El Magazín Cultural
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Una generación de escritores indígenas

Desde Chile hasta México, los poetas y narradores indígenas conquistan un nuevo lugar para la literatura de sus pueblos. Abadio Green, Hugo Jamioy y Miguel Ángel López sobresalen en Colombia por la calidad y madurez de sus textos.

Pablo Correa
20 de diciembre de 2007 - 10:36 a. m.

En la reciente Feria Internacional del Libro en Guadalajara, el escritor zapoteco Esteban Ríos resumió con un par de frases el panorama de la literatura indígena en el continente: “Hay una grieta que se está abriendo en esa pared, que es precisamente el olvido en el que se tenía a las letras indígenas. Pero es ganada a pulso por nuestra gente. No es un regalo”.

La grieta que comienza en las faldas de los Andes, en territorio chileno, con la denominada poesía mapuche que ha ido conquistando un numeroso público gracias al trabajo de más de cincuenta autores, se extiende hasta territorio mexicano, donde zapotecas, huicholas y descendientes mayas, entre otros, reivindican una milenaria tradición literaria ajustada a las corrientes contemporáneas. Grieta en la que caben los cantos guaraníes en Paraguay, los relatos de los kuna en Panamá, las letras de arawacos, caribes, wayúus, chibchas y yanomamis en Venezuela y los aportes de cantores quechuas en Perú y Bolivia.

Colombia, por supuesto, no ha sido ajena a esta corriente. Una interesante generación de escritores indígenas comienza a despuntar. Venidos de distintos pueblos y lenguas, pero con una pasión en común por la literatura, tres escritores colombianos sobresalen por la calidad de sus textos y la madurez de su pensamiento, que mezcla una rigurosa formación académica occidental, con un profundo conocimiento de las tradiciones de sus antepasados. Fueron invitados a la Feria de Guadalajara para leer sus trabajos y una vez más cautivaron la atención del público.

Abadio Green, de origen Kuna, Hugo Jamioy Juagibioy nacido en el Valle de Sibundoy en el Putumayo y Miguel Ángel López (Vito Apüshana) guajiro de origen wayúu, comparten un destino literario y la tarea de abrir un espacio de mayor reconocimiento para las letras indígenas.

Nuevas voces

“Lo que estamos haciendo es nuevo. Somos una generación que se reconoce a sí misma, que trabaja con un sentido colectivo y que busca en la escritura estructuras y ritmos de la oralidad”, dice Miguel Ángel López, quien en 2000 ganó el Premio Casa de las Américas con la obra Encuentros en los senderos de Avya Yala, más adelante una beca del Ministerio de Cultura con la investigación Los 44 conejos del porvenir sobre el célebre poeta nahualt Nezahualcoyotl y ahora prepara un texto que tiene como personajes a las etnias indígenas del Caribe colombiano.

Es un buen momento para las letras indígenas. Mientras se inauguran concursos y encuentros de poetas indígenas en distintos países, las universidades también abren espacios de difusión para estas corrientes. En Colombia, la Universidad Javeriana ofrece una cátedra sobre literaturas indígenas, y la Universidad de Antioquia trabaja en el proyecto de una “licenciatura en pedagogía de la Madre Tierra”. Poco a poco se consolidan las asociaciones de escritores, e incluso instituciones tradicionales como la Asociación de Academias de la Lengua Española en Chile, aceptan en su seno a un escritor como el mapuche Elikura Chihuailaf, cuya obra ha sido traducida a varios idiomas. La industria editorial, en cambio, ha sido tímida y poco impulsa los trabajos de estos escritores.

“La poesía se vuelve un acto de rebeldía, de decir lo que sucede con nuestras comunidades y Occidente”, apunta Abadio Green, quien al margen de su tarea literaria ha sido un activo líder político, presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia en una ocasión y dos veces presidente de la Organización Indígena de Antioquia.

Mezcla de tradiciones


Abadio, como Hugo y Miguel Ángel, navegan con la misma maestría por los senderos de su lengua materna y del castellano, conocen la lógica occidental a la vez que los pensamientos tradicionales de sus comunidades, han recibido la influencia de poetas como Jorge Luis Borges, Luis Cernuda o César Vallejo mientras beben en las historias orales que custodian abuelos y abuelas de sus etnias. Son el resultado de la disciplinada educación de sus pueblos pero también de una formación académica ortodoxa.

Abadio estudió teología en la Universidad Pontificia Bolivariana y completó una maestría de etnolingüística en la Universidad de los Andes. Actualmente es profesor y coordinador del Programa de Educación Indígena de la Universidad de Antioquia desde donde desarrolla una intensa actividad de investigación.

Hugo Jamioy es investigador de la oralitura indígena de Colombia, obtuvo la Beca Nacional de Investigación del Ministerio de Cultura en 2006 y hace parte de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa. Entres sus textos, traducidos al inglés, francés, italiano y portugués, figuran Mi fuego y mi humo, mi tierra y mi sol, No somos gente y Danzantes del viento.

“Desde Occidente dicen que analfabeta es el que no sabe leer, escribir, usar computador o hablar inglés, pero nuestros abuelos dicen que analfabeta también es el que no sabe leer la naturaleza y eso está ocurriendo en nuestro país”, apuntó Hugo Jamioy en su paso por la Feria del Libro de Guadalajara. Para él, la poesía y la literatura indígena resultan una poderosa herramienta pedagógica para las nuevas generaciones indígenas, pero también un puente entre la sabiduría de estos pueblos y el mundo occidental “analfabeto” en su relación con la naturaleza.

De hecho, más allá del valor estético de las creaciones literarias indígenas, investigadores como Donald Frishmann, rescatan los valores de otras formas de pensamiento. “Frente al modelo occidental de civilización que ha provocado un desequilibrio extremo entre el género humano y su medio ambiente, la cosmovisión de los pueblos indígenas americanos, por medio de su literatura, ofrece un punto de vista distinto, cuyo fin es rescatar la armonía perdida”.

Para Frishmann, quien presentó el mes pasado el tercer tomo de Palabras de los seres verdaderos, publicado por la Universidad de Texas, en el que recopila trabajos de 33 escritores de lenguas mesoamericanas, “el hilo conductor de la literatura indígena de hoy es la búsqueda del equilibrio con la sociedad dominante, para iniciar un diálogo intra e intercultural”.

Miguel Ángel o Vito Apushana, comparte esta opinión: “Dentro de la comunidad somos una especie de puentes con la sociedad mayoritaria. Somos un poquito de palabrero, un poquito de cantor, un poquito de interpretador de sueños frente a la sociedad colombiana y venezolana. Somos intérpretes y mediadores sociales”.

Vito Apüshana


Palabra Nosotros sabemos que el día/ tiene un huequito donde se sostiene el mundo/ ahí ponemos nuestros oídos y escuchamos/ los latidos de todos los corazones/ por eso llamamos a la vida: sereno temblor.

Hugo Jamioy


Yagé I Sé quién eres/ Te he mirado/ en el Yagé/ a través de esos bellos colores/ ese mundo mágico colorido/ la geometría borracha/ ha mostrado las figuras perfectas/ el sueño pensado/ la alucinación, el tránsito/ el viaje al otro mundo/ al mundo donde reposan/ todas las verdades/ el mundo donde nada/ se puede esconder/ donde nada se puede negar/ el mundo donde todo/ se puede saber/ el mundo del saber/ allá he viajado y te he mirado/ todo lo que he mirado/ a través de la guasca/ que da poder, saber y conocer/ no te lo puedo decir/ sólo quiero que sepas/ que te he mirado

Por Pablo Correa

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