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Usted no es actor profesional: ¿cómo fue el proceso de “casting”?
Viví el casting de una forma muy natural. No soy actor profesional, y lo que hago en la vida tiene cierta cercanía con lo que Óscar proyecta en la película. Él da clases: yo también soy profesor. Comparte además un amor profundo por la poesía, como yo… Óscar es un fracasado en literatura y, aunque me duela admitirlo, Ubeimar Ríos también lo es. Nos gusta el licorcito, infortunadamente. Así que hay una combinación curiosa, una relación estrecha entre el personaje y yo.
¿El director lo acompañó para que no se sintiera presionado por las cámaras?
Simón siempre me decía: “Usted no se tiene que preocupar por hacer muy bien las cosas, usted tiene que estar tranquilo y dispuesto”. Esas palabras me acompañaron durante todo el rodaje. Me impresionó mucho, por ejemplo, una escena con Yuladi, donde ella estaba pintándose las uñas con una amiguita y yo intentaba llevarla a una escuela de poesía. Simón hizo un corte y me dijo: “Ubeimar Ríos, lo estás haciendo supremamente bien, pero siento que no lo estás pensando como debe ser”. Ahí me mató. No sé qué pasa dentro de uno cuando trata de pensar más, pero eso funcionó.
Logró transmitir la rabia y frustración del personaje, ¿cómo se inspiró?
Yo soy apasionado por naturaleza. Cuando doy clase o estoy en un concierto, algo se me mete al fondo del ser. Para hacer lo que se hizo en la película, también fue clave tener la seguridad de saberme el guion. Y en algunas partes hicimos ciertos aportes, pero la inspiración venía fundamentalmente de Simón Mesa.
¿Hubo alguna parte o escena que le conmovió o le recordó algo de su historia?
Sí, hubo muchas partes que me conmovieron. Por ejemplo, cuando muere un personaje importante en la película, fue muy fuerte para mí porque mi padre había fallecido recientemente. Eso lo toca a uno. También hubo palabras que decía mi hermana en la historia. Por ejemplo, cuando me llamaba vago, que me hicieron recordar momentos de mi propia vida. Fueron muchas emociones las que me atravesaron durante el rodaje.
¿Cómo fue su experiencia al llevar esta película a Cannes? ¿Cómo se sintió con ese reconocimiento internacional?
Sinceramente, fue algo muy extraño para mí. Me sentía supremamente bien, pero también hubo autosaboteo. Lo primero que pensé al recibir la ovación tras el estreno en Cannes fue: “¿Yo qué estoy haciendo aquí?”. No soy actor profesional y pensaba en tantos que han soñado y trabajado por algo así… Fue difícil aceptarlo. Aceptarme. Tuve que recordar de inmediato todo el esfuerzo que hicimos para sacar adelante la película. Pero fue muy conmovedor recibir el reconocimiento de tantas personas en Francia, que no me conocían y decían haberse identificado con la historia, con el personaje, que lloraron, que se rieron. Fue una experiencia profundamente reveladora.
¿Qué significa para usted el éxito?
El éxito es poder hacer bien lo que uno esté haciendo, independientemente de la fama y el reconocimiento de los demás.
¿Qué se necesita para ser actor natural?
Todos de alguna manera somos actores naturales, solo que la mayoría no lo sabe. A mí me tocó entrar a escena. Ya no es simplemente representarse a uno mismo y ya, sino que también que hay tener una conciencia de que hay que representar a otro ser sin necesidad de fingir. Solo es meterse en la piel del otro.
Luego de esta experiencia, ¿se animaría a participar en otra película?
Eso es muy incierto. Yo estoy a unos meses de tener la edad para pensionarme. He sido docente durante 31 años. No sé si al enfrentar otro papel lo podría hacer de la manera en que hice este, porque me sentía muy identificado con el personaje. Pero si me invitan, ahí estamos y seguramente los directores sabrán qué ponerlo a hacer a uno.
