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                                                                                                                              Tres poemas para este fin de año

                                                                                                                              Les presentamos poemas de Rudyard Kipling, Julio Cortázar y Kim Addonizio para que este fin de año sus palabras no estén plagadas de frases ya dichas. Tres poemas que, tal vez, podrán darle las palabras justas para estos días.

                                                                                                                              REDACCIÓN CULTURA

                                                                                                                              Kim Addonizio, Rudyard Kipling y Julio Cortázar. / Archivo

                                                                                                                              Alguna vez la periodista argentina Leila Guerriero escribió: “A fin de año, más que nunca, la vida no es la vida sino una patética declamación de buenas intenciones, una renovación del permiso de postergarlo todo, una fe idiota en que nunca será demasiado tarde para nada”. Cuando escribió eso, justo a continuación de esas frases puso una parte de Veneno de escorpión azul, un poema del chileno Gonzalo Millán. “Toda la inmortalidad que puedes desear está presente / aquí y ahora” y remató con, la uruguaya Idea Vilariño que dijo, mejor que nadie, peor que nunca: “Alguno de estos días / se acabarán las bromas y todo eso / esa farsa / esa juguetería / las marionetas sucias / los payasos / habrán sido la vida”.

                                                                                                                              Por eso, porque a fin de año las promesas insulsas se vuelven epidémicas y saltan por las redes y las tarjetas, traemos tres poemas dedicados a esta fecha especial. A esta declaración de que todo puede cambiar (aunque no sea así, aunque sea mentira). Tres poemas que, tal vez, podrán darle las palabras justas para estos días.

                                                                                                                              Rudyard Kipling

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              1.
                                                                                                                              He decidido que durante todo el año
                                                                                                                              aparcaré mis vicios en el estante.
                                                                                                                              Seguiré un camino más piadoso y sobrio
                                                                                                                              y amaré a mis vecinos como a mí mismo,
                                                                                                                              excepto los dos o tres de siempre
                                                                                                                              a los que detesto tanto como ellos me odian.

                                                                                                                              2.
                                                                                                                              He decidido que jugar a los naipes es malo,
                                                                                                                              sobre todo con cartas como las que me suelen tocar.
                                                                                                                              Puede desplumar una cuenta bancaria sana,
                                                                                                                              así que renuncio a estos placeres terrenales
                                                                                                                              excepto —y aquí no veo pecado alguno—
                                                                                                                              cuando otros reclamen ‘mi presencia’.

                                                                                                                              3.
                                                                                                                              He decidido que votos como estos, aunque
                                                                                                                              formulados con ligereza, son difíciles de mantener.
                                                                                                                              Por tanto los acometeré poco a poco,
                                                                                                                              no sea que mis recaídas acaben por hundirme.
                                                                                                                              Un voto al año me sacará del paso
                                                                                                                              y comenzaré con el Número Dos.

                                                                                                                              Julio Cortázar

                                                                                                                              Happy New Year

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Mira, no pido mucho,
                                                                                                                              solamente tu mano, tenerla
                                                                                                                              como un sapito que duerme así contento.
                                                                                                                              Necesito esa puerta que me dabas
                                                                                                                              para entrar a tu mundo, ese trocito
                                                                                                                              de azúcar verde, de redondo alegre.
                                                                                                                              ¿No me prestas tu mano en esta noche
                                                                                                                              de fin de año de lechuzas roncas?
                                                                                                                              No puedes, por razones técnicas.
                                                                                                                              Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
                                                                                                                              el durazno sedoso de la palma
                                                                                                                              y el dorso, ese país de azules árboles.
                                                                                                                              Así la tomo y la sostengo,
                                                                                                                              como si de ello dependiera
                                                                                                                              muchísimo del mundo,
                                                                                                                              la sucesión de las cuatro estaciones,
                                                                                                                              el canto de los gallos, el amor de los hombres.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                               La poeta norteamericana Kim Addonizio describe en este Día de Año Nuevo un paseo bajo la lluvia un primero de enero en el que decide que lo más necesita es vivir el instante, aquí y ahora:

                                                                                                                              Esta mañana la lluvia cae
                                                                                                                              sobre la última nieve

                                                                                                                              y la limpiará. Huelo otra vez
                                                                                                                              la hierba y las hojas caídas

                                                                                                                              que se mezclan con el barro.
                                                                                                                              Los pocos amores que pude

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              conservar duermen aún
                                                                                                                              en la Costa Oeste. Aquí en Virginia

                                                                                                                              camino por los campos con la única
                                                                                                                              compañía de unas pocas vacas jóvenes.

                                                                                                                              De hueso ancho y tímidas,
                                                                                                                              son como las chicas que recuerdo

                                                                                                                              de Secundaria, las que nunca
                                                                                                                              hablaban, las que tenían la cabeza

                                                                                                                              agachada y los brazos cruzados sobre
                                                                                                                              sus pechos nuevos. Esas chicas

                                                                                                                              tienen ya casi cuarenta años. Como yo,
                                                                                                                              seguro que a veces se detienen

                                                                                                                              de noche ante una ventana, a mirar
                                                                                                                              el patio silencioso, una

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              silla oxidada y los muros
                                                                                                                              de las casas de otra gente.

                                                                                                                              Habrá tardes en que se acuesten
                                                                                                                              y lloren amargamente por quien

                                                                                                                              las hiciera más felices,
                                                                                                                              y se pregunten cómo sus vidas

                                                                                                                              las han llevado
                                                                                                                              tan lejos sin jamás

                                                                                                                              explicar nada. No sé
                                                                                                                              por qué estoy aquí fuera

                                                                                                                              con mi abrigo cada vez más oscuro
                                                                                                                              y mis botas que se hunden y se levantan

                                                                                                                              con un leve ruido de ventosa
                                                                                                                              que me gusta escuchar. Me da igual

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              dónde estén ahora esas chicas.
                                                                                                                              Sea lo que sea lo que hayan logrado,

                                                                                                                              que se lo queden. Hoy no quiero
                                                                                                                              solucionar nada.

                                                                                                                              Sólo quiero caminar
                                                                                                                              un rato más bajo la fría

                                                                                                                              bendición de la lluvia,
                                                                                                                              y alzar mi rostro hacia ella.

                                                                                                                              Kim Addonizio, Rudyard Kipling y Julio Cortázar. / Archivo

                                                                                                                              Alguna vez la periodista argentina Leila Guerriero escribió: “A fin de año, más que nunca, la vida no es la vida sino una patética declamación de buenas intenciones, una renovación del permiso de postergarlo todo, una fe idiota en que nunca será demasiado tarde para nada”. Cuando escribió eso, justo a continuación de esas frases puso una parte de Veneno de escorpión azul, un poema del chileno Gonzalo Millán. “Toda la inmortalidad que puedes desear está presente / aquí y ahora” y remató con, la uruguaya Idea Vilariño que dijo, mejor que nadie, peor que nunca: “Alguno de estos días / se acabarán las bromas y todo eso / esa farsa / esa juguetería / las marionetas sucias / los payasos / habrán sido la vida”.

                                                                                                                              Por eso, porque a fin de año las promesas insulsas se vuelven epidémicas y saltan por las redes y las tarjetas, traemos tres poemas dedicados a esta fecha especial. A esta declaración de que todo puede cambiar (aunque no sea así, aunque sea mentira). Tres poemas que, tal vez, podrán darle las palabras justas para estos días.

                                                                                                                              Rudyard Kipling

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Propósitos de año nuevo:

                                                                                                                              1.
                                                                                                                              He decidido que durante todo el año
                                                                                                                              aparcaré mis vicios en el estante.
                                                                                                                              Seguiré un camino más piadoso y sobrio
                                                                                                                              y amaré a mis vecinos como a mí mismo,
                                                                                                                              excepto los dos o tres de siempre
                                                                                                                              a los que detesto tanto como ellos me odian.

                                                                                                                              2.
                                                                                                                              He decidido que jugar a los naipes es malo,
                                                                                                                              sobre todo con cartas como las que me suelen tocar.
                                                                                                                              Puede desplumar una cuenta bancaria sana,
                                                                                                                              así que renuncio a estos placeres terrenales
                                                                                                                              excepto —y aquí no veo pecado alguno—
                                                                                                                              cuando otros reclamen ‘mi presencia’.

                                                                                                                              3.
                                                                                                                              He decidido que votos como estos, aunque
                                                                                                                              formulados con ligereza, son difíciles de mantener.
                                                                                                                              Por tanto los acometeré poco a poco,
                                                                                                                              no sea que mis recaídas acaben por hundirme.
                                                                                                                              Un voto al año me sacará del paso
                                                                                                                              y comenzaré con el Número Dos.

                                                                                                                              Julio Cortázar

                                                                                                                              Happy New Year

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Mira, no pido mucho,
                                                                                                                              solamente tu mano, tenerla
                                                                                                                              como un sapito que duerme así contento.
                                                                                                                              Necesito esa puerta que me dabas
                                                                                                                              para entrar a tu mundo, ese trocito
                                                                                                                              de azúcar verde, de redondo alegre.
                                                                                                                              ¿No me prestas tu mano en esta noche
                                                                                                                              de fin de año de lechuzas roncas?
                                                                                                                              No puedes, por razones técnicas.
                                                                                                                              Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
                                                                                                                              el durazno sedoso de la palma
                                                                                                                              y el dorso, ese país de azules árboles.
                                                                                                                              Así la tomo y la sostengo,
                                                                                                                              como si de ello dependiera
                                                                                                                              muchísimo del mundo,
                                                                                                                              la sucesión de las cuatro estaciones,
                                                                                                                              el canto de los gallos, el amor de los hombres.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                               La poeta norteamericana Kim Addonizio describe en este Día de Año Nuevo un paseo bajo la lluvia un primero de enero en el que decide que lo más necesita es vivir el instante, aquí y ahora:

                                                                                                                              Esta mañana la lluvia cae
                                                                                                                              sobre la última nieve

                                                                                                                              y la limpiará. Huelo otra vez
                                                                                                                              la hierba y las hojas caídas

                                                                                                                              que se mezclan con el barro.
                                                                                                                              Los pocos amores que pude

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              conservar duermen aún
                                                                                                                              en la Costa Oeste. Aquí en Virginia

                                                                                                                              camino por los campos con la única
                                                                                                                              compañía de unas pocas vacas jóvenes.

                                                                                                                              De hueso ancho y tímidas,
                                                                                                                              son como las chicas que recuerdo

                                                                                                                              de Secundaria, las que nunca
                                                                                                                              hablaban, las que tenían la cabeza

                                                                                                                              agachada y los brazos cruzados sobre
                                                                                                                              sus pechos nuevos. Esas chicas

                                                                                                                              tienen ya casi cuarenta años. Como yo,
                                                                                                                              seguro que a veces se detienen

                                                                                                                              de noche ante una ventana, a mirar
                                                                                                                              el patio silencioso, una

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              silla oxidada y los muros
                                                                                                                              de las casas de otra gente.

                                                                                                                              Habrá tardes en que se acuesten
                                                                                                                              y lloren amargamente por quien

                                                                                                                              las hiciera más felices,
                                                                                                                              y se pregunten cómo sus vidas

                                                                                                                              las han llevado
                                                                                                                              tan lejos sin jamás

                                                                                                                              explicar nada. No sé
                                                                                                                              por qué estoy aquí fuera

                                                                                                                              con mi abrigo cada vez más oscuro
                                                                                                                              y mis botas que se hunden y se levantan

                                                                                                                              con un leve ruido de ventosa
                                                                                                                              que me gusta escuchar. Me da igual

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              dónde estén ahora esas chicas.
                                                                                                                              Sea lo que sea lo que hayan logrado,

                                                                                                                              que se lo queden. Hoy no quiero
                                                                                                                              solucionar nada.

                                                                                                                              Sólo quiero caminar
                                                                                                                              un rato más bajo la fría

                                                                                                                              bendición de la lluvia,
                                                                                                                              y alzar mi rostro hacia ella.

                                                                                                                              Por REDACCIÓN CULTURA

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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