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Sylvia Plath: dolor, alienación y feminismo

Con una voz que desnudó la enfermedad, la maternidad y la opresión cultural, Sylvia Plath dejó en su obra el testimonio de una mujer que escribió contra el silencio.

Mónica Acebedo

18 de agosto de 2025 - 07:24 p. m.
Sylvia Plath, escritora estadounidense, se quitó la vida en Londres, el 11 de febrero de 1963.
Foto: Archivo Particular
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“Soy incapaz de más sabiduría.Mas, ¿qué es esto, este rostrotan mortal en sus ramas que me ahogan?Ácidos besos, redes de serpiente,petrificada voluntad. Son las secretas lentas debilidades, las que traenconsigo muerte, muerte, muerte”.— “Ariel”, Sylvia Plath

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La pluma de Sylvia Plath es una de las más intensas, honestas, conmovedoras y transgresoras de la literatura anglosajona del siglo XX. Su escritura, que rompe con las convenciones literarias y sociales, refleja tanto su dolor y sufrimiento personal como su lucha radical contra las construcciones culturales patriarcales. Asimismo, su poesía innovadora enfrenta el tabú de las enfermedades mentales.

Bárbara Becker-Cantarino, en su artículo “Voces del segundo sexo”, explica que Plath es una de las herederas de esa necesidad de expresión del “yo” femenino: “[…] Plath intentó encontrar una salida al perpetuo delirio femenino: el idilio de la joven hermosa y perfecta como ama de casa, madre y escritora”.

Su suicidio en 1963, aparentemente evitable, junto con su poesía y su novela The Bell Jar (La campana de cristal, 1963), se leen como expresión insoslayable de una situación desesperada: el testimonio de la autodestrucción de una mujer creativa.

Sylvia Plath nació el 27 de octubre de 1932 en Boston, Massachusetts. Su padre murió cuando ella tenía ocho años, hecho que marcaría gran parte de su obra. Sus dotes poéticas surgieron muy pronto: publicó versos en revistas literarias y periódicos. Se graduó con honores en Smith College, a pesar de sufrir durante sus estudios numerosas crisis de depresión, incluido un intento de suicidio.

En 1955 obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra. Allí conoció al poeta Ted Hughes, con quien se casó y tuvo dos hijos. Tras el nacimiento del segundo, el matrimonio terminó en divorcio. La experiencia de esa relación, marcada por la infidelidad y la violencia emocional, se refleja en gran parte de su obra.

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El 11 de febrero de 1963, en Londres, víctima de una profunda depresión, Sylvia Plath se quitó la vida. En 1982 fue galardonada con el Premio Pulitzer a título póstumo por Poemas completos.

Aunque escribió prosa, su legado principal es poético. Su única novela, The Bell Jar (La campana de cristal, 1963), publicada bajo el seudónimo Victoria Lucas, es una suerte de autobiografía que narra la historia de Esther Greenwood, una joven escritora de diecinueve años que gana una beca para trabajar en una revista femenina de Nueva York en los años cincuenta. Al inicio se adapta a la vida en la gran ciudad, pero pronto descubre que se trata de una sociedad superficial y materialista. Regresa a su hogar en Massachusetts, donde las presiones familiares para que encaje en los moldes tradicionales se enfrentan a su deseo de independencia y la conducen a la locura y la desesperación. La novela plantea de forma directa el tema de la salud mental desde un discurso femenino: “Las personas estaban hechas de nada tanto como de polvo, y no podía ver que tratar con todo ese polvo era un poco mejor que escribir poemas que la gente recordaría y repetiría cuando estuvieran infelices o enfermos y no pudieran dormir”.

Su primer poemario, The Colossus (Los colosos, 1960), explora la ausencia del padre, la búsqueda de identidad y el papel de la mujer, con innovaciones formales ya evidentes. Tras su muerte, en 1965, se publica Ariel, el libro que la consagra dentro del canon lírico. Allí aparecen poemas sobre la libertad (Ariel), la muerte y el renacimiento (Carta de amor), la identidad y la fragmentación del yo (Lady Lazarus), la feminidad frente al poder patriarcal (Daddy) y el sufrimiento psicológico (Lady Lazarus): “Morir / es un arte, como todo lo demás. / Yo lo hago excepcionalmente bien. Yo lo hago para sentirme hasta las heces. Lo ejecuto para sentirlo real. Podemos decir que poseo el don”.

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Otros títulos póstumos, como Crossing the Water, Winter Trees y sus Diarios, completan su legado.

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En conclusión, la escritura de Plath abrió caminos para la expresión del dolor, la alienación social y el discurso femenino mediante una prosa palpitante y unos versos audaces. Como ella misma afirmó: “Mis poemas surgen inmediatamente de la experiencia sensitiva y emocional que tengo”.

La estética oscura y desgarradora de su obra se fusionó con una perfección formal que dio voz a quienes habían sido silenciados. Fue pionera en abordar sin tapujos la enfermedad mental, la maternidad, el matrimonio, la discriminación de la mujer y muchas otras tensiones de su tiempo.

Por Mónica Acebedo

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