El libro Rabia, del escritor argentino Sergio Bizzio, llegó primero como una coincidencia empacada en regalo y tiempo después como una propuesta laboral con los derechos listos para ser adaptados a la pantalla. La novela, que había estado guardada en la mesa de noche, fue irremediablemente tomada como una señal por el director Sebastián Cordero. Así se empezó a fraguar este proyecto que contó con la producción de reconocidos nombres, como Guillermo del Toro y Bertha Navarro (El laberinto del Fauno), la productora colombiana Dynamo (Satanás, Contracorriente) y los mexicanos de Think Studio en asociación con Tequila Gang.
La filmografía de este ecuatoriano es corta, pero sustanciosa: su ópera prima, Ratas, ratones y rateros (1998), recorrió cincuenta festivales y obtuvo numerosos reconocimientos, entre ellos nominaciones al Goya de España como Mejor película extranjera de habla hispana, pero lo más importante fue mantenerse durante seis meses en la cartelera ecuatoriana y convertirse en una bandera del cine nacional. Después vendría Crónicas, que obtuvo el respaldo del Festival de Sundance y contó con John Leguízamo como protagonista.
Rabia es su tercera realización y, a pesar de que es la primera vez que adapta un guión externo, la siente muy personal. Cordero asegura haber guardado la esencia de la novela y quedado enganchado desde el principio con la fuerza del personaje protagonista, José María, interpretado en la película por el mexicano Gustavo Sánchez.
La historia se remite a la vida de dos inmigrantes latinos en España que viven el cotidiano en medio de la adversidad de las condiciones y la esperanza de una vida mejor. José María y Rosa (Martina García) se aferran a ese cordón umbilical geográfico, pero cada uno asimila el exilio de manera diferente. Él, un obrero de construcciones, con rabia y resistencia, y ella, una empleada doméstica de una mansión con rastros de opulencia, con estoicismo y aceptación. La naturaleza del albañil, machista, celosa y con brotes psicóticos, explotará y lo llevará a guardar otro tipo de exilio donde empezará el suspenso de la película.
Cordero quiso tomar el tema de la migración como punto de partida para definir el entorno, pero el tema en el fondo no trata de eso, sino de una historia de amor triste e imposible, mezclada claramente con un comentario social y un escenario de sombras de aura misteriosa representado por la casa que funciona casi como un tercer personaje.
Asimismo, había visto a Martina García en la premier de Satanás y fue la luz especial que destila y su dulzura las que alentaron su decisión para escogerla para interpretar el papel de Rosa. “Más que estudiar al personaje a fondo, ella le saca su energía para entender su espíritu. Tiene un don especial, como una estrella, porque le ponen la cámara al frente y empiezan a suceder cosas muy sutiles”, sostiene el director. Y son justamente esos matices los que le llaman la atención y más en esta película, que puede llegar a los niveles del melodrama donde no quería caer.