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Daniela Pini revisa sus personajes en el papel. Ella es licenciada en literatura de la Universidad de Boloña, Italia, y se acostumbró a leer y releer las líneas de su predilección. Con las obras en sus manos, asumió la costumbre de revisar los detalles, de tomar apuntes y de ser rigurosa con aquellos elementos mágicos que le proporcionaba el autor, sin importar el nombre, para que ella realizara una construcción mental y pusiera kilómetros de distancia entre su percepción y la de los demás. En las líneas, según ella, está todo el material que necesita una artista para una creación tan real como creíble.
Además de su licenciatura, se formó también en historia de la música para determinar el origen de muchas de sus inquietudes. En las aulas se topó de frente con los grandes compositores clásicos pero más que sus biografías aprendió a determinar el contexto en el que se gestaron las partituras más importantes de la humanidad. La sociedad del momento, la familia, el arte visual, la indumentaria cotidiana, y hasta las costumbres gastronómicas le sugerían a Daniela Pini dictados diáfanos sobre los autores, sus piezas, sus protagonistas y sus antagonistas. Del lugar menos pensado saltaban guiños vistosos para vestir a cada personaje que llegaba a su dominio.
Ser licenciada en literatura e historiadora musical fueron determinantes para que esta mezzosoprano italiana aprendiera una de las cosas más importantes en la carrera artística de una persona dedicada al canto lírico. Con el respaldo de su formación, Pini conoció el beneficio de decir ‘no’ cuando consideraba que el traje del personaje no se ajustaba a su talla, a las características de sus cuerdas vocales o, simplemente, a su aquí y a su ahora. De otras tantas divas del bel canto escuchó alguna vez decir que la trayectoria en ese oficio se estructura a partir de las negativas y no tanto de los roles que se asumen con disposición y voluntad. Hoy, con la experiencia adquirida, puede decir que ellas están en lo cierto.
No se ha equivocado la mezzosoprano en ponerle pausa a su trayectoria ascendente porque en el tiempo justo han aparecido obras y autores, que han consolidado su talento y la han hecho crecer en un escenario competido en el que las voces se prenden un día y al poco tiempo, si no están bien manejadas, pueden desaparecer del firmamento sonoro con la velocidad de un relámpago. Con madurez Daniela Pini recibió inicialmente en su interpretación a Wolfgang Amadeus Mozart (1756 – 1791) y a Gioachino Rossini (1792 – 1868), dos personajes a los que abordó de comienzo a fin y les aplicó todos los conocimientos adquiridos durante su formación.
Ya con Mozart y Rossini como aliados, pudo adentrarse en la multiplicidad de sonidos del barroco y aprovechó las herramientas para asumir como propias las canciones españolas y francesas del siglo XX. Se quiso especializar en el repertorio de música religiosa y conoció al derecho y al revés el ‘Stabat Mater’, de Pergolesi; el ‘Requiem’, de Mozart, ‘El Mesías’, de Händel; el ‘Stabat Mater’ y el ‘Gloria’, de Vivaldi, y la ‘Missa Solemnis’, de Beethoven, célebre interpretación en conjunto con el Coro de Santa Cecilia, en Roma.
Las más recientes apariciones de Daniela Pini incluyen el protagónico de ‘La Cenerentola’ (‘La Cenicienta’), presentado en el Teatro Comunale de Boloña, al igual que en escenarios de localidades como Trieste, Sassari y Frankfort. La visibilidad que le ha dado este personaje le abrió las puertas de América y ya muchos gestores culturales tienen en cuenta su nombre para integrar impactantes montajes, que se han exhibido de manera paulatina en los teatros consolidados en el mundo. Abbado, Temirkanov, Oren, Renzetti, Frizza, Arrivabeni, Casadeus, Scimone y Luisotti son algunos de los nombres de directores de orquesta que la han invitado a ser la figura más sobresaliente de la presentación.
En el Cartagena Festival Internacional de Música se vestirá nuevamente con los atuendos de ‘La Cenerentola’ (‘La Cenicienta’) y de seguro lo hará con el conocimiento entre líneas de la obra, el diagnóstico fiel del personaje y la sensibilidad de una artista que siempre quiere ratificar su sello.