Tres poemas para celebrar el día internacional de la poesía

Escogimos "Ya no será", de la uruguaya Idea Vilariño; "La ciudad", del griego Constantino Cavafis y "El anónimo", del peruano José watanabe para conmemorar el día de de la poesía.

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REDACCIÓN CULTURA
21 de marzo de 2017 - 05:24 p. m.
Izquierda: Idea vilariño, superior derecha: Constantino Cavafis, inferior derecha: José Watanabe.
Izquierda: Idea vilariño, superior derecha: Constantino Cavafis, inferior derecha: José Watanabe.
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La ciudad

Constantino Cavafis

Dices: “Iré a otra tierra, hacia otro mar

y una ciudad mejor con certeza hallaré.

Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,

Y muere mi corazón

lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.

Donde vuelvo los ojos sólo veo

las oscuras ruinas de mi vida

y los muchos años que aquí pasé o destruí”.

No hallarás otra tierra ni otro mar.

La ciudad irá en ti siempre. Volverás

a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;

en la misma casa encanecerás.

Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-

ni caminos ni barco para ti.

La vida que aquí perdiste

la has destruido en toda la tierra.

 

Ya no será...

Idea Vilariño

Ya no será,

ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa, no te tendré de noche

no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui

por qué me amaron otros.

 

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca

ni si era de verdad lo que dijiste que era,

ni quién fuiste, ni qué fui para ti

ni cómo hubiera sido vivir juntos,

querernos, esperarnos, estar.

 

Ya no soy más que yo para siempre y tú

Ya no serás para mí más que tú.

Ya no estás en un día futuro

no sabré dónde vives, con quién

ni si te acuerdas.

 

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.

No volveré a tocarte. No te veré morir.

 

El anónimo

José watanabe

Desde la cornisa de la montaña

dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio,

una acción ociosa

de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar.

                      Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire

siento confusamente que la piedra no cae

sino que baja convocada por la tierra, llamada

por un poder invisible e inevitable.

 

Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea

                      y no pronuncia nada.

La revelación, el principio,

fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos

y todavía es innombrable.

 

Yo me contento con haberlo entrevisto.

No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.

Algún día otro hombre, subido en esta montaña

                                                   o en otra,

dirá más, y con precisión.

Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.

Por REDACCIÓN CULTURA

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