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¿Qué lo motiva a combinar facetas tan distintas como ser empresario, DJ y creador de contenido?
Fue a raíz de una depresión que viví en 2018. Desde entonces, comencé un trabajo consciente de reconciliación entre la parte profesional y mi esencia personal. No sabía realmente quién era. Hoy puedo decir que soy géminis con ascendente en Libra; en términos de diseño humano, que soy un generador manifestante, ermitaño oportunista. Lo que entiendo es que José Miguel es una esencia que vino a este mundo a crear, servir, expandir y generar conciencia en la sociedad.
¿Cuál de esas tres facetas disfruta más? ¿Con cuál se siente más pleno?
Las tres me generan plenitud. Sin embargo, a la que más tiempo le dedico es a Intus, porque sacar un negocio adelante demanda mucho esfuerzo. A través de esta plataforma queremos crear herramientas de alfabetización mental y emocional para las familias colombianas. Buscamos que desde los hogares se puedan abordar emociones como el miedo, la tristeza, la rabia y la alegría, y que se cultiven habilidades emocionales que muchos no aprendimos de niños. Le invierto aproximadamente el 80 % de mi tiempo, pero de forma disciplinada y constante también dedico horas semanales a mis otras pasiones.
Teniendo en cuenta sus múltiples roles, ¿cómo logra equilibrar su vida personal con tantas responsabilidades?
Creo que todo parte de la disciplina, la organización y la constancia. Por ejemplo, con mi proyecto musical me aseguro de dedicarle por lo menos dos o tres horas semanales, generalmente después de las 5:00 p.m. Entiendo que tanto emprender como crear contenido o ser DJ son proyectos de largo aliento. Si uno quiere resultados inmediatos, probablemente debe buscar otros caminos. Esto requiere paciencia, constancia y determinación.
¿En qué cree José Miguel? ¿Qué lo sostiene para avanzar con tanta fuerza en todos sus proyectos?
Más allá de lo que creo, mi enfoque está en vivir el presente. Sé que el universo premia la acción, y que las personas adecuadas llegan a potenciar propósitos superiores. Disfruto este camino preguntándome ¿qué oportunidad trae hoy el universo? ¿A quién puedo ayudar? ¿Con quién puedo conversar? Tengo metas claras, me apoyo en coaches y guías, pero lo más importante es la consciencia. Soy una persona profundamente espiritual. Creo en Dios, en la energía, en el universo y en la ley de correspondencia. Habiendo experimentado la depresión, no quiero que nadie más tenga que pasar por eso sin apoyo.
Cuéntenos sobre Intus. ¿Cómo funciona esta plataforma que busca transformar la salud mental?
Ir a terapia requiere mucho coraje, porque implica levantar la mano y reconocer que algo no está bien o que podría estar mejor. Intus ofrece una estructura tipo Netflix, con más de 40 expertos y más de 400 videos que abordan temas como relaciones de pareja, amor propio, miedo, pérdida, perdón, respiración consciente, yoga, neurociencia y más. Es un espacio seguro para que las personas puedan cuestionarse, adquirir nuevas herramientas y hábitos.
Fuimos incubados en la Escuela de Salud Pública de Harvard, estamos levantando una ronda de inversión de 1.5 millones de dólares y actualmente somos acelerados por una red global de empresarios. Nuestra misión es democratizar el acceso a la alfabetización emocional, comenzando desde la infancia. Si un niño o niña entiende desde los 4 o 5 años qué es la tristeza o el miedo, va a tener herramientas para vivir con más plenitud.
Abordar un tema como la salud mental implica ciertos retos. ¿Cómo ha sido construir una plataforma como esta?
Ha sido un proceso guiado por la curiosidad y por identificar vacíos reales en la sociedad. Ni la educación pública ni la privada, en ninguna etapa —primaria, secundaria ni universitaria— enseñan alfabetización emocional. Sabemos identificar los colores primarios, leer o conjugar verbos, pero no entendemos nuestras emociones básicas. No sabemos gestionar la tristeza o la rabia, y por eso muchas personas no logran manejar la ansiedad. Entonces, buscamos ir a la raíz y enseñar desde ahí.
La construcción de esta plataforma es un proceso continuo de aprendizaje, de rodearse de personas que ya lo han hecho, pedir reuniones y estar en constante reinvención. Hoy contamos con herramientas de inteligencia artificial y estructuras muy diferentes a las que teníamos al inicio. Esto ha sido un proceso de evolución constante.
Muchas personas asocian el enfoque en salud mental con una supuesta “generación de cristal”. ¿Qué opina al respecto? ¿Cómo define la verdadera fortaleza?
Yo creo que la vulnerabilidad no es debilidad, sino todo lo contrario: requiere mucho coraje. Más que hablar de una generación de cristal, deberíamos cuestionarnos por qué nuestros abuelos nunca hablaron de miedo con nuestros padres, y nuestros padres nunca lo hicieron con nosotros. Hoy tenemos una generación más consciente que busca romper esos patrones. Podemos honrar a nuestros antepasados y, al mismo tiempo, hacer las cosas distinto. Ahí radica la verdadera fuerza.
¿Cómo ha cambiado su relación con las emociones desde que comenzó este camino de autoconocimiento?
La clave ha sido la aceptación. Si estoy triste, acepto que estoy triste. No trato de forzarme a estar feliz. Reconozco lo que siento y me permito vivirlo. Si tengo rabia o miedo, no lo niego. Lo observo, lo entiendo y me permito aprender de ello. Cada emoción trae un mensaje. Cuando uno las acepta en lugar de evitarlas, puede usarlas como herramientas para crecer. Así es como transformo mis emociones hoy, desde la curiosidad y el aprendizaje continuo.
¿Cómo ha influido su proceso personal en la forma en que se relaciona con el mundo?
Muchísimo. En esta zona de aventura han llegado personas increíbles, como mi socio Álvaro, hijo de los fundadores de Frisby, pero las personas que no resuenan con tu energía se van o se transforman.
Aprendí también a poner límites, a conectar con personas que comparten mis valores. Por ejemplo, si bien estoy soltero ahora, cuando estuve en una relación el año pasado y fuimos a terapia de pareja a los tres meses. La gente me decía: “¿Está loco?” Y yo respondía: “Uno no llama al arquitecto cuando ya se cayó la casa. Lo llama para diseñarla”. Ir a terapia es construir, entenderse, crear acuerdos. Eso ha transformado mis vínculos.
Si no se hubiera dedicado a estos proyectos, ¿en qué le habría gustado enfocar su energía?
Me hubiera encantado ser futbolista o piloto de carros. Desde que tengo uso de razón, estoy relacionado con el automovilismo por influencia de mi papá, Fernando. Hoy en día hago parte de la familia de AMG, la línea deportiva de Mercedes-Benz. Además, me apasiona educar sobre tecnología automotriz, desde llantas hasta rendimiento. Me encanta comunicar temas complejos de forma sencilla. Creo que tengo ese don y, si no me dedicara a lo que hago hoy, probablemente estaría en ese mundo.
Después de todo lo conversado —sueños, emociones, emprendimiento, aprendizaje—, ¿qué le gustaría que las personas recordaran luego de leerlo?
Que todo lo que soñamos está al otro lado de nuestros miedos. Para lograr algo, hay que construirlo con constancia y determinación. Por ejemplo, yo siempre he querido tener una novia brasileña y ya llevo tres años aprendiendo portugués. Si lo sueño, debo actuar para lograrlo. Lo mismo pasa con Intus. Si tengo miedo de levantar inversión, me enamoro de esa versión de José Miguel que enfrenta ese miedo y crece con él. Lo más importante es preguntarnos: ¿Cómo le puedo servir hoy al mundo?
