El Magazín Cultural

Un singular encuentro con Godard

La leyenda del cine francés ofreció una rueda de prensa a través de FaceTime, durante el Festival de Cannes.

Janina Pérez Arias
13 de mayo de 2018 - 10:07 p. m.
Godard, en esta imagen en sus tiempos de actor, fue uno de los máximos exponentes del nuevo cine euroeo en los años 50 y 60.  / Cortesía
Godard, en esta imagen en sus tiempos de actor, fue uno de los máximos exponentes del nuevo cine euroeo en los años 50 y 60. / Cortesía

A Jean-Luc Godard nadie lo mueve de Rolle. Una idílica comuna suiza de casi 7 mil almas, lugar donde el máximo representante de la Nouvelle vague hace vida de paisano.

Ni el hecho de que el Festival de Cannes tenga su más reciente película, Le libre d’image, un documental sobre la relación entre el mundo árabe y occidente, como candidata a la Palma de Oro, ha logrado que Godard ceda a desplazarse hasta la Costa Azul. Problemas de salud, ánimos, ganas, voluntad… La paleta de explicaciones es variopinta. El caso es que Godard está en casa, en pantuflas y con atuendo de andar por casa.

A las 11 de la mañana del sábado, sin embargo Jean-Luc Godard está dispuesto a hacer una conexión de FaceTime con el festival. Pero esta no sería una simple comunicación, ya que se trata de la conferencia de prensa oficial.

El moderador da indicaciones a los periodistas de cómo será todo el procedimiento. Y como es habitual en cada conferencia de prensa, Thierry Fremaux, el director artístico y cara más visible del festival, aparece en la sala para dar el saludo de rigor. Fabrice Aragno, el camarógrafo de Godard, entabla la comunicación, y ante el primer “¡Aló!” de Godard en la pantalla de un móvil, los aplausos no se hicieron esperar.

Los lentes en la punta de la nariz haciendo equilibrismo, su pelo ralo ablanco. Fuma y hasta sonríe. Está de buen humor y con ganas de conversar.

“Estos periodistas son muy simpáticos”, prepara el terreno el moderador, y lo más probable es que Godard se ría de él y no le crea.

En ese ambiente ceremonioso, flotaba en el aire la admiración hacia este hombre que contribuyó a moverle la silla a la cinematografía para cambiarle la alfombra. Film Socialisme (2010) y Adieu au langage (2014) fueron las dos últimas películas acogidas en la programación de Cannes, adonde le gusta “volver”,  guardando la esperanza de que en 50 o 100 años la gente siga viendo sus películas.

Y pensar que en aquel Mayo del 68, Godard y algunos compañeros de profesión lograron la cancelación del Festival de Cannes, con una trifulca orquestada en solidaridad con los estudiantes y trabajadores que seguían protestando en las calles.

“Guardo muchos recuerdos del 68, sobre todo de gente que ya se ha ido”, no dijo nombres, ni entró en más detalles de una época de la que fue protagonista.

Pero no es tiempo para nostalgias. Godard tiene ganas de conversar, y esto es una oportunidad que no se debe desaprovechar. En sus respuestas parece un oráculo, una fuente de sabiduría, y no es de extrañar, no en vano es GODard.

Está de excelente humor, y hace reír cuando sus reflexiones asemejan un vericueto, y hasta él mismo se da cuenta de ello. Así mismo se maravilla cuando una japonesa se acerca al micrófono y a la pantalla del móvil para hacerle una pregunta, “¡Ah, tanta gente de diferentes países!”.

La voz de Jean-Luc Godard ha perdido firmeza. Le tiembla, a veces suena rugosa, tose con frecuencia, pero en ningún momento pierde el hilo de lo que está diciendo, así sean reflexiones políticas o cinematográficas.

A sus 87 años Jean-Luc Godard sabe que está en la salita de la despedida definitiva, sin embargo se mantiene activo, y no le cabe duda de que quiere continuar haciendo cine, aunque “no depende de mí, sino de mis piernas, mis manos y mis ojos, así como de la valentía”, dice.

Desde la pantalla del móvil continúa con su reflexión: “Muchas personas hoy en día no tienen el coraje de vivir sus vidas pero tampoco tienen el coraje de imaginar más. Yo al menos tengo el coraje de imaginar mi vida, de vivir el imaginario y eso es lo que me lleva a subirme al tren de la historia”.

“Pienso también en el hombre que se despierta por la mañana para tomar el tren y ya no tiene el coraje para crearse su imaginario. Mucha gente se sube al tren todas la mañanas, pero no se sube al tren de la imaginación”.

 

Por Janina Pérez Arias

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