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Ella, sentada en ese sofá, parecía enterrada. Ojalá se pudiera decir que se veía sembrada como un árbol del que brotaban raíces que sobresalían en la tierra. No. Ella se veía enterrada. De los árboles florecen distintas formas de vida, además de que con su forma y su sombra abrigan, protegen, vigilan. Ella no era así. Ella, con sus 150 kilos de peso, se sentaba en un montón de cojines rotos y percudidos a enterrarse, a ver la vida pasar, a comer, a tomar té y a fumar. Tenía dos hijos y un esposo que jamás se portó como un esposo ni como un padre, ni siquiera fue otro hijo. Era más bien una presencia que acompañaba o que pesaba, no se sabía. Los dos niños exploraban lo que podían: grabadoras viejas, juguetes desbaratados, colores desgastados. Ella, que a pesar de todo miraba con dulzura a su esposo y a sus pequeños, fumaba lento. Prendía un cigarrillo y las bocanadas se encargaban de llenar cada minuto del día. Uno tras de otro y sin afán: sus cigarrillos hacían parte de la programación de la jornada, y si se acababan, ¿qué podría hacer el resto del tiempo? Despacio. No había comida, ni dinero ni ilusiones ni nada. Quedaba el humo que se metía entre los pulmones de los niños, su esposo y ella.
“En este tipo de situaciones no estás pensando en si lo que vas a representar está bien o mal, se trata de sobrevivir. La moral, no solo en esta película, sino en todas, puede ser muy limitante si permites que se interponga tu trabajo”, dijo Ella Smith cuando le preguntaron si se había sentido moralmente golpeada al interpretar el papel de Liz, la madre del director Richard Billingham, quien desde su juventud se encargó de registrar la cotidianidad de su casa.
La película Ray and Liz se construyó a partir de sus recuerdos: tiene grabada la cara de su padre con una luz roja, así que buscaron el fuego para iluminar la cara del actor. Cualquier día su madre casi mata a golpes a William, un tío que en ocasiones los cuidaba, y Billingham recuerda ese momento desde el suelo. Lo vivió cuando tenía aproximadamente ocho años, así que las tomas se hicieron de abajo hacia arriba.
Después de ver a una madre obesa y adicta al cigarrillo, que además ignoró las necesidades de sus hijos y todo el tiempo recalcó que sus prioridades eran las de armar rompecabezas gigantes, recolectar más cigarrillos usados y beber té en una taza negra de suciedad, es fácil pensar que esta es una película concebida desde el rencor. Que es un filme escrito desde los amargos recuerdos de ver cómo un viejo dormía, se despertaba, buscaba el vaso (también sucio) para embutirse más cerveza que lo condujera, de nuevo, al sueño. Podría pensarse que es un obra catártica para trabajar la frustración de haber nacido en una familia sumida en la resignación a una pobreza perpetua.
“Esta película es una carta de amor que Richard les hizo a sus padres”, dijo Smith, y todas las primeras conclusiones quedaron descartadas. En Billingham no hubo ni hay resentimiento. Hay puras intenciones de compartir con el resto que, además de su familia, muchas otras sobreviven entre la suciedad y las adicciones de unos adultos desesperados por desprenderse de su realidad. “Es una película muy crítica con la estructura social y el sistema de bienestar social en Inglaterra. Relata de manera muy sutil la pobreza que hay en esta zona del país, pero a través de una perspectiva de empatía. La película también es una declaración del director en la que reconoce que hubo un descuido con el que coexistió un amor entre ellos”, concluyó Smith.
Este filme está repleto de detalles que, simplemente, Billingham decidió no retirar. No hay una intención por intentar decir algo más: si en sus recuerdos había tres caracoles en las cobijas de su hermano, en la película tendrían que estar los mismos tres animales. Quiso demostrar su infancia, que siempre vio como una temporada normal, muy aburrida, pero normal, de cualquier niño inglés.
Ella Smith habló para El Espectador sobre su trabajo, lo que tuvo en cuenta para preparar el personaje y las intenciones del director con la película:
¿Cómo interpretaría las intenciones del director al recrear los recuerdos de lo que fue su infancia? ¿Creería que hubo dolor al regresar a esos momentos?
La familia siempre fue bastante agresiva y abusiva. Podían pasar cosas malas, pero aun así eran entretenidas por este ritmo de vida tan plano. Por ejemplo, el papá podía estar completamente borracho y portarse mal, pero aun así era divertido. Podían estar pegándole a alguien, pero como los sacaba de la rutina, era divertido. Hubo una intención de catarsis, porque el director solo pudo entender que lo habían tratado mal hasta que fue adulto y tuvo sus propios hijos.
Es fácil que la primera reacción del espectador provenga de la rabia o la indignación por el visible abandono de los padres a sus hijos. ¿Usted qué cree? ¿Se sintió indignada con los comportamientos que esa madre tuvo con los niños?
Hay que recordar que las reacciones violentas de ella no solo eran porque simplemente fuese así, sino porque tal vez habían descuidado a sus hijos o ellos estaban mal. Su violencia, así sea difícil de entender, a veces nacía desde el amor que tenía por sus niños, pero la gente olvida estas razones. Esta película es valiosa precisamente por eso: debes detenerte y pensar en sus razones y circunstancias, que siempre serán incomprensibles hasta que las vives.