Son las seis de la mañana de un día de verano en Barcelona. Arlín Torregrosa y Diego Garnica esperan el avión que los llevará a Berlín, en donde tocan durante una semana, invitados por la Casa de la Cultura Latinoamericana. Ya han manejado seis horas desde Madrid. Cada uno lleva una maleta. Torregrosa toca el bajo y es la voz, y Garnica se encarga de los tambores. Sus sesiones las acompañan con beats de electrónica que van lanzando desde la aplicación Ableton.
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Para cada viaje suelen pre-grabar el bajo y los tambores, así se ahorran uno o dos pasajes de más: “Tú sabes que el bajo une percusión y voz, está en el medio. Arlín graba toda la sesión y lo vamos lanzando”, comenta Garnica. No hacen parte de ninguna disquera. Han viajado por Europa y Estados Unidos gracias al voz a voz de quienes los escuchan, y las calles suelen ser su principal escenario.
SUNA existe desde 2017, cuando Garnica llevaba algunos años junto a su grupo La Rueda de Madrid, una iniciativa que surgió de encuentros en diferentes partes de la ciudad en los que varios músicos tocaban gaitas y tamboras, y la gente terminaba uniéndose y bailando en un círculo, como las tradicionales ruedas de cumbia.
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En 2016 Torregrosa viajó a Madrid y acompañó una de las tocadas de La Rueda. Un año después volvió y arrancó el proyecto con Garnica.
La propuesta de SUNA se basa en algunos sonidos del Pacífico, también del Caribe, fusionados con beats de electrónica y algunos rastros de jazz. Luego de varios viajes, toques y experimentaciones sonoras, fueron encontrando que es la música de las costas lo que está resonando en sus canciones y que, finalmente, el origen musical de todo y al que todo conduce es el mismo: África.
Para Torregrosa y Garnica los artistas no deben ser ajenos a lo político, aunque defienden que hay diferentes formas de apoyar causas. Son conscientes de que su público inmediato no es colombiano, pero, independiente de ello, se preocupan por transmitir una cultura de paz. Denominan sus instrumentos como instrumentos de paz y su música como “beats con raíz”.
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“Cuando uno viaja y ve viejitos y niños que no hablan tu idioma y resulta que los temas que tú estás cantando tienen un componente social, un componente de resistencia que ellos no entienden pero que tú te das cuenta y piensas por qué este tema y no otro, siendo que no entienden la letra. Yo creo que la música, más la letra, más la intención, transmiten cosas más allá de lo que se pueda imaginar. Hay un tema que nosotros hicimos con La Rueda que se llama Agüita de Panela y es el más escuchado, y habla de la panela como resistencia y de que el campesino no se deje robar la tierra. Entonces te das cuenta de que la letra no la entienden, pero que está hecha de una manera que llega... Eso me parece curioso”, apunta Garnica.
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Torregrosa es musicóloga, en el último tiempo se ha enfocado en investigar la marimba. Garnica, en cambio, se ha relacionado con la música más desde la intuición que desde una formación historiográfica y teórica. Pero tienen en común que en la búsqueda de sus propios caminos nació SUNA:
-La tierra es lo que te llama. Y pues yo viví en Bogotá y él es de allá, y el grupo más ancestral del territorio es el muisca, entonces empezamos a buscar en los diccionarios, a investigar qué nombre que fuera con raíz muisca podíamos tener y encontramos Suna -cuenta Torregrosa.
--Nos dimos cuenta que había un camino chévere por recorrer. Suna significa ‘el gran camino’ y había un juego de palabras que... Era ese el nombre -añade Garnica. -Mi bandera es la música. En Francia nos decían, hace dos semanas, ‘¿quieren que pongan la bandera de Colombia ahí detrás?’ y yo dije que los instrumentos ya son como la bandera, no hace falta que se vean unos colorcitos. Me di cuenta de que no me hace falta eso. Para mí la música es mi identidad.
-Para mí es lo que me llena de vitalidad. El alimento del alma. Decían los griegos que la gimnasia es el alimento del cuerpo y la música el alimento del alma y tal cual. Yo desde que tengo uso de razón vivo enamorada de la música y me parece que tiene el poder de generar sensibilidad en las personas y que hace ver el mundo con otros ojos. Ahora recuerdo que todo empezó con el carnaval. Mi mamá decía que me gustaba más el baile que la comida. Participé en obras de teatro y carnavales en primaria. Bailé antes de cantar y el baile es traducir música en el cuerpo. Luego escuchaba a alguien cantando y escuchaba la segunda voz, la armonía. Después entré a coros y fui muy feliz. Y luego llegó el momento de la composición, cuando tenía once años, y grabé un disco y nos fuimos a Bogotá a llevar las canciones a radios.
--Yo recuerdo que mi mamá estaba todo el tiempo tarareando en la cocina. Ella se sabe las melodías de todo, las letras no.
-Para la familia de Diego la cocina es un espacio importante...
--Sí, mi mamá siempre está en la cocina con su buen altavoz, bailando, sudada, tarareando, en su rollo...
-La música no es sólo música y mucho menos en estos días. Si tú te quieres dedicar a la música tienes que tener hasta un concepto visual. Hoy en día hay dos frentes marcados: uno es el frente mainstream de la música pop que mueve todo el dinero, y el otro es el frente más alternativo que se está dedicando más a la cultura (y por ende no quiere decir que lo otro no sea cultura); hay toda una estrategia de negocios y de marketing y diseño de la que hay que aprender y ahora hay que proponer algo más allá que no sea solo música. ¿Cuando tú vas a un concierto en qué te fijas? ¿Te gusta sólo escuchar? La puesta en escena es importante.
--Está la vibra, pero también hay teatro, la puesta en escena...
-Y vestuario, temas visuales... A eso me refiero.
--Sí. Los buenos conciertos son así. Todas las artes a tope, dialogando.
--La música es como una terapia que todos necesitamos. Realmente es que no hay un para qué en la música.
-Y no tiene por qué tener un para qué. Pudiera tenerlo, pero también puede ser música por ser música. Ya la música en sí es todo un lenguaje.
--Un para qué podría ser para sanar. Pero no es que hagas música para eso. Ocurre.
-Sí, puede pasar, pero no tiene que.
--Sana problemas que están pasando, sana depresiones, sana momentos.
-Yo creo que la música existe para todos los momentos de la vida. Todos. Hasta el silencio es música.
--Yo personalmente, sin haber estudiado nada de música, necesito que paren las cosas. Necesito silencio.
-Eso mismo que dicen: que no hay luz sin oscuridad, no hay música sin silencio. No son contrarios, son complementos.
--A mí el momento que más me gusta de la música es el momento en el que ya no hay música. Los silencios.