Transitando en los deseos de una Bogotá moderna

Los inmensos rascacielos, las calzadas que aglomeran automóviles de todos los colores, el interés por crear una Cosmopolitan gris, por desaparecer aquella memoria que queda en lo rural, pero que finalmente logra relacionarse con esas extravagantes ideas de ciudad. Una modernidad que en los años treinta comienzan a visibilizarse en Bogotá teniendo como posible referente al encanto parisino, a sus ideas, tomándola como modelo económico y social para finalmente cerrar ese trato como un gran negocio de construcción y de historia, de hibridación.

Si bien, el arquitecto colombiano Carlos Niño recalca en su libro La carrera de la modernidad: construcción de la carrera décima, Bogotá (1945-1960), que La modernización en América Latina en pocas oportunidades “se ha consolidado en una modernidad plena, o en ninguna, y más bien han sido modalidades diversas o hibridaciones lastradas con persistencias pre-modernas y algunas francamente contradictorias, lo que ha sido más frecuentemente en nuestro continente”, este supuesto recae completamente en una Bogotá con una hibridación no solamente en su arquitectura, sino que también es determinada por los comportamientos sociales.

Aquella historia de modernidad en constante construcción entonces va determinando los elementos que permanecen y los que no hacen parte de esta transformación. Dicho de esta manera y ubicados en pleno centro de Bogotá, lugar en el que existen bastantes historias casi desconocidas por los mismos bogotanos pero que hacen parte de los aspectos que continúan germinando, aparece una extensión arquitectónica en el que surgieron bastantes campos artísticos. Desde el teatro hasta el arte, donde El Espacio Odeón ocupa un privilegiado lugar en la historia en Colombia.

“Desde 1938 viene siendo la primera vez que existe Odeón y hasta hoy ha pasado por todo. Es interesante entenderlo no solamente desde el plano cronológico o arquitectónico, sino desde toda esta gran historia que nosotros asociamos con esa modernidad, con ese sujeto y con los paisajes urbanos para replantearse qué es Odeón”, explica Camila Echeverría, artista plástica y docente de la Universidad de los Andes que, junto con la antropóloga Catalina Cortés-Severino y con la iniciativa del Espacio Odeón, crearon el proyecto ‘Detour, por los deseos y fantasías bogotanas de la modernidad’.

Partiendo de una investigación de archivo sobre la modernidad en el centro de Bogotá, estas artistas forman un proyecto con la idea de transformar el centro de la ciudad a partir de visiones creadas por los mismos transeúntes de la Candelaria, por quienes visitan a Odeón, o por quienes estén interesados en hacer parte de esta iniciativa, con el fin de realizar una obra artística que más allá de ser estética, represente esos deseos a través de imágenes y sonidos. Al respecto agrega la antropóloga: “Es pensar el archivo desde otro lugar fuera del documento y de fuente de información, es pensarlo como archivos que se pueden manipular, que se pueden intervenir… también al archivo se le pueden dar otros usos, es entenderlo como algo que va más allá del documento del pasado para entender nuestro presente”.

El valor de la memoria recobra vida para construir un presente, se manifiesta en Detour, como lo describe el brasileño Renato Ortiz, en “la memoria colectiva que desempeña un papel fundamental que para existir debe encarnarse, materializarse, sin lo cual los recuerdos se pulverizarían”. Estos deseos pensados desde el centro de la ciudad construyen realidad y talvez un progreso que como ejercicio daría variantes hacia una transformación en esta constante construcción y de-construcción de historia.

“Hoy todo lo que está pasando con el centro, es en nombre del progreso, del desarrollo; en los veinte y los treinta era pensar Bogotá parecida a París, ahora Bogotá es más pensada como Tokio, Hong Kong; es como hacer relaciones y pensar en acciones atemporales pero que también nos dice mucho, nos dice que eso se sigue repitiendo, esos deseos que cambian pero que también siguen siendo los mismos”, explica Catalina Cortés-Severino.

Detour es un recorrido por los archivos bogotanos que se vislumbran en el espacio público y que cobran distintos sentidos por la intervención de los actores participantes, un proyecto que se desarrolla desde el pasado 22 de abril, dando como resultado una primera acción que se llevó a cabo en la plazoleta del Espacio Odeón con la participación del colectivo ‘El centro no se vende’, el semillero de Etnografía, afectos y visualidades de la Universidad Nacional y todos los que quisieran participar. La segunda acción tendrá lugar el próximo 6 de mayo, recogiendo más deseos hechos por los participantes, a través de imágenes que las creadoras del proyecto extrajeron de archivos y que están dispuestos a ser intervenidos.

“Hay muchas maneras en que el arte empieza a dialogar y para mí una de ellas es esa interacción con muchas personas, muchas disciplinas y esto se conecta entonces con la participación de toda esta gente que participó, que para nosotras es la materia prima de ese archivo que queremos hacer. Ya no es la misión del artista trabajar en su taller, sino es esta mirada colectiva en donde todo el mundo está construyendo su propia visión de ciudad”, dice la artista Camila Echeverría.

La obra que se construya durante estos días estará expuesta en el Espacio Odeón y tendrá una publicación física que las creadoras de este proyecto tendrán lista hasta finales de este año.

Los inmensos rascacielos, las calzadas que aglomeran automóviles de todos los colores, el interés por crear una Cosmopolitan gris, por desaparecer aquella memoria que queda en lo rural, pero que finalmente logra relacionarse con esas extravagantes ideas de ciudad. Una modernidad que en los años treinta comienzan a visibilizarse en Bogotá teniendo como posible referente al encanto parisino, a sus ideas, tomándola como modelo económico y social para finalmente cerrar ese trato como un gran negocio de construcción y de historia, de hibridación.

Si bien, el arquitecto colombiano Carlos Niño recalca en su libro La carrera de la modernidad: construcción de la carrera décima, Bogotá (1945-1960), que La modernización en América Latina en pocas oportunidades “se ha consolidado en una modernidad plena, o en ninguna, y más bien han sido modalidades diversas o hibridaciones lastradas con persistencias pre-modernas y algunas francamente contradictorias, lo que ha sido más frecuentemente en nuestro continente”, este supuesto recae completamente en una Bogotá con una hibridación no solamente en su arquitectura, sino que también es determinada por los comportamientos sociales.

Aquella historia de modernidad en constante construcción entonces va determinando los elementos que permanecen y los que no hacen parte de esta transformación. Dicho de esta manera y ubicados en pleno centro de Bogotá, lugar en el que existen bastantes historias casi desconocidas por los mismos bogotanos pero que hacen parte de los aspectos que continúan germinando, aparece una extensión arquitectónica en el que surgieron bastantes campos artísticos. Desde el teatro hasta el arte, donde El Espacio Odeón ocupa un privilegiado lugar en la historia en Colombia.

“Desde 1938 viene siendo la primera vez que existe Odeón y hasta hoy ha pasado por todo. Es interesante entenderlo no solamente desde el plano cronológico o arquitectónico, sino desde toda esta gran historia que nosotros asociamos con esa modernidad, con ese sujeto y con los paisajes urbanos para replantearse qué es Odeón”, explica Camila Echeverría, artista plástica y docente de la Universidad de los Andes que, junto con la antropóloga Catalina Cortés-Severino y con la iniciativa del Espacio Odeón, crearon el proyecto ‘Detour, por los deseos y fantasías bogotanas de la modernidad’.

Partiendo de una investigación de archivo sobre la modernidad en el centro de Bogotá, estas artistas forman un proyecto con la idea de transformar el centro de la ciudad a partir de visiones creadas por los mismos transeúntes de la Candelaria, por quienes visitan a Odeón, o por quienes estén interesados en hacer parte de esta iniciativa, con el fin de realizar una obra artística que más allá de ser estética, represente esos deseos a través de imágenes y sonidos. Al respecto agrega la antropóloga: “Es pensar el archivo desde otro lugar fuera del documento y de fuente de información, es pensarlo como archivos que se pueden manipular, que se pueden intervenir… también al archivo se le pueden dar otros usos, es entenderlo como algo que va más allá del documento del pasado para entender nuestro presente”.

El valor de la memoria recobra vida para construir un presente, se manifiesta en Detour, como lo describe el brasileño Renato Ortiz, en “la memoria colectiva que desempeña un papel fundamental que para existir debe encarnarse, materializarse, sin lo cual los recuerdos se pulverizarían”. Estos deseos pensados desde el centro de la ciudad construyen realidad y talvez un progreso que como ejercicio daría variantes hacia una transformación en esta constante construcción y de-construcción de historia.

“Hoy todo lo que está pasando con el centro, es en nombre del progreso, del desarrollo; en los veinte y los treinta era pensar Bogotá parecida a París, ahora Bogotá es más pensada como Tokio, Hong Kong; es como hacer relaciones y pensar en acciones atemporales pero que también nos dice mucho, nos dice que eso se sigue repitiendo, esos deseos que cambian pero que también siguen siendo los mismos”, explica Catalina Cortés-Severino.

Detour es un recorrido por los archivos bogotanos que se vislumbran en el espacio público y que cobran distintos sentidos por la intervención de los actores participantes, un proyecto que se desarrolla desde el pasado 22 de abril, dando como resultado una primera acción que se llevó a cabo en la plazoleta del Espacio Odeón con la participación del colectivo ‘El centro no se vende’, el semillero de Etnografía, afectos y visualidades de la Universidad Nacional y todos los que quisieran participar. La segunda acción tendrá lugar el próximo 6 de mayo, recogiendo más deseos hechos por los participantes, a través de imágenes que las creadoras del proyecto extrajeron de archivos y que están dispuestos a ser intervenidos.

“Hay muchas maneras en que el arte empieza a dialogar y para mí una de ellas es esa interacción con muchas personas, muchas disciplinas y esto se conecta entonces con la participación de toda esta gente que participó, que para nosotras es la materia prima de ese archivo que queremos hacer. Ya no es la misión del artista trabajar en su taller, sino es esta mirada colectiva en donde todo el mundo está construyendo su propia visión de ciudad”, dice la artista Camila Echeverría.

La obra que se construya durante estos días estará expuesta en el Espacio Odeón y tendrá una publicación física que las creadoras de este proyecto tendrán lista hasta finales de este año.