El Magazín Cultural
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Un peculiar caso fílmico

La primera obra del estadounidense Josef Wladyka se fija en el Pacífico colombiano y en las zonas atrapadas en la violencia y el conflicto. Un trabajo de poesía visual.

Juan Pablo Castiblanco
06 de octubre de 2014 - 02:36 a. m.
Fotograma de ‘Manos sucias’, que cuenta con la actuación de Cristian Advincula, Jarlin Martínez y Manuel David Riascos.  / Fotos: Cortesía
Fotograma de ‘Manos sucias’, que cuenta con la actuación de Cristian Advincula, Jarlin Martínez y Manuel David Riascos. / Fotos: Cortesía

Manos sucias es un caso extraño del cine colombiano reciente. Conjuga, en sus 83 minutos de duración, el frenético y trepidante ritmo de un thriller de acción con la sutil belleza poética de las películas que cosechan premios en festivales y que cuentan historias de comunidades periféricas. Logra, como pocas veces, un balance entre el cine comercial, el que aparentemente garantiza el acceso a una mayor porción del público, con el refinamiento estético que la sustrae de ser un producto desechable.

Es una película que transcurre en Buenaventura y la costa Pacífica, que huele a mar, a selva y a salsa, pero que está dirigida por el estadounidense Josef Wladyka: un alumno de Tisch, la escuela de cine de la Universidad de Nueva York, con raíces japonesas y polacas, quien luego de un viaje de turismo por el Pacífico colombiano junto a un amigo se enamoró del paisaje y sus historias.

De los pescadores de la región comenzó a oír las historias que desdibujan la frontera entre buenos y malos del conflicto, la violencia y el narcotráfico. Sus viajes se volvieron más recurrentes y se convirtieron en una investigación para un proyecto ganador de una beca que permitió que el reconocido director estadounidense Spike Lee (Malcolm X, La hora 25) se convirtiera en tutor y posteriormente en productor ejecutivo del largometraje. Permeada por los colores de la selva, por el ruido de la naturaleza y del brío del mar, Manos sucias cuenta la historia de tres pescadores que deben trasladar con una lancha un torpedo con más de 100 kilos de cocaína. Acción poética para el nuevo estreno del cine colombiano.

‘Manos sucias’ combina vibrantes escenas de acción con cuidadosa poesía visual. ¿Este balance fue una intención previa o fue un tono encontrado durante el proceso?

Nuestra intención siempre fue hacer un filme poético, pero a la vez uno que fuera muy entretenido para el público. Queríamos mostrar un mundo y personas que han sido relegadas en el cine, contar una historia que tocara fibras sociales, pero que a la vez fuera divertida de ver. Fue algo que buscamos en cada paso del proceso.

La película tiene una de las escenas más bellas, emotivas y conmovedoras del cine colombiano en los últimos tiempos, en la que los dos protagonistas cantan sobre un bote en el mar. ¿Cómo se construyó esta escena?

La escena es muy fiel a la forma en la que Alan Blanco, el coguionista de la película, y yo la escribimos. Sabíamos que iba a haber un momento más sereno en la historia, donde los personajes no iban a estar moviéndose sino que estarían esperando los siguientes pasos de su misión. Pensamos: ¿qué harían?, ¿qué puede acercar a esos hermanos separados? Así se nos ocurrió la idea de que cantaran. Amamos mucho esa escena y es una sobre la que el público que la ha visto en los festivales en todo el mundo siempre nos ha dicho que es su favorita. Además, por supuesto que amo la salsa y el Grupo Niche.

El paisaje de la costa Pacífica, nuevo para usted, ¿fue un elemento inspirador?

Todos los paisajes y las locaciones inspiraron la historia. Constantemente estábamos reescribiendo el guión basados en las locaciones que veíamos. Queríamos filmar en una comunidad desplazada para mostrar la realidad, queríamos mostrar la belleza del océano y las playas, y queríamos mostrar la densa y a veces intimidante selva. Creo que la costa Pacífica es un lugar mágico con naturaleza increíble a su alrededor. Es muy cinematográfico.

¿El hecho de no ser colombiano fue un obstáculo en algún momento del rodaje?

No. La gente siempre nos acogió y quería ayudar. No importó que algunos fuéramos extranjeros. La gente en Buenaventura siempre nos apoyó, fue una gran colaboración y no pudimos haber hecho la película sin ellos.

En la película hay un punto de vista muy ecuánime y desprejuiciado del conflicto colombiano. ¿Cómo llegó a esto?

Siempre quisimos mostrar el punto de vista de las personas que están atrapadas en el medio de la guerra. No queríamos hacer una afirmación política que respaldara un grupo en particular. Realmente fue simple: queríamos mostrar la lucha por el poder y cómo la gente de Buenaventura se ve afectada por eso. Hablé mucho sobre ese tema con los actores. Básicamente, cualquiera que tenga un arma tiene el poder, y nuestros personajes navegan en cada una de esas situaciones.

¿Cómo se materializó la influencia de Spike Lee en la película?

Spike siempre ha sido un gran profesor y mentor para mí. Su consejo fue simple: encuentra una manera de lograr que tu película se haga sin importar los obstáculos que se interpongan.

Por Juan Pablo Castiblanco

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