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La mirada desde España al teatro colombiano: el caso del Festival de Otoño de Madrid

A partir de un encuentro con Ruperto Merino, el director de Gestión de los Teatros del Canal, y Marcela Diez, directora de El Festival de Otoño de Madrid, se desprendieron reflexiones sobre la apertura de España hacia el teatro hispanoamericano y las particularidades acerca de la producción colombiana.

Laura Camila Arévalo Domínguez

22 de noviembre de 2025 - 11:52 a. m.
En la fotografía: Salvo Castello (interpretado por Fabio Rubiano) y Roxy Romero (interpretada por Liliana Escobar), de la obra "Labio de liebre", del Teatro Petra.
Foto: Prensa Teatro Petra
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Los asistentes a los Teatros del Canal de la comunidad de Madrid son fieles: siguen la programación, se informan sobre las obras, aprovechan las charlas de contexto y el contacto con los artistas y sus procesos creativos. Ahora agradecen que Hispanoamérica se acerque. Y lo estamos haciendo gracias a su interés, su apertura y nuestra propia forma de narrarnos.

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Hace 50 años, el teatro madrileño funcionaba con temporadas largas y ritmos lentos. El Festival de Otoño nació como una plataforma para abrir la ciudad a lenguajes escénicos que no circulaban por los circuitos oficiales. Era un espacio para traer lo que no se estaba viendo debido a las acostumbradas temporadas de meses, la poca rotación y la escasa exposición a lo internacional. El festival apareció para romper esa estructura.

Ruperto Merino, director de los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid, habló para un grupo de periodistas de Hispanoamérica sobre el pasado del teatro en Madrid, a propósito de la versión 2025 este evento, que comenzó el 1 de noviembre y se culminará el 30 del mismo mes.

Explicó que, antes de los grandes centros de creación actuales, la oferta dependía de compañías locales y de algunas giras europeas, pero este y otros eventos se convirtieron, precisamente, en ese puente. Según él, esa vocación de apertura es la que se ha fortalecido en los últimos años.

Marcela Diez, actual directora del Festival, complementó diciendo que los Teatros del Canal funcionan como un laboratorio: un lugar donde la programación permite asumir riesgos y donde la presencia latinoamericana no es decorativa sino estructural. Aseguró que Hispanoamérica importa porque aporta un tipo de escena que se mueve entre la investigación, la dimensión física y la dramaturgia del territorio. Para ambos, esa relación es esencial para mantener vivo el espíritu con el que el festival nació.

Una de las razones por las que los periodistas de países como México, Argentina, Chile y Colombia hicieron parte del público de esta versión del festival es que, para sus organizadores, fue “crucial” que, además de la escena teatral, la prensa cultural corroborara que la presencia de nuestros países iba más allá de una mención simbólica.

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Dentro de la programación latinoamericana y la estrategia de apertura hacia Hispanoamérica, Colombia aparece de forma natural en las búsquedas del festival: “La creación escénica colombiana ha tenido una presencia constante en Madrid desde hace décadas, incluso antes de que el Festival de Otoño existiera como lo conocemos hoy”.

Según Merino, en los años ochenta y noventa, cuando la escena madrileña empezaba a abrirse, muchos creadores colombianos llegaban con propuestas que rompían con el teatro tradicional. Para él, esa memoria histórica sigue pesando: entiende a Colombia como una puerta hacia otros modos de hacer y como un territorio que siempre sorprende por su mezcla entre raíz, riesgo y narración.

Por su parte, Diez dijo que, dentro de Hispanoamérica, Colombia es uno de los países con mayor resonancia entre el público del festival. Lo atribuyó a dos razones: la presencia sostenida de artistas colombianos en Madrid y el interés del festival en una teatralidad que combina cuerpo, territorio y memoria. “Colombia suele aparecer cuando buscamos escenas que interrogan el presente”, afirmó.

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Los dos directivos sostuvieron que “todos los acentos cabían en Madrid” y que escuchar el español con acentos distintos, con palabras distintas, enriquecía y generaba un sentimiento de comunidad que nos unía. “Como responsable de esta casa y la institución, dentro de la línea marcada por nuestro consejero Mariano de Paco, debo ofrecer esa posibilidad de todos los acentos y tener esa visión conjunta de lo que está ocurriendo de un lado y del otro”, agregó el gestor cultural.

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Marino y Diez agregaron que aunque la música colombiana había estado más arraigada y tenía más visibilidad en festivales como el de la Hispanidad, el teatro colombiano empezaba a consolidarse gracias a la apuesta de gestores que traían a artistas como Fabio Rubiano, quien se presentó con su obra “Labio de liebre”, en el festival.

Esta apertura de puertas permite que los creadores colombianos tengan más normalización en Madrid, algo que hasta hace poco era difícil de lograr, a diferencia de lo que ocurría con directores argentinos o mexicanos, quienes tenían más movilidad internacional.

Más jóvenes al teatro

Cuentan con Teatralia, un festival específico para jóvenes con visión internacional; actividades extracurriculares en colegios; programas dirigidos específicamente a adolescentes y jóvenes, como la joven compañía; y espectáculos innovadores que permiten experiencias más flexibles, como Odiseas, un proyecto donde los celulares están permitidos para interactuar con la obra. La intención es incorporar a los jóvenes sin sustituir al público adulto: la idea no es renovar, sino ampliar y diversificar la audiencia.

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Los Teatros del Canal reciben alrededor de 200.000 espectadores de pago al año, con un público muy fiel que asiste tanto a la temporada habitual como a los distintos festivales. La franja de edad principal va de los veinte a los sesenta años, con un perfil ilustrado y cercano al ámbito universitario. Los precios son accesibles, desde 9 hasta 40 euros, lo que permite atraer a distintos segmentos sociales. Sin embargo, reconocen que uno de los desafíos del teatro actual es evitar que el público envejezca y garantizar la incorporación de nuevas generaciones.

Teatro más allá de Madrid

Durante la conversación, se abordó la posibilidad de descentralizar el festival a otras ciudades españolas. La respuesta fue que, debido al modelo de competencias culturales de las comunidades autónomas, el Festival de Otoño se mantiene en Madrid, aunque ocasionalmente se realizan actividades en ciudades como El Escorial o Móstoles. La estrategia de giras, además, permite que las compañías se muevan a otros festivales y optimicen recursos. Algunos ejemplos incluyen a Conchileón, que estuvo en Cádiz, en Alta Temporada y luego en Madrid, o Petra, que también participó en distintas sedes.

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Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
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