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Dos opiniones se repiten sobre La ventana indiscreta’: que es una metáfora del cine y de cómo este muestra lo real a través de la cámara; y que el personaje de James Stewart es un alter ego de propio Hitchcock. Ambas apoyarían la idea de que en este filme el director británico revela mucho más de su personalidad que en cualquiera otra de sus películas. Según Donald Spoto, autor de una biografía sobre Hitchcock: “amén de materializar sus más locas fantasías [las películas de Hitchcock] constituyen sorprendentes documentos personales”. ‘La ventana...’ sería pues un precioso mapa para orientarse en el universo de un genio torturado: católico heterodoxo, puritano pervertido, y artista sobrio y distante que nunca dejó de sobreexponerse.
En el fotógrafo J.B. Jeffries, protagonista de la película que incidentalmente descubre un crimen, se podrían rastrear muchos indicios del carácter de Hitchcock, o al menos de su leyenda: su paradójica relación con las mujeres, sus remilgos frente al sexo y su voyeurismo.
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Considerar ‘La ventana’ como una biografía encubierta del director o una artimaña para sublimar su libido nos lleva a repetir el tortuoso camino del personaje y de su deseo de vivir las vidas de otros. La película sería una ventana privilegiada a la psique de Hitchcock, y los espectadores estaríamos puestos en la condición de voyeurs de su deseo. Esto lo logra no por una simple formulación sino por la maestría de una puesta en escena orgánicamente integrada a una locación. El vecindario neoyorquino en el que se desarrolla la película fue reconstruida a escala real en un estudio de la Paramount donde se simularon el patio interior y los distintos apartamentos, incluido el principal, desde donde Jeff espía armado de sus “aparatos ópticos”.
El arranque de ‘La ventana’ es cine puro: una delicada coreografía que empieza con los créditos sobrepuestos sobre las persianas que lentamente van subiendo para mostrarnos el patio encuadrado –aunque a su vez fragmentado en tres por las características de la ventana y la cámara que sale en busca del exterior para situarnos plenamente en la atmósfera de un verano y en el entorno de un vecindario.
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Durante la casi totalidad de la narración, el espectador ve a través de los ojos de Jeff, con la mirada entrenada de un fotógrafo que sin embargo nunca ve lo suficiente para descifrar con total transparencia lo que ocurre. El secreto encanto de este filme es mantenernos en la cuerda floja, llevados por un suspenso creciente que es dosificado sabiamente mediante los mordaces diálogos y la cadencia del montaje. Sin duda Hitchcock era un puritano y un pervertido, pero sí que sabía cómo procurarnos placer.