Que la HJCK, una de las emisoras más antiguas y queridas de los colombianos, haya salido definitivamente del aire, es solo otro signo de la deriva de estos tiempos. Ya en 2005 tuvo que migrar a la virtualidad, acosada por las dificultades económicas, y desde 2015 fue adquirida por Caracol Televisión, para la emisora de Blu Radio. Las razones que llevaron a su cancelación las desconocemos, pero lo que es claro es que las publicaciones y los programas culturales están sufriendo una crisis que no es solo económica, aunque esta sea una causa poderosa.
Sin querer simplificar, y a sabiendas de que las formas de comunicación están cambiando aceleradamente, me atrevo a pensar que hoy por hoy la oferta cultural está siendo desdeñada o relegada en muchos países, aún en los que ha tenido una tradición poderosa, con la excusa de que no hay suficiente demanda o dinero para sostenerlas. Varios ejemplos: en Inglaterra, un país con una larga tradición teatral, cuatro de cada cien teatros se abocan al cierre; en España, hace apenas unas semanas el emblemático programa cultural de la radio pública El Ojo Crítico, que lleva 40 años al aire, fue desnaturalizado al trasladarlo a una emisora de solo noticias por decisión de los directivos de Radiotelevisión española. Y La hora azul, también un bellísimo programa español de poesía, fue relegado, en su aniversario 25, a las madrugadas de Radio 1. Por otra parte, Film & Arts y Europa Europa, que se dedican a la programación de arte, cine y cultura, fueron retirados de DIRECTV y Multicanal en muchos países, sin que les importara que hacían parte de la televisión por suscripción. Aquí desapareció ya hace unos años la revista Arcadia, que contribuía a la reflexión y el debate cultural. Y podríamos seguir ejemplificando.
Lo necesario es que exista un mínimo equilibrio en lo que se ofrece. Que en Colombia no lo hay queda probado cuando vemos que en muchas emisoras comerciales hay presupuesto para programas de entretenimiento donde unos periodistas comentan banalidades durante horas, se ríen de sus propios chistes y dicen estupideces. Que se publican desde hace mil años revistas del corazón de la peor calidad, y que la televisión comercial está llena de programas mediocres. Por supuesto que es ingenuo pretender que estos productos sin talento desaparezcan, porque demanda tienen; lo que es injusto es que solo se ofrezca lo que produce millones, y que no haya más apoyo de los grandes grupos y de la empresa privada para proyectos culturales.
La oferta de calidad forma públicos, incentiva el pensamiento crítico, refina el gusto. Y los que la demandan no son, como se cree, una elite exclusiva. Este es país amplio y diverso, donde hay público para todo. Pensar otra cosa es menospreciar a su gente. Por fortuna hay quienes resisten contra viento y marea, comenzando por las emisoras universitarias, a las que tanto le debemos. Esperemos que ahora que empieza a cundir la idea de que las universidades ofrecen una educación obsoleta, no las acorralen económicamente y las desaparezcan.