Desde 1986 Verónica Maldonado, dramaturga, escritora, actriz, guionista y maestra mexicana, viene trabajando con el teatro para niños desde la deconstrucción de conceptos tales como lo malo y lo bueno, la violencia, el narcotráfico y la violación. Temas que muchos consideran tabú cuando el público lo componen los más jóvenes de la sociedad. En todas sus obras muestra la complejidad de los roles que asumen las víctimas y los perpetradores, así busca, desde lo poético, visibilizar, debatir y comprender todos los tipos de violencia que existen no solo en México sino en nuestra América latina.
Desde sus lecturas y talleres, la maestra ha contribuido al surgimiento de una nueva dramaturgia para jóvenes públicos en nuestro continente. Acercando a los niños al teatro y así entablar un dialogo entre situaciones y espacios conocidos por los más chicos. Esto contribuye a una valoración del papel de la niña y el niño en la sociedad. ¿cuál es el papel de los chicos? Desde sus saberes y dudas, colocando sus tragedias, sus mundos, sus verdades, como temas a discutir en el mundo de los adultos, Verónica Maldonado dice, “el adulto no solo está para protegerlos, sino para acompañarlos en sus procesos, no podemos ponerlos en una burbuja siempre, así ellos pueden comprenderse en sociedad y cuál es su rol, no solo como jóvenes sino en algún momento como adultos”
Además, hace una fuerte critica al “teatro de evasivas”. “Es un problema de la sociedad actual, no develar las necesidades de los niños para con el teatro e ignorándolas al escribir obras con fines de marketing y no desde la urgencia”. “Divertir no es lo mismo que evadir. Hay un derecho que va en pro de un teatro político para la infancia: el derecho del niño a la diversión, misma que el adulto ha confundido como la obligación de proporcionar al niño mecanismos para la evasión. La diversión transita el camino alterno de la cotidianidad para comprenderla mejor. La evasión evita confrontar la realidad, y lo hace desde la mentira. La mentira de un teatro que le promete al niño un mundo seguro y feliz. … pero el problema con esta promesa es que, al terminar la función, al salir del teatro, la realidad estará afuera, esperándonos a todos, adultos y niños”.
Reconocidas intelectuales como Suzanne Lebeau y Maribel Carrasco, han trabajado en la construcción de un teatro político para niñas y niños. Su propuesta radica en la existencia del derecho de un teatro infantil que sea, no solo divertido, sino que proponga esas otras verdades y subjetividades, que no evada la realidad, que hable de situaciones tan próximas, que, tarde o temprano los chicos van a enfrentar de alguna manera. Hacen un urgente llamado al rol del adulto para evitar la infantilización del entorno de los más chicos.
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Para Verónica, “El papel de la metáfora en el teatro para niños es fundamental como herramienta para la elaboración, desde la poesía, de una dramaturgia política, pasar por la metáfora es común en los niños, lo vez cuando toman una cajita y dicen que es un avión, o un castillo y después vuelve a ser una caja”. Uno de los grandes problemas, señala, del teatro para la infancia es, la lucha con funcionarios que no entienden la dimensión que el teatro tiene para este tipo de público, recordó cuando un funcionario de Colombia le dijo, los niños no entienden de metáforas, y que por ello una de sus obras no iba estar programada. Entonces ¿de qué entenderán los niños?
Con su obra, “Tren y madrugada”, donde todos los diálogos están construidos a partir de testimonios de las madres del incendio de la Guardería ABC, ocurrido el 5 de junio de 2009 en Hermosillo, México. En este hecho fallecieron 49 niños y 106 resultaron heridos. El 6 de junio el pueblo recibió la visita del expresidente Felipe Calderón, promesas iban y venían, discursos y llantos, se prometió castigar a los culpables. Pero ese día, las madres les exigieron a los miembros del estado, en un sentir común de ellas, justicia. “Tren y madrugada” simbolizó estos hechos desde el ejercicio poético, con la metáfora de una estación de tren donde llegaban y se iban sin saber que estaban muertos. La obra se presentó en Bogotá y la maestra hizo un paralelo con las madres víctimas de los llamados “falsos positivos” o “ejecuciones extrajudiciales”, donde miembros del Ejército de Colombia asesinaron a más de 10.000 personas.
En un contexto como el de Colombia, donde se evidencian, viven y perpetúan diversos conflictos, el teatro tiene un papel preponderante en la construcción y elaboración de todas las voces. Víctimas como, los niños reclutados para los diversos grupos armados, niñas violadas por los actores del conflicto, niños y niñas huérfanas, o víctimas de desaparición forzada, o los cientos de líderes sociales asesinados en la historia reciente, nos obligan a entender la labor del teatro, ya que, si no es político, ¿cuál será entonces la labor del teatro en los territorios de la infancia?
Según la ACNUR, Colombia volvió a ubicarse como el país con más desplazados internos en el mundo, según su informe anual, con un total de 7,7 millones de personas. El 48 por ciento de esta cifra son niños, según el ICBF desde 1980 hasta la fecha han muerto más de 500 niños en el marco del conflicto armado, y los pocos que sobreviven viven en la orfandad. Muchos niños desplazados pierden el interés para educarse, ya que, deben trabajar a temprana edad, los centros educativos no son adecuados, las escuelas no tienen el numero suficiente de docentes y es por ello que los chicos deben escoger si educarse o trabajar, en muchos casos, su única opción es entrar en algún grupo armado legal o ilegal. Según "Save the Children", 357 millones de niños se ven envueltos en conflictos bélicos en todo el mundo y la tendencia se ha incrementado un 75% en los últimos 20 años
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“El teatro que le habla al niño de lo que le compete y lo que le preocupa, que le comparte la experiencia de lo humano, que le revela su importancia dentro de la estructura social, pero sobre todo, que le comparte, desde la escena, cuáles son sus derechos: a estar informado, a que se escuche su opinión, a vivir en condiciones dignas, a ser alimentado y protegido por los adultos, a ser salvaguardado de la violencia, y a que su cuerpo y su pensamiento deben ser respetados. Un teatro que le traiga la realidad de otras infancias en su país y en el mundo, que lo mueva a desear cambiar la injusticia y las condiciones de desigualdad, que abra las puertas a la posibilidad de un mundo mejor”. Señala la dramaturga.
“El viaje de Ulises”, toma prestada la idea del libro de Yolanda Reyes, “Los agujeros negros”. Es la historia de un niño huérfano que vive con su abuela. Ulises recuerda muy poco de sus padres, quiere saber más sobre ellos, pero su abuela dice que no sabe nada. “Mi abuela Clara es un río de historias… pero cuando le pregunto algo sobre mis papás, el río se seca. Sólo sé que cuando yo era muy pequeño: mis papás desaparecieron ¿pero la gente puede desaparecer? ¡Va, ni qué fueran fantasmas!” Contada la historia desde México, esta obra no evade la palabra desaparecido, Verónica Maldonado la coloca en el centro de una metáfora del mítico Ulises como una nueva “Odisea”. En “El viaje de Ulises” se representa a uno de los territorios de violencia, en Jalisco, con el sembradío de amapolas siendo metaforizado en la Odisea como la Isla de los Lotófagos. La obra habla de los miles de desaparecidos y de los pequeños Ulises que los esperan. La obra no sólo es una propuesta para hablar de las desapariciones con el público infantil, la puesta en escena desafía al publico adulto a asumir la tarea de hablar de los desaparecidos en sus entornos familiares.
“El teatro es una de las experiencias humanas más potentes. El teatro para nuestras infancias debería renunciar a enseñar, es decir, a señalar, a decir ‘esto es así y no de otra manera’. Sería más potente si fuera un teatro que comparta, que entrene, que provoque la acción, que pida el movimiento de emociones e ideas, un teatro que invite al niño a correr junto con él”.
El teatro, hoy más que nunca, es quizás el espacio que nos permita recuperar la palabra, la voz del animal político que somos, y poner en escena las relaciones de poder, conflicto y negociación que se dan en el espacio público. Las sociedades del post-conflicto necesitan no solo de un lugar de la memoria al cual volver para recordar y no repetirse, sino también de un teatro creador de memoria.