El Magazín Cultural

Tola y Maruja, “por el güeco”

Este par de tías, que comen prójimo mientras esperan el bus, se presentan el sábado 18 de junio en el Gimnasio Moderno de Bogotá para desestresar esta campaña.

17 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
En la foto, Tola (izq.) y Maruja.
En la foto, Tola (izq.) y Maruja.
Foto: Cortesía: Carlos Gallego

—Berrionditas, volvemos a las tablas pa’ celebrar que sobrevivimos al hijuemíchica coronavirus, que se llevó tantos seres queridos.

—Fue muy miedoso cuando empezó el virus, porque a Tola y yo nos agarró la cuarentena en la misma casa y nos pusimos de acuerdo pa’ no salir a mercar y comer lo que hubiera hasta agotar existencias.

—Pero cuando Maruja y yo vimos por televisor las aglomeraciones en los supermerca’os y la gente peliando por el papel higiénico, entonces resolvimos que una de las dos tenía que salir por comida.

—Y es tan descarada Tola que propuso que saliera la que menos falta hiciera.

—Me tocó ir a mí... y cuando dentré al D1 estaba ya sin surtido, pero por allá alcancé a divisar un rollo de papel higiénico y me le tiré en voladora, pero otra anciana lo pañó primero que yo y entonces forcejiamos por el bendito rollo y el caminador de la señora voló lejos y caímos al suelo y ella se rajó la cocorota.

—¡Qué problema, oiga! Llegó la policía, detuvieron a Tola y la señora la demandó por lesiones personales. Y Tola empezó la pandemia encartada en un maldingo juicio.

—Entonces me conseguí al aboga’o Cancino, el zar del vencimiento de términos, y este berriondo me hizo una defensa genial: convenció al juez de que las personas que llegamos al punto de morir o matar por un rollo de papel higiénico es porque padecemos un trastorno mental llamado “copro-culillo”.

—Del griego kópros (excremento) y del latín culillo (miedo). Y que esas personas no es tanto el miedo a morir, sino el pánico de llegar al cielo con el jopo sucio.

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—Pero bueno, cambiemos de tema, que ya se nos está pegando el vocabulario de Rodolfo Hernández.

—El estreno que traemos se titula Tola y Maruja por el güeco y es la historia de cuando Tola se fue pa’ los Estados Unidos en busca del sueño americano y pasó las verdes y las maduras.

—Cómo sería que me colé por el güeco, por México, y me fue tan mal que me tuve que devolver por el mismo güeco.

—Qué pesar de la gente que se mete por el güeco buscando un futuro mejor y el hijuemadre futuro es trabajar como una mula y a veces volver con el rabo entre las patas y con una mano adelante y la otra detrás.

—Ahora muchos colombianos briegan a dentrar por el güeco porque las citas pa’ la visa las están dando pa’ cuando Enrique Gómez sea presidente.

—Te digo enteramente Maruja que no provoca pedir la visa gringa. Eh, ¡qué pereza! Llega uno a esa embajada muerto del susto, como sintiéndose culpable de algo.

—Pues de ser colombianos, Tola. En la USA ser colombiano cuenta como antecedente.

—Y uno no sabe cómo irse vestido pa’ la entrevista en la embajada, porque si se va vestido normal entonces dicen: estas van a pedir limosna.

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—Y si se va bien perchuda, con la pinta dominguera, van a decir: eh, pa’ dónde irán este par de prepagas.

—Uno tampoco sabe cómo comportase en la embajada: si está seria, dirán que qué estará tramando. Y si uno está risueña, dirán: de qué picardías se estará arrecordando esta zurrona.

—Se sufre mucho en la fila cuando te revisan el formulario: que en la foto no se le ven bien las orejas, que era tamaño pasaporte y fondo azul, que se pega con ganchos y no con Colbón.

—La llenada del berriondo formulario es otro calvario: que si uno tiene intenciones de ir a cometer un atenta’o terrorista. ¡Valiente pregunta tan pendeja! Osama Bin Laden siempre decía que iba pa’ Disneylandia.

—Lo más charro de la pedida de la visa es uno ver esa gente que llega estrenando Arturo Calle de pies a cabeza, con los zapatos embola’os, maniquiur y un cochecito de Justo & Bueno con el montón de papeles que llevan, y se las niegan.

—En cambio ve uno gente toda descachalandrada, que se les ve patentico que se van a quedar lavando inodoros, y salen dichosos con el sí en la cara.

—Uno sufre mucho en la fila, mirando pa las ventanillas y rogando que no le toque con ese cónsul moneco pecueco tan repelente que las niega todas.

—Un pendejo, tratando de dar ánimo nos dijo: a ustedes se las dan, tías, porque ellos se las niegan es sobre todo a mujeres solteras y bonitas.

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—Lo bueno de esa esperada tan larga es que uno conversa y le cuentan de todo: “Me la han negao cinco veces, ya los porteros me conocen y me saludan en inglés”.

—Toca insistir porque los gringos piensan: eh, si este vuelve a pedila es porque no se ha ido por el güeco. Punto pa uno.

—Otro dijo: vinimos a pedir la visa en familia y nos la negaron a todos, menos al que no quería viajar porque odia a Donal Tron.

—Un tipo nos contó que se dentró por el güeco con muchas dificultades y a los seis meses se devolvió pa Colombia pal cumpleaños de la mamá, y se volvió a meter por el güeco.

—Los coyotes, que son los que pasan a los ilegales por la frontera, se inventan muchas maneras de camuflar a los inmigrantes: dentro de troncos de árboles, entre la carrocería de un carro, disfrazaos de vacas con el ganao.

—Y supimos de uno muy creativo que intentó pasar a un indocumentao al que bañó con cera y dijo que era una encomienda pal museo de Madán Tusán.

—Pero los pobres inmigrantes llegan y se topan con que les pintaron pajaritos en el aire y el tal sueño americano se les vuelve insomnio: les toca tener dos o tres trabajos pa sobrevivir y mandar dolaritos pa Colombia.

—Les dan trabajos muy malucos...contá Tola cuando trabajates de conejilla de indias.

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—Ah, sí. Es un trabajo donde se gana bien pero es arriesgao: los laboratorios farmacéticos te pagan pa ensayar los medicamentos en tu cuerpo. Yo me coloqué en un laboratorio de produtos naturales. El primer día me dieron semillas de papaya pa la gastritis, el segundo día me dieron pitaya pal estreñimiento, y al tercero renuncié: me iban a poner un jalapeño...de supositorio.

—Y contá Tola cuando arquilates el vientre pa tener los mellizos de Ricky Martin.

—No señora, eso lo cuento en el chou.

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