el sueño es la producción más simple de nuestra imaginación, suponiendo una elaboración mental al alcance incluso del imbécil. Para el segundo, el sueño es el nivel más alto al que puede llegar la imaginación, poniendo nuestra operación mental más allá de los límites habituales de lo humano y situándola en la vecindad del superhombre.

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Quizás la fascinación que ejerce el sueño sobre nosotros se debe al hecho de que no podemos ver el mundo como los animales, pero, si le creemos a Buffon, podemos soñar como los animales.

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Enloquecemos porque perdemos la claridad de nuestros sueños. Si soñáramos como los niños, nunca enloqueceríamos.

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Para Canetti, el sueño es “la cosa más sagrada que sucede en el hombre”. Por eso, cualquier interpretación de él es inadecuada, inoportuna, perjudicial, un verdadero sacrilegio.

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Pessoa no escribe sobre la interpretación de los sueños porque eso le parece imposible. Para él, es evidente que no podemos recurrir a nuestra vida en estado de vigilia para interpretar los sueños, sino que, al contrario, la forma en que soñamos determina cómo percibimos el mundo. No son los sueños los que necesitan interpretación, sino la vida, este “nudo de hilos que alguien más ha enredado”, este “problema sin meollo”, esta “confusión sin corazón”. La interpretación solo es útil para permitir que nuestra entidad consciente se desprenda de la amalgama de sueños y experiencias que la constituyen: “no sé si estoy soñando cuando vivo, y si estoy viviendo cuando sueño, o si el sueño y la vida no son cosas mezcladas en mí, entrecruzadas, de las cuales mi ser consciente nace por interpretación”.

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Para Canetti, un sueño interpretado es un cadáver, una simple carcasa material de la que el alma se ha retirado.

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Canetti cree que la verdadera obscenidad es la tendencia a mostrar a los demás nuestro ser interno, a darles acceso a nuestros sueños.

Obsceno no es aquel que muestra su cuerpo desnudo, sino aquel que muestra sus sueños.

Pessoa cree lo mismo. Para él, el sueño es nuestra fortaleza inexpugnable, la ciudadela donde estamos solos con nosotros mismos, a salvo de cualquier intrusión o mirada ajena. Compartir nuestros sueños con otros significa privarnos de nuestro único y verdadero secreto, ofrecer nuestra intimidad a la curiosidad voraz de los demás, desposeernos de nuestro tesoro más preciado: “todo el mundo puede ver lo que veo yo, poseer lo que yo poseo o, al menos, imaginar que ve o posee. Pero lo que yo sueño, nadie más que yo puede verlo y nadie más que yo puede poseerlo”.


[*] Original inédito en rumano: “Vise”. Traducción al español y notas por Miguel Ángel Gómez Mendoza (Universidad Tecnológica de Pereira-Colombia). Se traduce y publica con autorización del autor.

Por Ciprian Vălcan

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Ramon(78770)15 de enero de 2025 - 11:09 p. m.
Gracias al profesor Gómez por esta excelente traducción de Pessoa q nos da la oportunidad de saber más de nosotros mismos y deleitarnos con sus reflexiones
Pedro(86870)14 de enero de 2025 - 09:43 p. m.
Interesante la columna. Es posible que la forma en que soñamos determine nuestra percepción del mundo pero apoyarse en el poeta Pessoa para defender un solipsismo social si es una derrota. Obviamente que se puede hacer una fenomenología de los sueños, de su estructura, que rompe con la intencionalidad que se desmonta completamente y también habría que diferenciar entre el yo soñador y el yo soñante. Ahora recordamos que muchos de los relatos de Kafka tienen la estructura del sueño
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