Un asunto de familia y el retrato del Japón oculto
La producción del director Hirokazu Koreeda, nominada a Mejor Película de habla no inglesa en los Premios Óscar, ha puesto el dedo en la llaga al exponer una de las debilidades que la tercera economía más grande del planeta pareciera querer ignorar: el aumento de la pobreza y la desigualdad social.
Diana Franco Ortega/ @dianafortega
En una sociedad que se enorgullece de su honra resulta chocante poner como protagonistas de una película a una familia que roba para subsistir. Más chocante puede resultar el hecho de que el director, Hirokazu Koreeda, no haya inventado precisamente esta trama.
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En una sociedad que se enorgullece de su honra resulta chocante poner como protagonistas de una película a una familia que roba para subsistir. Más chocante puede resultar el hecho de que el director, Hirokazu Koreeda, no haya inventado precisamente esta trama.
La noticia real de unos padres que enseñaron a sus hijos a realizar pequeños hurtos, y la de una familia que ocultó la muerte de su matriarca para conservar su pensión, fueron la materia prima de la que el japonés se valió para hacer Un asunto de familia, película ganadora de la Palma de Oro en el pasado Festival de Cine de Cannes y nominada al Oscar a ‘Mejor Película de habla no inglesa’ —categoría en la que compite con la favorita de este año, Roma—.
Aunque Koreeda —un explorador insaciable de modelos de familia poco convencionales— ha hecho énfasis en distintas entrevistas que su intención primera fue dilucidar si es posible el nacimiento de un vínculo familiar donde no existen los lazos de sangre, el director no ha ignorado por un segundo la realidad que ha llevado a los personajes a subsistir de la manera en que lo hacen. Su contexto no los libra de culpa, pero uno se pregunta si la marginación en la que viven no se debe a unas instituciones públicas y una clase social favorecida que no se hacen las de la vista gorda ante sus delitos, pero sí ante sus necesidades primarias.
Y es que detrás de las cifras que han posicionado a Japón como la tercera mayor economía del mundo, se esconde el hecho de que la tasa de pobreza relativa ha ido en aumento durante las últimas tres décadas, llegando a un 16.3%. Dentro del mundo desarrollado, según un informe de Unicef publicado en abril del 2018, el país nipón tiene uno de los peores índices de desigualdad de la riqueza, así como una de las tasas más altas de pobreza infantil.
“En los últimos años, el sistema del bienestar en Japón ha empezado a tambalearse. Los índices de pobreza se han disparado y, de la misma manera, el número de personas que dependen de ayudas. El Gobierno prometió que invertiría más dinero en programas de asistencia social, pero en lugar de eso lo han destinado a comprar armas a Estados Unidos. Y han fomentado políticas que abandonan a los menos favorecidos a su suerte. En todo caso, mi película no es una crítica social”, dijo el director para El Periódico de Cataluya.
Para Koreeda, la crisis económica ha creado una grieta en las familias y en las comunidades. “Cada vez más japoneses buscan el amparo del estado. El auge del nacionalismo y el totalitarismo en mi país me tiene muy preocupado. Se están perdiendo valores de democracia y tolerancia, y eso se nota en la calle. Japón es un país perdido, y lleno de odio”.
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¿Cómo sobrevivir ante la falta de recursos en una cultura que valora como nada la estabilidad económica? ¿Cómo encajar en una sociedad donde ser pobre es un motivo de vergüenza? La frontera entre lo legal y lo justo se nos desdibuja frente a la pantalla cuando vemos a los protagonistas de Un asunto de familia hacerse de lo necesario para tener una existencia digna, incluyendo la fantasía de sentirse protegidos por el lazo de amor y consuelo que brinda una familia.