¿Qué significa para usted, que creció yendo al camerino del Atlético Bucaramanga, no solo vivir este momento sino escribir sobre él?
Es una emoción y una responsabilidad muy grande, porque realmente los libros que hay del Bucaramanga son muy escasos. Entonces, que me hayan escogido a mí tan sorpresivamente como lo hicieron mi editor Diego Gallardo y Sin Fronteras, fue una emoción fantástica. Yo, que siempre he sido muy “lágrima fácil”. Incluso se volvieron virales algunos videos del semestre pasado cuando terminé llorando de la emoción. Para mí fue muy conmovedor el tema. También hay un sentimiento por la ciudad en la que nací y. lamentablemente, por motivos de trabajo y estudio, desde los 17 años no puedo vivir regularmente allá. Esas nostalgias, todas esas vivencias y todo eso se mezcla alrededor del equipo y el sentimiento de haber ganado por primera vez la estrella. Ser el encargado de escribir el primer libro al respecto es un honor muy grande.
¿Cómo fue eso de no escribir pensando en hacer una columna, sino un libro?
Uno tiene una formación y es difícil salirse de ahí, pero ellos querían encontrar un poco más a ese hincha que siempre ha estado. Yo, antes que cualquier cosa, soy hincha. No lo oculto ni lo ocultaré, para mí es evidente. Un hincha respetuoso y activo. Se necesitaba más de ese sentimiento y para eso son los editores. Fuimos encontrando un poquito más el camino hacia allá y creo que el libro quedó muy bien mezcladito en ese sentido. Sigue siendo el periodista el que guía porque, al fin y al cabo, hay muchas cosas que documentar y así fue como esa formación y experiencia que he tenido de columnista salió a flote. Al hincha hubo que recurrir y ponerle mucha atención porque el fútbol es sentimiento y es pasión. Eso tal vez hace al libro mucho más interesante y es lo que más le ha gustado a la gente. Gracias a Dios he recibido muy buenos comentarios.
¿Se imaginó alguna vez ver a su equipo campeón?
El año pasado estaba en el Día de las Velitas y puse una velita amarilla y otra velita verde. Lo he hecho todos los años. Nunca me imaginé que las del año pasado iban a ser tan efectivas. No puedo decir mentiras, para mí este ha sido un año futbolísticamente muy enriquecedor y valioso. El Bucaramanga dio su mejor campaña histórica, el equipo nunca había hecho 77 puntos y estuvo muy cerca de la final de la Copa Colombia. No es cualquier cosa. Durante toda mi vida desconocí el triunfo, pero nunca perdí la esperanza. De pronto ahora los más jóvenes no son tan constantes en el amor, cuando no hay éxito; a mí esa falta de éxito fue la que me hizo querer más al equipo, como lo digo en uno de los capítulos. Yo soy hijo del dolor y eso me hizo querer más al Bucaramanga. Ojalá ese equipo me haga escribir más libros.
¿Qué tan importante es generar memoria en el hincha de un equipo que no está acostumbrado a celebrar títulos?
Es muy importante porque nos acostumbramos al exitismo para pensar en trascender en el fútbol y en la vida misma. Esta es una sociedad que siempre te exige ganar, siempre ser exitoso y dueño de historias que terminan en final feliz. En la mayoría de los deportes, son muchas más las veces que se pierde que las que se gana. Póngase a mirar al Real Madrid, que tiene todas las victorias, y seguramente acumula muchas más derrotas, pero no por eso esas historias dejan de ser bonitas. Es importante entender que no solamente los equipos ganadores merecen ser recordados, sino también esas otras campañas. El final del libro es fantástico porque termina con el título, pero los otros capítulos son muy valiosos.
¿Cuál fue el capítulo más difícil de escribir?
Tal vez el de la tragedia del hincha leopardo. En 1981 el Ejército disparó a hinchas del Bucaramanga que protestaban por un mal arbitraje. Es muy doloroso todavía contar todo lo que pasó. Hay una versión oficial, pero se queda corta. Recurrí precisamente a algunas versiones y encontré esa incoherencia en todo lo que pasó. Todavía sigue siendo doloroso. Uno no entiende cómo se dio la orden ni quién la dio. Esto hoy hubiese sido 10 veces más trascendente y terrible. En el 81 pasó casi desapercibido nacionalmente y fue una bestialidad. Fue muy duro. Eso representa también el drama del equipo chico, que es permanentemente maltratado por el establecimiento. Ese plantel era muy bueno y por eso la gente se alborotó cómo lo hizo, porque le estaban sacando las finales descaradamente y terminó en lo que terminó. Ese fue difícil porque yo no quería fallar en los detalles, pero tampoco podía quedarme solamente en la versión oficial.
¿Hay algún jugador histórico que usted considere infravalorado?
El equipo en Colombia siempre ha sido infravalorado. Yo me quiero quedar en los de antes. En el libro se habla mucho de Miguel Osvaldo González y de lo maravilloso que era. Sin tener la habilidad de un extremo clásico, tenía muchísimo gol y eso era muy raro también en la época. Llegó a Colombia como un desconocido y se convirtió en el segundo goleador histórico del equipo, porque la cantidad de goles que hizo Américo Montanini es una barbaridad, compitiendo con monstruos como Juan Gilberto Funes. Deberían hacerle libros completos por la manera que le pegaba la pelota, como definía, era maravilloso, un zurdo excepcional que tenía todo.